Por Pavla Ochoa
La luna le incendia los huesos, la humanidad. Rafael, su hermano por elección personal, lo alienta para que no abandone el dibujo, pese a las dificultades presentadas.
Una tarde, de esas especiales en la que uno mira el cielo y ve a la luna y el sol simultáneamente, sus amigos comienzan a gestar con mucho ímpetu, la idea de hacer una publicación. Es tan fuerte la influencia de los textos que publica la editorial “Claridad” que él y sus camaradas deciden ir por el mismo rumbo literario con fuerte arraigo en los social. En abril de 1939, sin que nada lo anuncie, sale a las calles de Mataderos el primer ejemplar de “Acento” con un fuerte contenido cultural y político que propone gráficamente algo distinto al periódico barrial “El Picaflor”, que hace un periodismo enfocado en el chisme y comentario más que a la noticia misma.
Su hermano, Miguel Breccia, fue el encargado de escribir la editorial, la carta de presentación, con sus vecinos:“Acento significa la valerosa y quijotesca cruzada de un grupo de hombres jóvenes, casi adolescentes, que en sus ratos de ocio la concibieron y gestaron, mancomunados en un titánico esfuerzo, a fin de convertir en realidad su quimérico sueño de realizar una obra noble, bien inspirada, que viene a llenar una sentida necesidad en la barriada que los vio nacer”. El posicionamiento proletario es apuntalado por la descripción de los estímulos de los autores, que se empeñan en crear un trabajo literario social que la honrase: “Guiados únicamente por ese espíritu de generosidad y sacrificio que poseen únicamente aquellos que recién se enfrentan a la vida, ignorantes de sus ingratitudes y sinsabores, desprovistos aún de materialismo, capaces de concebir un ideal y de luchar hasta el fin por el mismo, esos dignos muchachos dieron cuanto de si tenían, material y espiritualmente a fin de llevar adelante su idea”.
En su ponencia, Miguel Breccia señala que la revista va a aportarle a los vecinos una divulgación diferente, sin intención de sus integrantes de obtener beneficios económicos por la misma: “Ningún fin de lucro guía a quienes la dirigen, con la idea de encauzarla por la senda de la verdad y el desinterés, dándole un carácter netamente local y apolítico en la certeza que podrán faltar aptitudes, pero sobran buenos propósitos”. Alberto se hizo cargo del rol de dibujante de la publicación, su ilustración de Lisandro de la Torre fue la portada de Acento. En esta aventura gráfica con sus gomias, cumplió una de sus quimeras de niño:”Tenía una imagen de mí donde me veía vestido de periodista. Con un saco elegante, con una tricota de cuello bien alto, blanca. Y acá, en el pecho, una “te” roja, una “te” de Tito. Un sombrero inclinado y bien ancho. Y una vuaturé, en la que yo andaba raudo. Era el sueño del pibe”.
En los dos números que llegaron a publicar los jóvenes escribió, bajo el seudónimo de “Veritas”, criticas literarias sobre “Cacao”, de Jorge Amado, y de la novela “Judíos sin dinero”, que había leído en las publicaciones de Boedo. Rafael Pugliese, Alberto Santamaría, Domingo Artieda, el Negro Luján y los hermanos Breccia, dejan desnuda ante sus vecinos sus búsquedas de transformación social a una realidad monstruosa, gigante.“Éramos jóvenes e idealistas con inquietudes sociales (...) eso si, la revista la regalábamos porque nadie la quería comprar”, recordó años después el dibujante sobre esa experiencia.
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