Por Pavla Ochoa
Esa noche de
agosto de 2012, Irma, segunda esposa de Breccia, remarcó las dificultades para publicar sus trabajos que tenía el artista cuando lo conoció; “Me acuerdo cuando estaba estudiando en el Instituto
de Directores de Arte (IDA) y él era profesor, había salido Mort Cinder en
revistas grandes y se ondulaban en los kioscos por el viento, por el frio, por
todo, quedaban bastantes arruinadas porque no las compraban. Así pasaban las
cosas”.
También se sumaba El Eternauta de GENTE que fue caótica
su edición
La revista pidió
disculpas a sus lectores porque según ellos era “casi un dibujante”. Fue
bochornoso, tengo esa editorial.
En muchas entrevistas, Alberto mencionó que esa búsqueda
de expresarse era la que lo llevaba a dibujar, experimentar.
Todo le servía a él
para interpretar el tema que estaba haciendo. Todo era distinto para lograr el
contenido que quería brindar.
¿Por qué cree que no fue entendido en su tiempo?
Porque estaba muy
avanzado. El que está muy adelantado es como que se lo deja de lado, no se lo
estimula para que siga, no se le da lugar, al contrario, lo quieren borrar. Eso
es lo que pasaba con él. Y yo lo viví todo desde que era su alumna.
Fueron años muy difíciles, su primera esposa, Neli
estaba muy enferma y para pagar su tratamiento tuvo que obtener muchas deudas.
Yo me acuerdo de
eso, de todo lo que paso con la señora. Fue algo muy terrible, tuvo que
hipotecar la casa para poder pagar las diálisis, porque no era como ahora, sino
que era toda una pieza llena de aparatos carísimos para poderla sacar adelante.
Fue una época para él muy triste.
Luego llegó la propuesta de poder publicar en Europa
Él estaba muy mal,
no se podía recuperar. Cuando iba a dejar todo, le llegó una nota que venía la
señora de quién después fue su representante, para ofrecerle un contrato de una
editorial que lo quería contratar, cuando él en ese momento no podía pagar la
luz, no podía arreglar las persianas, era todo así. Es ahí que comenzó a
cambiar su vida.
Es asombroso como El Eternauta que acá fue defenestrada,
en Europa era valorada como una obra maestra.
SÍ y también Mort
Cinder. Era una maravilla de trabajo, nosotros el grupo de alumnos, era aprender
en cada cuadro, con tantas técnicas distintas, con cosas nuevas nunca dibujadas
antes. Ha sido, para mí, el mejor
dibujante. No solo porque fue mi esposo, sino porque sobre todo fue mi maestro.
Fue una persona que siempre mantuvo vigente su
identidad, su origen en Mataderos.
Tenía un amo grandísimo por Mataderos, sus amigos. Hace poco estaba en casa guardando cosas y encontré sobre los encuentros que tenían, yo iba también. Siempre aparecia su juventud, sus amigos en sus dibujos, por ejemplo, la murga “Los Dandys de Mataderos” la pone en una adaptación de un cuento de Edgar Allan Poe.
¿Cómo era su trabajo de adaptación de obras
literarias?
Él leía mucho,
buscaba como expresarlo. Conocía los textos, después comenzaba adaptarlos y lo
iba dibujando. Tenía que sentirlo, interpretarlo. No era algo así nomas que se ponía
hacer y salía el dibujo, era algo muy difícil.
Él tenía muy claro su pertenencia de clase, en muchas
entrevistas mencionó que el dibujante se cree un intelectual y se olvida que es
un trabajador.
Es así, me ha
tocado con editoriales me ofrecían pagarme muy poco para ilustrar un libro y
era pegar la media vuelta y no aceptar, porque es un manoseo.
¿Cómo analiza la obra que realizó Alberto con
Oesterheld?
La Vida del Che,
primero lo habían hablado con Héctor y se empezó a dibujar, luego Onganía mando
a quemar los originales.
Justamente que en la actualidad esté publicada esa
obra es por su decisión de preservar una revista.
Alberto no quería que
lo haga, porque tenía miedo de lo que me pasara algo.
Eran tiempos de dictadura, tiempos difíciles.
Muy difíciles. Entonces,
yo no quería que se perdiera, porque si ya habían quemado las páginas originales,
no quería que ese material se perdiera. Entonces lo preparé bien, lo envolví bien
con papel metálico y lo puse en un tubo de esos de plásticos para guardar dibujos.
Enterré esa revista y el libro de Eduardo Galeano; “La Venas Abiertas de América
Latina” que hacía poco que lo teníamos. Alberto había quemado varios libros y quería
quemar también ese y yo no quise. Todo fue a la tierra. Nos habían amenazado y había
miedo, Alberto decía; “Si llegan a poner bombas y salta la tierra,
salta la escopeta, todo y vamos presos”. La escopeta era familiar y la había
enterrado también, pero yo estaba decidida, no quería quemar nada.
Alberto era muy directo, muy honesto ¿Tenia fuerte carácter?
Decía la verdad,
lo que sentía. No iba con vueltas, si algo no le gustaba lo decía, era muy
integro. Y me parece que estaba muy bien. Tenía razón, ya le había tocado
muchas cosas y estaba pagando siempre penas.
Era de mucha disciplina para llevar adelante su
trabajo y a la vez obsesionado con la limpieza.
Si, lo era con la limpieza y el orden. Pero adoraba los gatos, los amaba. Teníamos siete gatos, cuando el falleció murió una gata. Vino el veterinario y era un paro cardiaco, al otro día otra gata murió y así murieron todos cada día. Creo que fue por el dolor de su muerte, porque ellos le comían del plato de él que les tenía un amor muy grande, les limpiaba todo, los cuidaba, era un maniático con los gatos.
¿Qué le quedó pendiente a Alberto realizar en su obra?
Casi todo dejo
resuelto. Lo último que hizo fueron las pinturas con acrílicos a color en base
a los cuentos de Borges. Eso prácticamente fue lo último. Él era muy
trabajador, hasta que no terminaba lo que estaba haciendo no se levantaba.
¿Cómo era como docente?
Un día nos echó a
todos, porque había pedido un trabajo y nadie había hecho nada. Entonces dijo; “se la pasan hablando y no
prestan atención, entonces empiecen a irse todos”. Y nos quedamos helados, a mí
me dio mucha vergüenza, cosa de jóvenes tontos.
A veces se lo asocia solamente a su trabajo en tinta
china pero no se valora su trabajo a color.
Lo de color era
impresionante, los cuentos de Borges son una maravilla. Era muy valorado lo que
hacía tanto que se hizo en el Consulado Argentino en Francia una exposición
maravillosa con esos cuadros.
¿Era de hacer caricaturas de situaciones que vivían en
el día a día en su casa?
Nos hacía
caricaturas a todos de lo que estuviéramos haciendo. Daba risa lo que hacía, un
día ilustró a “Mariano” un gato al que amaba y que tenía como 20 años, lo
dibujo de espalda haciendo kata y se le hinchaba la panza, era muy
gracioso. Todo lo que veía lo dibujaba. Una
vez me dibujo a mí cuando estaba haciendo huevos de pascua que me enseñó una
amiga y me puse hacerlos, quedó azúcar, chocolate y entonces me dice; “Irma
compra los huevos que problema hay, mira este lio” y había dibujado todo, los
gatos con azúcar y chocolate, tengo aún esos dibujos, tenía su humor con todo,
era increíble.
¿Cómo lo recuerda?
Alberto era un
ejemplo de cómo había que proceder en la vida. Si estaba convencido y lo sentía,
tenía que hacerlo, cueste lo que cueste, es lo que nos enseñó.
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