Por Pavla Ochoa
El
dibujante de historietas, Silvestre "Frank" Szilágyi, es un claro ejemplo de lo que
significa ser un trabajador de viñetas en nuestro país. Una industria local
inexistente, con trabajos por encargo para editoriales de Europa y una ausencia
de políticas públicas que fortalezcan y resguarde la actividad historietista es
a lo que se enfrenta actualmente un trabajador del lápiz al no ser considerado
como un oficio ser dibujante.
Desde que
cumplió los 18 años de edad, Silvestre Szilágyi comenzó a recorrer las
redacciones de las editoriales con sus dibujos bajo el brazo. En Columba le
dijeron “que le faltaba” y lo mandaron a estudiar con Breccia en el Instituto
de Arte (IDA), donde logró perfeccionar su trazo. Cuando Breccia decidió
abandonar el IDA, sugirió a sus alumnos que no se desperdiguen; que, si
conseguían un lugar apropiado, él seguiría con las clases. A partir de ahí nace
el “Estudio Géminis”, un “refugio de creadores”, que fundaron junto a Gaspar
González y otros, que mantuvieron, una experiencia única en la historieta argentina
que duró casi 24 años. Consiguió trabajo en la revista Intervalo donde ilustró
relatos bélicos, aventureros, históricos, policiales y hasta romances. Su amor
por la historieta lo llevó a dibujar a un personaje que consumía en su niñez;
El Fantasma (The Phatom) para la editorial norteamericana Moonstone Publishing.

Con la
perspectiva que dan los años y la experiencia, Szilágyi mantiene el amor a una
profesión que nunca le garantizó un sólido ingreso económico pero que nunca lo
hicieron retroceder a ser protagonista de ese mundo de viñetas que solía
disfrutar de niño como lector.
El domingo
31 de agosto de 2014, en el programa de radio “Nunca Es Tarde” que hacía en FM
Moreno 90.1, le realice esta entrevista telefónica en la que hablamos del duro
oficio de dibujar y de cómo fue estudiar con Alberto Breccia:
-¿Qué significa en la actualidad ser dibujante
de historietas?
Para mí,
es muy importante esta profesión, porque puedo contar una historia con dibujos.
Cada uno que quiere contar historias a veces cree que necesita utilizar un set
de filmación para hacer una película, pero en realidad un lápiz y un papel es
mucho más barato.
-¿Cómo llegó a ser dibujante?
-Desde
antes que tenga memoria, un abuelo me decía que yo dibujaba desde chico, cuando
aún no sabía hablar, ruedas, que era lo que me llamaba la atención. Después
seguí dibujando trenes, autos y a los 8 años comencé a leer historieta y copiar
personajes. Luego empecé a contar otras historias, dibujando guiones ajenos,
aunque también escribí algunos. Pero como profesional arranque el 15 de agosto
de 1971 que me llamó Lito Fernández para preguntarme si quería ser su ayudante.
Y me acuerdo de la fecha porque dos días más tarde era el feriado del 17 y fue
el día que fui al estudio que él tenía en Belgrano y comencé este oficio, pese
a ganar la mitad de plata de la que ganaba en otro trabajo, porque yo quería
dibujar.
¿A quiénes rescata de esa historieta de la
época de oro?
Los mejores dibujantes de esos años son Hugo
Pratt, Arturo Del Castillo y Alberto Breccia. Un italiano, un chileno y un
uruguayo, pero que se formaron e hicieron su carrera acá. Además, Arturo Del
Castillo, tiene muchas historietas románticas que fueron publicadas en
INTERVALO, que son más de una vez mejores a las obras más conocidas que
tiene. Él y Alberto Breccia, hicieron
trabajos para Inglaterra que están bastantes buenos pero que acá fueron muy
pocos difundidos, solo algunas páginas, una lástima para quienes amamos la
historieta.
-¿Conoció personalmente a Alberto Breccia?
-Sí, fui
alumno de él. Una vez fui a la Editorial Columba con dibujos de aficionado y
ahí me recomendaron que vaya a perfeccionarme en algún curso de dibujo y me
mandaron al Instituto de Arte (IDA), ahí
también daban clases Ángel Borisoff y
Pablo Pereyra, que antes habían enseñado en la Escuela Panamericana de Arte.
Pero la verdad es que yo no sabía quién era Breccia. Pensé en
primera instancia que hacía humorismo porque cuando él decía Mort Cinder, yo no
conocía al personaje y creía que era un personaje cómico llamado “Morcilla” y
cuando vi los dibujos me di cuenta que era otra cosa. Son esas cosas que pasan
por no conocer.
-¿Cómo era
Breccia como maestro?
-Era
bastante estricto y muy serio. Decía lo que pensaba sin anestesia. Es decir, si
algo no le gustaba decía: “Esto es una porquería…Rómpalo y quémelo”. Él pensaba
realmente lo que decía y casi siempre era algo que estaba acertado. Esa
honestidad nos servía para esmerarnos en nuestro trabajo, para que no diga eso.
¿Qué concepto brindado por Breccia, le quedo
en su dibujo?
Qué hay
que dibujar todo lo que pueda del natural, en especial figura humana, tanto
vestida como sin ropa, para estudiar bien todos los detalles. También hacer
bocetos de animales, autos, porque ahí se traslada lo que son las tres
dimensiones en la que vivimos: ancho, alto y profundidad, donde la trasladamos
a dos dimensiones en una hoja. Hay que tener bien claro la diferencia entre lo
que es línea y mancha, pero nunca olvide que la historieta es contar una
historia, más allá de ser un buen dibujante. Hay que aprender a mirar a
nuestros alrededores y dibujar para comunicar una idea. Breccia, siempre nos
decía; “Dibujen del natural” y tenía razón, es donde uno aprende a mirar, a
observar.
Siendo usted lector de historietas ¿Cómo vivió
ese momento en que dibujo a El Fantasma (The Phatom) para la editorial
norteamericana Moonstone Publishing?
Dibujé
durante años a El Fantasma, hice 450 páginas. Imagínate que lo leía cuando era
pibe y lo mismo me hubiese pasado si me tocaba Superman o cuando me tocó
dibujar Dax que salía en Dartagnan y lo dibujaba Marchione que lo conocí cuando
éramos alumnos de Breccia y que ya sabía del personaje de antes que se
publicara porque iba a visitarlo y me encantaba ese personaje. Después me toco
dibujarlo en un montón de capítulos. Obviamente, El Fantasma me sirvió para
mostrar mis dibujos en muchas partes del mundo. Trate de hacer esa historieta
lo mejor que podía para que la disfrute el que la lea.
¿Cómo es ser dibujante en este tiempo actual?
Muy
duro. Muchas veces la gente te dice porque no te buscas un trabajo en serio. En
la actualidad hay editoriales que le exigen al dibujante que les pague para
poder publicar, lo que es una locura porque uno está trabajando para ganarse la
vida y tiene que pagar, es como decirle a un albañil levante una pared, pero me
tiene que pagar, es un disparate. Lamentablemente es un abuso y no hay ninguna
ley que resguarde a los dibujantes de historietas.
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