Por Pavla Ochoa
La aventura de tener una revista propia con sus amigos, como lo fue “Acento”, es muy reciente. Pipiolo, siente que no tiene que detener su andar en su búsqueda de vivir del dibujo. Cada rechazo lo embriaga de rabia. Cuando el optimismo parece evaporarse de sus bolsillos, aparece como un rayo en la oscuridad su amigo, "el Negro Lujan":
-Alberto, tenes que ir a ver a Héctor Arzeno
para dibujar en la revista.
- ¿Qué revista?
-El Resero, pero no pierdas tiempo conmigo y
anda a verlo al bar de "Los Payadores", que te espera.
Sale corriendo a ver al presidente del Centro
Tradicionalista El Resero. Al llegar frente al Mercado de Hacienda, ve el
gaucho y su caballo realizados por el artista escultor, Emilio Jacinto Sarniguet,
y sabe que llegó a destino. Respira, se acomoda un poco la ropa desaliñada y
entra al Oviedo.
No puede contener la emoción y sale corriendo
a su casa y se encierra a bocetar a Güemes. Cuando siente que logró la imagen
del caudillo salteño, se libera al pincel y la tinta china. Logra una imagen
donde reposa el guerrero. Lo ve, siente que está ahí en el papel. ¿Qué limite
era el que acababa de pasar? Les da acceso a todas las aceptaciones.
La lámpara sigue encendida y se anima hacer guitarras, carretas y ranchos, que van acompañar poesías y textos tradicionales. Cuando el cuerpo ya no resiste, se duerme sabiendo que cumplió con su primer trabajo profesional
En la mañana del 14 de junio de 1939, va a buscar la publicación, la huele, deja que la tinta de impresión se le meta por los poros. El orgullo en sus huesos crece a cada segundo. Sus ojos miran cada página, mide lo que el mundo, aquí, más allá, le propone. Mira a todos lados. Tiene un rostro lleno de vida, sabe el barrio va a ver su esfuerzo y que las manchas de sangre de los animales y la persecución de las moscas empiezan a tomar distancia de él.
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