Por Pavla Ochoa
Su voz retumba en el salón de IDA. Escucha cada palabra del viejo, como si fuera la biblia de la historieta con sus mandamientos; “Es importante la observación. Fíjense siempre en las caras de la gente, en el subterráneo, en el ómnibus. Toda la gente es diferente. Miren las caras de la gente, porque siempre dibujan las mismas caras y la gente es toda distinta. Cada individuo es una unidad”.
Lo escucha como quien repentinamente tiene sed. Él es en sí mismo la historieta. Siente que le está brindando su propia historia en cada consejo; “Cualquier cosa es buena para dibujar. La tinta china, el café, la ceniza con agua, los pinceles, las hojitas de afeitar, las pajitas de escoba. Yo dibujo con cualquier cosa”.
Les muestra
unas páginas originales, se siente la tinta, la sangre en cada cuadro. Y ahí mismo, delante de todos, se moja
uno de sus dedos con saliva y arrastra la tinta en una hoja. Cacho, se lo
imagina haciendo eso mismo en algunos de los bosques de Mort Cinder.
Trata de
guardar todo en su memoria. Lo admira desde pibe cuando leía a Vito Nervio. Le
llamaba la atención ese dibujante que sobresalía sobre el resto. Ahora parece
otro tipo por la versión que está haciendo de El Eternauta para GENTE, pero
justamente la versatilidad del viejo es lo que le encanta.
Pipiolo no
para de marcarles algo que el joven no va a olvidar, nunca; “Dibujar una historieta es similar a ser un
director de cine. Con la diferencia que también somos responsables directos del
vestuario, la escenografía. Debemos pensar donde debe colocarse la cámara,
entender el argumento. Son importantes a la hora de dibujar la narración, el
clima y los personajes”.
Le gusta lo que está viviendo. Es una esponja que absorbe todos los conocimientos. Antes de entrar a al salón del Instituto de Directores de Arte, el joven pensaba que los tiempos de la historieta se habían acabado. Algo lógico para alguien que había crecido leyendo lo mejor de las aventuras a cuadritos. Su padre, pese a no terminar la primaria, leía todo lo que caía en sus manos. Y le enseñó a hacerlo, a los 3 o 4 años, leyéndole “Chapaleo”, la historieta de Eduardo Ferro que salía en La Razón. Así fue como creció siendo un fanático del papel impreso, y de la historieta.
Luego, pasó a leer policiales y empezó a trabajar en un
Estudio Contable y en tiempos libres, hace dibujos, garabatos en los apuntes
como los que uno hace en un papel cuando habla por teléfono. Hace mucho que no lee
historieta piensa que está acabada. Ahora frente al viejo, siente que se le
volvió al cuerpo y comienza soñar con ser un dibujante profesional.
Les da
algunos nombres de libros y les menciona que deben documentarse no solo con
fotos o dibujos, sino que también lo pueden hacer con la literatura; “De ahí se puede extraer conocimientos y
encontrar la conexión con la imagen. También, tienen que tener cuidado con las
fotos porque dan la sensación plana. En cambio, dibujar con modelo vivo permite
la tercera dimensión y da una visión corpórea de las cosas de las luces y de
las sombras”.
Pero el
momento sublime que le cambia su cabeza es cuando define al blanco como color; “Es muy frecuente caer en la trampa de no
considerar el blanco color, porque el papel es blanco y dibujamos con negro. Pero,
si tomo un papel verde debo usar el blanco como color. Parece una observación
muy tonta, pero tiene gran importancia”.
Entiende que
es el negro el que encierra al blanco, algo fundamental en el clima para hacer
una historieta en blanco y negro.
Cada semana. Cacho, comprende, más y más por donde va su profesor, por los caminos que lo lleva a explorar. Le gusta el método de autocrítica y critica colectiva. Eso de hacer una página de historieta en clases y mostrarla delante de todos y abrir el juego de opiniones, le permite repensar su trabajo.
Aprende de
ese hombre. Él es el responsable que su dibujo encuentre el cauce de las
editoriales y de que se comience hablar de ellos. Sin copiar a otros, ni al
mismo viejo. Quizás porque ,Alberto no se cansó de repetir una frase que de tanto escucharla
le hizo liberarse de la línea; “No hay
que repetir mecánicamente lo que hace otro, sino entender por qué lo hace y
tratar de repetir por qué y no el cómo”.
Ama al
viejo. Todo lo que les dice, son conceptos que le ayudan hacer su propia
identidad gráfica. Apropiarse del guión,
para poder desarrollar e interpretar gráficamente esa historia, es una premisa
de premisa de método de laburo que lo va acompañar siempre. Es su maestro global de la historieta, un
vanguardista. Aprende todo en un año y medio y se siente orgulloso de ser uno
de los discípulos de Breccia.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-7403-2011-10-16.html
https://www.youtube.com/watch?v=NAIDxshc5EQ
https://www.youtube.com/watch?v=aJH8aF_zhmY&t=2s
https://www.youtube.com/watch?v=qMshI4W8pF8
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