lunes, 10 de febrero de 2025

Entrevista a Danilo Guida

 Por Pavla Ochoa


 Danilo Guida, es Profesor Nacional de Pintura, dibujante de historietas e ilustrador. El amor que le tiene a la historieta, lo llevó a tomar clases con Oswal, Alberto Breccia y con el Estudio Villagrán, donde luego se desempeñó como ayudante.  También fue parte del grupo de alumnos de Breccia que crearon la revista “El Tripero”.

Sus primeros trabajos para el mercado norteamericano fueron ilustraciones eróticas, y la historieta “The Phantom Detective” e ilustraciones para juegos de rol. También trabajó en publicidad y en animación, colaborando en el diseño de personajes y en la pre-producción de la serie “City Hunters“. Desde el año 2010 trabaja en el comic online “Deep Dive Daredevils” para Estados Unidos y en el 2015 realizó su primer libro para el mercado Franco-Belga, la serie “Les Damnés” y en 2017 publica el segundo tomo. Siguió con el comic “Deep Dive Daredevils“, que también fue publicado en Francia bajo el título de “La Malédition Inuit”.




En un dialogo donde intercambiamos preguntas y respuestas, Danilo Guida, nos habló de su vínculo con Breccia y la historieta:

 

-¿Cuándo y cómo  llegaste  a estudiar con Alberto Breccia ?

Por la muestra de alumnos del taller que se hizo en el 92. En realidad, yo leí el nombre Alberto Breccia y creí que iba a ver trabajos suyos. Después, leyendo de nuevo el cartel era claro que era una muestra de sus alumnos, pero lo que vi realmente me gustó mucho. Me impactó la variedad de propuestas y el nivel que tenían los trabajos. Yo ni sabía que Alberto daba clases, así que ahí mismo (en el Centro Cultural Recoleta) pregunté por él y me pasaron su teléfono.

- ¿Qué características tenían las clases en Haedo?

Él aclaraba de entrada que NO ENSEÑABA DIBUJO, que para eso tenía que ir a una academia, o recomendaba hacer prácticas con modelo vivo. Al principio te daba algunos ejercicios: el de las cartulinas de color, otro que era hacer un plano de una habitación con todos sus objetos y dibujarla desde distintos ángulos… recuerdo también algún ejercicio de tinta imitándolo a Eisner…

Eran ejercicios para hacer, en general, en tu casa, no ahí.

Y después te daba un guión. Como ya te contaron, en las clases se exponían las páginas (en general de a pares, para ver cómo jugaba visualmente una página con la página anterior, y luego con la siguiente), y todos daban su opinión. Él, por lo general, era el último en opinar.

--¿Cómo era Alberto?

Y… Por un lado, era un poco intimidante de entrada. Y yo en esa época era tremendamente tímido. Nunca me animé a pedirle una dedicatoria en un libro, ¡mucho menos un dibujo!

Y si bien era un tipo serio, y tenía esa presencia que imponía respeto, también tenía mucho humor (a veces negro), y te daba cierta confianza. Te sentías cómodo.

Yo estuve solo un año con él, así que apenas lo conocí. Y lo agarré en una época donde sufría muchos dolores, tenía también la voz más débil… Me gusta ver fotos o videos donde se lo veía más vital, más enérgico.

- Cuando unx habla con estudiantes de Alberto como Lito Fernandez o Cacho Mandrafina, ve que con la camada de ustedes fue distinto en algunos aspectos. Por ejemplo Mariano, su nieto señaló una diferencia del Alberto de la Panamericana o IDA con el de los sábados en su casa: “Participé en los talleres de Haedo, en los últimos años ya no era tan letal como en la época de la Escuela Panamericana de Arte. Ya se había amansado un poco, te criticaba, pero no te mataba como en la época de Lito Fernández” 

¿Qué destacas de su rol de maestro?


Claro, yo vi la nota de Lito. Era muy tajante. Probablemente estuviera más “amansado”, pero también creo que en la época de Lito o Mandrafina, se buscaba la profesionalización, ¿no? Entonces hay ciertos cánones que había que seguir, porque si no, no te daban laburo. En nuestra época, él ya estaba más allá de esos cánones y como él mismo decía “no enseñaba dibujo”. Eso por un lado…

Después estaba lo que te comentaba de su humor. A lo largo de las clases se establecía un vínculo afectivo que le permitía decir las cosas salvajemente, y vos las aceptabas con una sonrisa. Nunca vi que nadie se ofendiera. Y de ahí vienen las frases… “Vos pintás como tirando fideos al río” (a Lautaro Fiszman, hoy en día un excelente pintor), “Un duende no es un enano de jardín, ¡es una criatura horrorosa!” (esa me la dijo a mí), a Sandra (Lavandeira) “Esto que te voy a decir, lo digo como un elogio. Vos dibujás como un hombre”… y seguro hay más. 





- ¿Cambió tu forma de pensar el dibujo cuando los hacia dibujar con hojas de otros colores para hacer una historieta en blanco y negro y valorar al blanco como color?

¡Ese ejercicio era jodidísimo! El concepto recién lo aprendí (lo aprendí, bah… lo comprendí, de ahí a que lo haya incorporado…) muchos años después, justamente viendo un cuadro de Mort Cinder. Un cuadro bastante chiquito en donde está Mort y Ezra en la oficina repleta de objetos, ¡y no hay ni una sola línea dibujada! Es todo el “tablero de ajedrez”, blanco-negro, blanco-negro, y cada tanto negro-negro, blanco-blanco. Era lo que él quería enseñar con ese ejercicio, a no depender de la línea.

- ¿Qué anécdota que recuerdes podes contarnos?

Recuerdo muchas. Pero la que me viene ahora a la mente, es cuando nos dijo que nos iba a mostrar una obra maestra. Alguien le preguntó si nos iba a mostrar un trabajo suyo, y él dijo tajante “jamás diría algo así de un trabajo mío”, y nos mostró el libro (que todavía no había salido) de Enrique, El Descubrimiento del Pacífico. ¡Nos quedamos embobados!

Después le pidieron que ahora sí, nos mostrara algo suyo. Entonces le pidió a Mariano que le trajera el Drácula (inédito también, en esa época). Yo creo que nos fuimos cada uno a su casa, flotando en el aire.

- En ese año del curso ¿Qué te dejó a la hora de hacer una historieta?

Es muy difícil de decir. Fue solo un año, y yo era muy chico. Muchos de los conceptos que él nos tiraba los entendí años después, y muchos otros se me habrán escapado. Pero yo creo que me dejó el ejemplo de dejar todo en el tablero, dibujar con las tripas, decía él.

Lo relaciono con algo que dijo Alcatena alguna vez (que sin haber sido alumno suyo, creo que tiene esto en común), “no perder el amor por lo que se hace”, que cuando uno se profesionaliza, a veces se corre el riesgo de que suceda. Bueno, en la medida de lo posible, trato de que a mi no me pase.




- ¿Cómo viviste ese 10 de noviembre de 1993?

Fue un golpe durísimo. Muy triste. Y también me dejó una enseñanza: Unos sábados atrás, él me había dicho que fuera al sábado siguiente, una hora más temprano; que si bien él no enseñaba dibujo, me iba a enseñar ciertas fórmulas que me podían ayudar. Por algún motivo no pude llegar en ese horario. “Ahora te jodés”, me dijo, “el sábado que viene, sí, venite temprano”… Como yo era un pendejo (y un poco pelotudo también), el sábado siguiente tampoco llegaba al horario convenido, y de la vergüenza ni aparecí. Al sábado siguiente fui al horario habitual para pedirle disculpas, y en lugar suyo estaba José Muñoz reemplazándolo. Alberto estaba internado. En la semana, si mal no recuerdo, murió.

Y la enseñanza fue la de aprovechar a los maestros cuando los tenemos (también puede ser aplicable en otros órdenes de la vida, ¿no?), un día no están más.

- ¿Qué significo para ustedes hacer la revista El Tripero?

En un principio, para todos creo, fue una suerte de homenaje/catarsis justamente, por el dolor de esa pérdida. Después, para muchos debe haber sido una plataforma donde experimentar, fortalecerse, crecer en una identidad… Yo solo estuve en los dos primeros números.

Más allá de la revista, estaba el taller que continuamos todos los sábados, con la misma modalidad de presentar los trabajos y hacernos las críticas. En un momento empecé a sentir que necesitaba un tipo de aprendizaje más formal, así que me fui al Estudio Villagrán. Lo ideal hubiese sido el camino inverso, empezar por el dibujo más académico para después romper, en todo caso (como hacían los flacos que mandaba Presas a lo de Alberto para soltarse)…, pero las cosas de dieron así.



- En tus constantes lecturas de la obra de Breccia ¿Qué fuiste descubriendo? ¿Y cuál es tu favorita?

¡No deja de asombrarme! Es difícil elegir una, pero tengo más o menos mi Top 3… Mort Cinder, Un tal Daneri, y el tercero podría ser Drácula, pero cabeza a cabeza con Informe sobre Ciegos, o el primer Perramus… Sí, es muy difícil. ¡Pienso en algunas unitarias también, El Corazón Delator, La Gallina Degollada.



-Entendiendo que sos lector de historietas ¿Ves en la historieta actual o de estos últimos años influencia de Breccia?

Sí, claro. Uno piensa enseguida en Mandrafina, Muñoz, Risso… Pero en realidad la obra de Alberto es tan diversa que sus influencias van mucho más allá del blanco y negro puro.

Está también el tema del ritmo, la narración… El Corazón Delator, ese juego rítmico que hace ahí, yo lo vi en varios autores extranjeros también. Y vos decís, ¡este lo debe haber visto a Breccia, seguro!

En la historieta actual tal vez es más difícil de ver, pero la historieta moderna le debe mucho a Breccia, a Nine, a Muñoz… El salirse, justamente, de los cánones de la historieta comercial.

 


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