Por Pavla Ochoa
Ahora es el momento de la revancha. Esperó este momento desde que Dante Quinterno lo sentó en su mesa y le explicó las reglas mínimas del relato. Hasta entonces, él era un dibujante que resolvía cuadrito por cuadrito, ahora tiene la posibilidad de dibujar uno de los personajes más populares de la editorial. Y todo gracias a Emilio Cortinas. No solo porque no lo va dibujar más, debido a que por el contexto político de país se regresa a Montevideo. Si no, porque después que Quinterno llamó a Alberto Giolliti para que continúe las aventuras del detective porteño, él lo rechazo y nombró a Breccia como potencial candidato a que lo remplace.
Al principio hace su mayor esfuerzo por copiar el estilo de Cortinas. Por orden de su jefe, tiene que firmar como si fuera el dibujante uruguayo, cada jueves en el último cuadrito de Vito. Sabe que no son las mejores condiciones, pero disfruta de las ideas de su socio; Leonardo Wadel, que reemplaza en los argumentos a Mirco Repetto.
Su compañero de aventura, le plantea desde su fanatismo
de la escuela policial inglesa, argumentos deductivos interesantes. Le cumple a
rajatabla con la fecha de entrega, eso lo asombra. Le parece el primer guionista
profesional cien por ciento con quien trabaja.
Cuando lee los argumentos, snota el trabajo de documentación para inventar historias, porque no son aventuritas banales, sino que Wadel intenta brindar información al lector en las peripecias del detective. Eso le gusta.
Tiene miedo porque no
maneja el dibujo académico, tiene muchos problemas de anatomía y siente que no
podrá disimularlos. Su amigo y parte de su familia, le da una solución; “ser
modelo vivo para Vito Nervio”.
En “La Cueva”, su taller, su mundo de creación, lo disfraza a él y a sus ayudantes y les hace realizar acciones posibles que le requiere el argumento. Ríen, toman mates y vuelven a reír.
Está feliz
del resultado final.
Se asombra de esas primeras aventuras que dibuja de la sensación que genera entre los lectores de Patoruzito. Siente que lo que hace es masivo por su llegada y que es hora de un cambio. Le propone a Quinterno, algunos cambios, entre ellos cambiar bastante al personaje, sacarle el jopo, seguir sus aventuras por donde cree que debe rumbear y firmar el trabajo con su nombre. El editor le abre la puerta para que juegue y él junto a Leonardo, su camarada, toman el timón. Gana la aventura, ganan los lectores.
Está
convencido que su obra comienza con Vito Nervio, que todo lo anterior fueron
tiros al aire, para comer. La tinta es
sangre. Sabe que algo está cambiando, aunque aún no distinga, ni tenga certezas
de qué. Pero de algo está seguro; se está moviendo y eso en estos tiempos de
quietud constante, es sacudir al infierno y volar por un cielo transparente, un
cielo que comienza a tocar con sus manos.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-642-2003-02-23.html
http://www.alberto-breccia.net/por-algun-lado-hay-que-empezar-part2/
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