jueves, 12 de diciembre de 2024

Entrevista a Sandra Beatriz Lavandeira

 

 Por Pavla Ochoa

 A fines del mes de enero y principios de febrero de 2018, Sandra Beatriz Lavandeira, gentilmente accedió a una entrevista vía mail para hablar de su historia relacionada a Alberto Breccia.

Sandra actualmente reside en Brasil y sus ilustraciones viajan por el mundo y siendo publicadas en editoriales de Brasil, Portugal, México, Costa Rica, Nicaragua, Puerto Rico, Ecuador, Colombia, Estados Unidos. Y según sus propias palabras; “Tuve la suerte de dar mis primeros pasos ilustrando libros de grandes escritoras argentinas como María Elena Walsh, Graciela Cabal e Elsa Isabel Bornemann”.

Su primer contacto con los dibujos fue una carpeta con dibujos de su mamá: Olga García. A los 8 años comenzó a estudiar todo lo que se podía hacer con un lápiz y un papel en un pequeño taller cerca de su casa y después de terminar la escuela primaria, estudió en la Mutual de Estudiantes y Egresados de Bellas Artes y en la Escuela Nacional de Arte Prilidiano Pueyrredón. Años después aprendió técnicas de historieta en el atelier de la casa de Haedo de su maestro Alberto Breccia, quién la orientó para la ilustración infantil. Luego de la muerte de su troesma, junto a sus compañeros/as, crearon la revista de historietas de autor El Tripero.

Sandra, mantiene sus recuerdos intactos, que sobrevivieron al olvido y nos invita a seguir conociendo a Alberto Breccia en su rol de formador y proletario del lápiz.

 





¿Cómo comenzaste a estudiar con Alberto Breccia?

Hubo una muestra retrospectiva de su obra en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires y fui. Creo que era el año 1990. Justamente en esos días, yo estaba intentando hacer una historieta. Cuadro por cuadro, porque no conocía la técnica. Había estudiado en la Escuela de Bellas Artes, pero nunca me habían mostrado originales de historieta y pensaba que había que hacer cuadro por cuadro y después intentar unirlos. Estaba acostumbrada a dibujar en formatos grandes.Había expuestas muchas páginas (originales en papel) de sus historietas .Cuando me encontré con los originales de Mort Cinder, quedé absolutamente impresionada! Me parecía que estaba presenciando a Picasso en historieta! Páginas con dibujos increíbles! Fui tres o cuatro veces a ver la muestra. Llevaba cada vez algún amigo para que viera la maravilla que había descubierto! En papel común y con tinta china un despliegue de fuerza, originalidad y maestría sin igual para mí. En páginas de historieta. Creo que era el último día de la muestra y yo estaba ahí con una amiga. Un guarda nos señaló al creador de la maravilla. Alberto estaba presente con un largo sobretodo negro (o sería un Perramus?). Mi amiga le preguntó si daba clases. Él asintió y nos dio el teléfono en un papelito chiquito. Al día siguiente, lo llamé y al sábado siguiente comencé a asistir a sus clases. Fue un privilegio para mí que los hechos se hayan dado de esa forma. Estudiar con Alberto, abrió en mi vida un panorama enorme y me enseñó a dibujar. Bueno…sigo aprendiendo y lo sigo escuchando. Está, aunque no esté.




¿Qué significo Alberto Breccia en tu formación?

Casi como un padre te diría. El afecto y la preocupación que él dedicaba a sus alumnos, te hacía sentir eso. Su generosidad… su severidad también. No se podía perder tiempo, ni hablar pavadas. Dibujar era una obligación que había que hacer con amor. Pero no se podía estar sin dibujar. No se podía esperar la inspiración llegar. Y había que sentir libertad en el acto de dibujar. No se trataba de agradar a los demás. Lo importante era expresar lo que cada uno tenía para decir, su visión del mundo. Creo que estudiando con Alberto, comencé a sentir lo que quería sentir: no estaba entreteniéndome, estaba haciendo algo serio. Encontrando un rumbo en mi vida. Y, además de todo eso, aprendíamos técnicas… aprendíamos cómo conseguir decir en el papel eso que queríamos decir. Podría seguir indefinidamente. Las clases de Alberto fueron un gran tesoro en mi vida. Eran de tanta riqueza que, después de esas 3 o 4 horas infinitas, volvía a mi casa muy movilizada, con ganas de ser historietista, artista. Me daba esperanzas.


                                         


¿Cuáles de sus obras de historieta te gusta? ¿Por qué?

Me gustan muchas, pero acá cerca de mí tengo Mort Cinder, Drácula, Breccia Negro, Un tal Daneri.

¿Cómo eran las clases colectivas?

Eran en su atelier que estaba en su casa de Haedo. En la planta alta. Un lugar sobrio y acogedor. Luminoso. Rodeado de ventanas que daban al jardín. Mostrábamos uno a uno en un caballete de pintor, frente a todo el grupo de alumnos, lo que habíamos hecho en la semana (una o varias págs. de historieta).  Y todos opinaban bajo la mirada y las palabras acertadas de Alberto. Era muy rico: tener la opinión de los demás, ver el trabajo de los otros, escuchar.Y también había unos escritorios donde se podía dibujar, probar técnicas, color. Él estaba siempre atento y la conversación nunca decaía. Nos contaba historias de su barrio, de Buenos Aires ,antes de los malevos, los duelos en la calle.  Nos hablaba de sus dibujantes preferidos, de sus dibujantes amigos, de sus experiencias, de todo.



   


En la revista El Tripero en donde le realizan la entrevista a José Muñoz, vos recordas que Alberto les contaba cuando tenía su casa en remate y venia a cobrar las deudas cuando no tenía ni para comer ¿Qué les pasaba a ustedes cuando escuchaban de su voz ese relato?

Creo que cuando nos contó esa historia fue porque le pregunté qué es lo que lo había hecho cambiar de rumbo en el dibujo: Pasar de hacer historietas de aventura o policiales a hacer Mort Cinder. Me acuerdo que él me respondió algo así como que fueron las circunstancias de la vida, las pérdidas de sus seres queridos, la enfermedad de su esposa, las deudas, él solo con sus tres hijos chicos, la vida. Y a esa edad pensaba lo mismo que ahora: qué injusta parece la vida a veces.


                                            

            

En  varias entrevistas, él señaló sobre su método pedagógico: “El criterio básico consiste en lograr que afloren los valores que el alumno lleva dentro. Me ha dado buen resultado repartir a todos los estudiantes el mismo guión para que ellos lo vayan trabajando en casa”. Entendiendo estas palabras  ¿Qué afloro de vos en esas clases? ¿Cómo eran esas defensa de cada trabajo en la devolución colectiva?

Mirá, el primer guión que me entregó para que lo desarrolle en completa libertad, pudiendo cambiarlo y hacer con él lo que quiera, era una adaptación de un cuento de Giovanni Papini que se llama “La última visita del caballero enfermo”. Yo quedé profundamente sorprendida (una vez más) porque había leído ese cuento por primera vez, el día anterior  y me había conmovido mucho. Era como que la clase para mí estaba llena de señales, de cosas que no podía dejar de percibir que eran especiales, que un mundo nuevo se abría ante mí. En cuanto a la devolución colectiva, siempre estaba dirigida (por decirlo de algún modo) por Alberto que intervenía cuando alguien decía, por ej.: “a mí no me gusta”. El respondía: “acá no se trata de lo que a cada uno le guste. Se trata de si está bien o mal hecho”.A mí, que todavía hoy, suelo trabajar compulsivamente, una vez me dijo: “no traigas 7 páginas, traé una sola y buena”.Siempre decía la palabra justa y era fácil de entender.


     

En estos momentos estas abocada a la ilustración. En tu presentación en las redes sociales señalas que él decía sobre la ilustración que era : “un trabajo muy digno, pero muy exhaustivo”. Entendiendo que él ilustro varios cuentos infantiles para distintas editoriales en los años 60 , su hija Cristina remarcó que se siente más libre haciendo ilustraciones que historieta y su mujer Irma Dariozzi es ilustradora ¿hablaban al respecto¿ ¿Qué concejos te brindaba?

Alberto no llegó a conocer mi trabajo como ilustradora. Él me indujo a buscar trabajo en editoriales de libros para chicos por unas adaptaciones a historieta que hice de cuentos clásicos (Barbazul, El flautista de Hamelin) y algo que le gustó mucho que fueron cuentos de Oscar Wilde adaptados a historieta. En sus clases sólo hacía historietas. Fue  después que empecé a ilustrar. Alberto admiraba mucho el trabajo minucioso de Irma y nos lo mostró, admirando que pintaba pluma por pluma de cada pájaro (para un trabajo de aves que creo que Irma hacía para algún museo. No recuerdo bien). Y el de su hija Cristina también. Lo que hacía Cristina era hermoso. Todo. Sus ilustraciones y sus muñecos. Él nos impulsaba  y nos exigía a trabajar seriamente, con compromiso.  “con las tripas en el tablero de dibujo” y con amor, con felicidad.




Dicen ex alumnos de otra etapa de su vida que Alberto tenía un rasgo de seriedad y dureza a la hora de dar devoluciones o enseñanzas ¿era igual en los años que estudiaste?

Puede ser, pero también era cálido y muy generoso. Es más, creo que su severidad y dureza eran un acto de generosidad, de ayudarnos a ser mejores, a superarnos, a no recostarnos en el éxito ni en el amor propio.

¿Cómo fue seguir con El Tripero a meses de su fallecimiento?  ¿Qué significaba para ustedes emprender un proyecto con ese nombre tan brecciano?

Significaba un poco un homenaje. Una continuación. No querer que se termine el sueño. Un mostrar su legado. Él nos instaba a hacer una revista de autor en sus últimas clases. Hasta nos preguntó cuánto dinero hacía falta.




¿En tu obra se puede encontrar cosas de Breccia?

Espero que sí!  Ja ja … Una vez, después de unos 5 o 6  años que Alberto había muerto, hice un curso con Carlos Nine y él observó en uno de mis ejercicios que “había algo que le recordaba al Viejo Breccia”. Cuando le dije que había estudiado con él, se sonrió, se sorprendió y le gustó.




¿Qué anécdota podes contarnos sobre Alberto?

Puedo contarte que hubo un día que retrata un poco todo lo que ya te conté. Llegué primero a la clase para despedirme con mucho dolor, porque estaba pasando por problemas económicos y no podía seguir con el estudio . A su vez, no quería contarselo y, simplemente le dije que ya no iba a seguir con la historieta. Me acuerdo que me miró con esa mirada profunda y severa que parecía que te decía “no podés mentirme a mí, me doy cuenta” y me dijo: “¿es por la guita?. Si es por eso, no hay problema. Yo te beco.. Cuando puedas me pagás y listo”. Me morí de vergüenza y emoción y sólo pude decirle que no, que no podía aceptar. Sólo me dijo que no podía dejar. Que era importante para mí seguir.  y seguí.




¿Cuáles de sus obras es la que más te gusta? ¿Por qué?

Creo que el Drácula. Porque cuenta sin texto, sólo con dibujos maravillosos, con color maravilloso, con humor. Un humor negro, pero tierno, casi infantil. Y cuenta cosas profundas de su vida:  cuando Drácula le transfiere su sangre a la novia moribunda, cuando se horroriza de los actos de los hombres y se interna en un convento. En Drácula, es Breccia en todo su esplendor. Así era él, creo. Una especie de monstruo bueno.



1 comentario:

lavandeira dijo...

¡Quedó relinda, Paula! Siempre es emocionante para mi recordar a Alberto. Gracias