Por Pavla Ochoa
Piensa en Osvaldo Pugliese y los cantores de su orquesta. En Roberto Chanel, Alberto Morán, se dice a sí mismo; “¿Cuál fue el que trabajó con el maestro más tiempo?”.La respuesta tarda unos segundos en venir, pero llega; Abel Córdoba.
Se taladra
la cabeza, sabiendo que nadie se acuerda de Abel Córdoba, cantor que acompañó
al músico en sus últimos tiempos. En la historieta, Juan se siente como Abel,
porque tuvo la suerte de trabajar junto Alberto en un tramo de la última década
de laburo del dibujante.
La vida los puso de frente en los días de 1981. Cuando estaba saliendo con su hija Patricia y le pidió que le haga un argumento. Juan, nunca había escrito un guión de historietas, había entrado al mundo de las aventuras en viñetas desde un lugar académico, de análisis, pero no creativo. Era un buen narrador, pero no tenía idea de nada sobre hacer historieta. Siente que Alberto tuvo que padecer su aprendizaje de un oficio que desconocía. Aprendió a los tumbos y se nota mucho en Perramus.
No se
siente orgulloso de ese trabajo, sabe que quería contar muchas cosas, pero no sabía
cómo hacerlo. Algunas cosas que hicieron
al final del camino, están bien contadas, pero no tenía ni tiene la vocación de
guionista.
La manera
de trabajar con el viejo en esos casi 8 años juntos, era sencilla. Aún recuerda cuando le decía; “Hace que hablen
menos, Juan. Achica esos diálogos. Que pase algo, que se muevan “. Esa era la dirección técnica que recibía del
dibujante: menos palabras, más
movimiento.
Breccia, trabajaba en hojas grandes y gruesas, donde
componía las páginas y hacía los lápices y luego entintaba a la aguada otras
hojas en distintos tonos de gris que recortaba para luego armar las figuras. No
hacía globos, si dejaba los espacios para ellos. Cuando terminaba siempre le
chiflaba; “¿cuándo me traés el argumento?”.
Alberto, jamás usó la palabra guión.
Ahí, Juan
le pasaba a máquina los diálogos, adaptando lo que hiciera falta al espacio.
Luego, intervenía Héctor Formento,
que incorporaba en un papel de calcar, los globos con el texto.
Trabajar
con Alberto, era sencillo. No tocaba
nada en lo argumental, pero se tomaba libertades creativas en la forma de
narrar. Hay cosas que son de él, en las que Juan no tiene nada que ver. Cuando
en la figuración de los personajes usa al Gordo Troilo, o pone la cara de
Ki-ssinger, o de Caputo al ministro, o la de José María Muñoz al relator del
Mundial ’78, o la murga que dice Mataderos, o que haya pintadas en las paredes
con la leyenda; “Viva Perón”, todos esos anclajes son de Pipiolo.
Juan pudo
viajar a Europa, gracias a él que lo llevó a charlas, conferencias. Le invito a
ser parte de la aventura de hacer historieta.
Por eso se emociona.
Se emociona
de ver esa última entrevista de Alberto. Ahí le dice a Cesar Vidal sobre su
gusto sobre los guionistas; “No hay
ninguno que me guste. Si tuviera que elegir alguno, elegiría a lo mejor; a
Sasturain. Pero en verdad no me gusta ninguno”.
Sabe que su trabajo como historietista está
fuertemente ligado a ese hombre. Cuando Alberto murió, Juan no escribió nunca
más un argumento. Quizás porque siempre
creyó en lo que escribió Antonio Di Benedetto; “No se puede volver a lo que se
quiso”.
Fuente; https://www.youtube.com/watch?v=g1tO9bMfR_I&t=1028s
https://www.youtube.com/watch?v=tOGWIVv0Gc0&t=400s
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