Por Pavla Ochoa
Daniela Kantor, es diseñadora gráfica y docente (FADU-UBA), historietista, ilustradora y pintora de paisajes en la naturaleza. Publicó las novelas gráficas “Mujer primeriza” y “Marilyn”. Su novela gráfica” Naturalella “obtuvo la primera mención del Premio Nueva Historieta Argentina . Fue becada por la UBA para un intercambio docente en Monterrey, Mexico, en el marco del UBAINT y la feria del libro Filuni. Brinda talleres de historieta para niñxs. Pero su preciado tesoro es haber sido estudiante en “El Taller” de Haedo de la casa de Alberto Breccia.
Aún recuerda esa tarde de sábado del 12 de junio de 1993, donde le pidió al
nieto de Alberto, Mariano Buscaglia, que sacara las fotos con una cámara Zenith
rusa muy antigua que ella misma había llevado. Por eso la mayoría de esas imágenes
son rojizas, porque la cámara no tenía flash y Mariano abrió al máximo el
diafragma. Pero captura un momento en donde Pipiolo deja puesto su corazón.
En
esos días de 1993, el maestro "duro" , "rígido" que conocieron sus estudiantes de la época de
la Escuela Panamericana de Arte o del Instituto de Directores de Arte. Es su
propio nieto, en una charla en la Biblioteca Nacional en 2019, quien hace la diferencia:
“Participé en los talleres de Haedo, en
los últimos años ya no era tan letal como en la época de la Escuela
Panamericana de Arte. Ya se había amansado un poco, te criticaba, pero no te
mataba como en la época de Lito Fernández o Domingo Mandrafina”.
Daniela
y sus compañerxs conocieron un Alberto que compartía, escuchaba y se brindaba
libremente para aprender mutuamente. En la última entrevista en ese año, fue
justamente el propio Breccia en la entrevista realizada por César Vidal para el
programa "Máster comics", donde mencionó su rol como docente: "Yo hago que los que ellos tienen dentro
florezca, nada más. Yo no inculco nada, si hiciera eso sería un animal. Yo
trato de que lo que ellos tienen dentro salga afuera". Cuando Vidal le
pidió un consejo para lxs jóvenes que pensaban ser dibujantes, Pipiolo fue contundente: "Tienen que estudiar, que tienen que
trabajar duro, muy duro...que no es fácil la profesión, que lleva mucho
sacrificio, mucho...Si está dispuesto a soportar todo eso, que siga para
adelante; si no, que se dedique a otra cosa".
Muchos de esxs jóvenes siguieron al pie de la letra este consejo.
Daniela Kantor, es quien en esta ocasión nos cuenta cómo fueron sus tres años de estar casi todos los sábados compartiendo mates y conocimientos con Breccia que perduran en el tiempo:
Era tan evolucionado que no podía sino cambiar tu cabeza, no era necesariamente en aspectos gráficos, era toda una cosmovisión, muy profunda, conmovedora.
¿Qué te llevo a estudiar con él?
Estaba
buscando aprender una disciplina, un oficio donde pudiera expresarme con el
dibujo. Yo estaba empezando a estudiar Diseño y allí había algunos profesores
que me señalaban esa inclinación, me dieron para leer historietas que
desconocía. Al mismo tiempo, un amigo de mi hermana, Mariano Grynberg, me contó
que en el Centro Cultural Recoleta había una retrospectiva sobre su trabajo.
Fui, vi toda la muestra que estaba impresionante y me lo encontré, lo saludé y
le dije que quería estudiar con él, me dio una tarjeta y al sábado siguiente
estaba en Haedo en mi primera clase. Estuve 3 años.
¿Cómo era Alberto como docente?
Impecable,
palabras justas, movimientos exactos. Tenía una serie de ejercicios que te iban
acercando a entender la secuencia, nos hablaba de grandes películas, grandes
libros, todo para incentivarnos en la narración gráfica. Tenía una mirada
aguda, que parecía adivinaba tus pensamientos, cálida sonrisa y al finalizar
las clases nos abrazaba con sus anécdotas y enseñanzas.
Da la sensación que en el curso de
ustedes en su casa de Haedo, Alberto estaba en otro momento de su vida en
comparación a otra instancia como docente en la que según Lito Fernández o
Mandrafina, tenía una forma cruda de dar las devoluciones a los trabajos
prácticos ¿cómo eran esas devoluciones colectivas?
Eran
acordes a nuestras posibilidades de comprenderlas, y aún así todavía las
seguimos descifrando y recordando en las reuniones de El Tripero. Los que
íbamos teníamos entre 15 y 40 años en aquel entonces, él era muy paciente y
sabía que teníamos voluntad ante todo.
¿Qué te sorprendió de él?
Su
forma de mirar, y sus manos. En un aspecto espiritual, su calidez, su confianza.
También era rápido para “ponerte en vereda”, tenía mucha calle, te decía algo,
te quedabas pensando toda la semana, y al sábado siguiente volvías distinto.
¿Qué anécdota podés contarnos sobre Alberto?
La
primera que recuerdo es que nos mirábamos de reojo por una factura con dulce de
leche que nos gustaba a los dos, terminábamos dividiéndola o él me la cedía gentilmente
(al ir terminando la clase algunos iban a comprar factura para tomar con el
mate). También cómo hacía girar sus pesadísimos lentes en el centro de la mesa
cuando colgabas un trabajo y él se quedaba pensando. Se hacían lindos silencios
hasta que le preguntaba a tal; ¿qué te parece? Y arrancaba la devolución de tus
compañeros que él cerraba.
Señalas en REVISTA KAMANDI que de
niña eras lectora de revistas de historietas de Editorial Columba. Alberto Breccia no era bien visto en esa
editorial y él tampoco tenía una buena opinión sobre esa producción ¿Cómo
llegaste como lectora de sus historietas’ ¿Hablaron de esas revistas como Dartagnan, Intervalo,
etc que leías?
Creo
que le gustaban algunas historietas de ahí, no recuerdo bien, rescataba algo
bueno siempre, aunque no dejara de decirnos o hacernos notar algo si así lo
sentía, era parte del aprendizaje.
¿Qué significo para ustedes
emprender un proyecto como El Tripero?
Un
camino de ida, ahora somos amigos y hemos crecido profesionalmente con muchas
muestras y momentos gloriosos como las visitas y colaboraciones de José Muñoz,
y tantos otros. Fue una experiencia grupal gráfica conjunta, donde imprimíamos
las tapas en serigrafía nosotros mismos, y nos encargábamos de distribuirlas.
Recién en el último número organizamos que fuera la editorial Tren en
movimiento quien se encargara de todo ( salvo la edición que sigue siendo
nuestra).
Entendiendo que en una época a
Alberto le decían “maestro” pero no lo publicaban por entender de “difíciles” a
sus historietas ¿Crees que el reconocimiento a Breccia como artista llegó
tarde?
Sabemos
que maestro no significa que te publiquen te paguen bien y tengas
reconocimiento. Lo de maestro es algo único, tiene que ver con una “altura” que
te da tu conciencia, la vida, la sabiduría, el amor, no sé. Él pudo disfrutar
algo de todo lo que se merece cuando lo empezaron a reconocer afuera, y acá
empezaban a reconocerlo lentamente también, quizás en los genios llega tarde el
aplauso.
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