sábado, 28 de abril de 2018

El "Che" por Enrique Breccia




Compartimos un artículo escrito por Enrique Breccia, publicado en INFOBAE, el 7 de octubre de 2017, sobre la historieta de “La vida del Che”, que realizara junto a su padre, Alberto Breccia y el guionista Héctor Germán Oesterheld.




En 1967, dibujé "a cuchillo" la vida del Che, con guión de Oesterheld


En 1967, poco después de la muerte del Che Guevara en Bolivia, Héctor Oesterheld se juntó con mi viejo, Alberto Breccia, y conmigo para decirnos que el editor Carlos Pérez (que había trabajado para Eudeba como jefe de producción en el Centro Editor de América Latina) y que era a su vez empleado del editor Jorge Álvarez, le había encargado un proyecto que se llamaría "Biografías"; 12 libros en formato historieta de más o menos 70 páginas.


Héctor y Pérez ya tenían una lista de los personajes que integrarían la colección: Sandino, Fidel Castro, Pancho Villa, Simón Bolívar, Tupac Amaru y otros, pero estaba decidido que el primer libro sería "La vida del Che".


Lo querían hacer lo antes posible, porque a Pérez lo entusiasmaba la idea de que fuera la primera historieta hecha luego de la muerte del Che.


De común acuerdo, entre los tres decidimos que mi viejo haría la parte inicial, la más documentada desde el punto de vista histórico, y que abarcaría desde el nacimiento de Guevara hasta su partida al Congo. Yo me encargaría de ilustrar "el libro del Che en Bolivia". En la primera parte, la narración es en tercera persona. En la parte que yo ilustré, "habla" el Che, ya que está basada en su Diario.

Las páginas que se reproducen en esta nota tienen guión en italiano porque es la única edición que tengo a mano, vale aclarar.


Como en el relato que imaginó Héctor las partes de cada uno irían intercaladas, era necesario que el estilo de dibujo fuera absolutamente diferente para ayudar al lector a distinguir -también desde lo gráfico- las distintas etapas por las que pasaba el personaje.


En la edición italiana que tengo, la historia está dividida en partes que se titulan: BOLIVIA – ERNESTITO – EL CHANCHO (que era el sobrenombre del Che en su juventud)- EL CHE – SIERRA MAESTRA – HIGUERAS. Pero no recuerdo si en la edición original era así.


El estilo usado por mi viejo fue más tradicional y descriptivo, mientras el mío era más expresionista, para lo cual aproveché la xilografía que por esos días hacía en forma autodidacta, que se distingue por los contrastes violentos hechos en blanco y negro puros, sin la utilización de grises. Ese "estilo" se prestaba más a la violencia del combate y a la creciente oscuridad de la historia a medida que ésta se acercaba a la muerte.


Recuerdo que, luego de muchas discusiones, Héctor aceptó escribir dos guiones de 35 páginas cada uno por separado, uno para mi padre y el otro para mí. Eran guiones muy simples donde sólo figuraban los diálogos, pero sin las habituales "descripciones gráficas" de toda historieta, para dejarnos entera libertad de creación.


 No gané ni un mango por mis 35 páginas, porque para lograr el efecto de grabado en madera dibujaba sobre una cartulina enyesada de tres milímetros de espesor. Casi sin usar el lápiz, ponía la tinta china negra con un pincel grueso y luego raspaba con la punta de un cuchillo. Eran cartulinas inglesas que costaban mucho y lo que me pagaban por página era menos de la mitad de lo que me salía cada hoja.



“ La cara de Guevara es muy sencilla de dibujar; el resto era selva, fuego y furia”


La xilografía, con sus contrastes de negro y blanco, casi sin grises, fue la técnica usada por Enrique Breccia. Aquí, el momento en que el Che es herido y capturado.


La xilografía, con sus contrastes de negro y blanco, casi sin grises, fue la técnica usada por Enrique Breccia. Aquí, el momento en que el Che es herido y capturado.


La única documentación que teníamos era un ejemplar del diario cubano Gramma. Fue muy útil para mi viejo que debía dibujar lugares y personajes reales, a mí no me sirvió porque la cara de Guevara es muy sencilla de dibujar, y todo el resto era selva, fuego y furia.


“ Héctor protestaba porque yo hacía demasiado feos a los campesinos bolivianos, “embrutecidos”, decía”


Fueron tres meses de trabajo continuo, de pura adrenalina y discusiones frecuentes. Héctor protestaba porque yo hacía demasiado feos a los campesinos bolivianos (embrutecidos era la palabra que usaba) y yo le respondía que no estaba dibujando un western donde todos son lindos. Pero además le dije que lo hacía deliberadamente después de enterarme que en 10 meses de campaña no se había sumado ni un solo campesino a su columna. "¡Estás volviéndote loco! ¿quién te creés que sos, el reclutador de Guevara?", contestaba enfurecido.


 Por supuesto tenía razón. Sin darme cuenta me estaba dejando "ganar" más y más por el personaje a medida que avanzaba el trabajo. No sólo porque tenia 21 años y aquellos eran tiempos de mucha ebullición política, sino porque ideológicamente hablando me definía como peronista, pero hacía poco que había dejado Tacuara y en el momento de hacer el Che estaba en la Federación Gráfica Bonaerense, el "luche y vuelve" y todo eso: yo era un "guiso" político con patas.“ Oesterheld me decía ‘quiero que haya poesía en los combates’”


Pero cuando Héctor me preguntó porqué razón dibujaba esa historieta, sin vacilar le contesté "por peronista". Creo que respecto al Che a Héctor le ocurría algo similar, aunque al menos conmigo nunca se definió políticamente. Me decía que lo que admiraba en Guevara era su compromiso y coherencia políticas, y por la pasión que ponía al escribir el guión eso era evidente. Me decía "quiero que haya poesía en los combates", y sin duda logró lo que se proponía. Además admiraba al Che como escritor. Afirmaba convencido que el "diario del Che en Bolivia" era una obra maestra. “ Las imágenes se hacían más y más extremas en términos gráficos; no fue casual que usara un cuchillo…”


Ya pasaron 50 años, y sin embargo recuerdo con toda nitidez cada día de trabajo y cada charla, porque a medida que avanzaba me comprometía más con el personaje, las imágenes -sin proponérmelo porque el apuro no dejaba tiempo para reflexiones intelectuales…– se hacían más y más extremas en términos gráficos, y hoy me parece que no fue casual que usara un cuchillo para dibujarlo.


Por otro lado, la mayor preocupación de Pérez era que la diferencia de estilos hiciera incomprensible la historia, pero nosotros tres terminamos convenciéndolo de lo contrario y luego el éxito de ventas nos dio la razón.





Álvarez le dijo a Héctor que, dadas las circunstancias políticas del país, le parecía más prudente para él que su nombre no apareciera, pero él se negó rotundamente. No recuerdo cual fue la posición de mi padre, pero a mí me gustó la postura de Héctor y dejándome llevar por la desmesura -que mi juventud explica pero no disculpa- le pedí a Álvarez firmar una por una mis 35 páginas porque estaba orgullosísimo de mi laburo, pero él se negó diciéndome con sensatez que bastaba con nuestros nombres en la tapa. En realidad lo que pasaba era que yo no lo consideraba un simple "trabajo", tanto es así que luego de eso ninguna otra historieta logró que me sintiera tan profunda y totalmente involucrado en todo sentido, y no hubo otro trabajo que dejara en mí una huella indeleble que no se atenuó ni un poco en medio siglo.


Apenas la edición apareció en los quioscos, el diario La Nación publicó un editorial titulado "Confusión", donde advertía sobre los peligros de la captación ideológica. Es curioso que un diario conservador viera con claridad lo que los editores de historietas no veían: el potencial de penetración masiva del género como vehículo de difusión de ideas. “ El ejército allanó la editorial y secuestró todos los originales”


El ejército allanó la editorial, secuestró todos los originales y nunca supimos qué fue de ellos. Aunque un tiempo después, un alto directivo de la Editorial Atlántida que era amigo de Guillermo Borda, ministro del interior de Onganía, me aseguró que ese funcionario tenía enmarcada en su casa una página mía de dos cuadros, en la que el Che le ordena a su verdugo que dispare.


Como se dijeron muchas pavadas sobre ésto, es necesario que aclare que ninguno de los tres fue amenazado, salvo alguna que otra llamada telefónica que pudo ser obra de cualquier gil.


Mi admiración por el Che siempre estuvo en contradicción con el hecho de que no fuera más políticamente argentino, que no fuera capaz de entender al General Perón y que no se uniera estratégicamente a él.


También deseo aclarar que posteriormente el querido Héctor no fue desaparecido por su labor de guionista de historieta sino por su militancia en Montoneros. Esto no tiene nada que ver con Vida del Che, pero por amistad me siento obligado a dejarlo en claro porque existe mucha confusión con este tema que en mi opinión le quita valor a su sacrificio y al de sus cuatro hijas.


El libro, además de Argentina -hablo sólo de las ediciones legales, porque ediciones "piratas" hubo y sigue habiendo en muchos países-, se publicó en España, Italia, Francia, Alemania, Croacia y Grecia, y ahora me acaban de avisar que para este aniversario sale una edición en Portugal. Sin embargo, y vaya uno a saber por qué, el régimen cubano jamás permitió que se editara en la isla.

Texto de Enrique Breccia, publicado en la edición de Infobae del 7 de octubre de 2017.

domingo, 15 de abril de 2018

“Él es un antes y un después en la historieta mundial”




Por PaVla Ochoa-

El 15 de abril, Alberto Breccia, dibujante revolucionario  que influye aún en estos tiempos modernos en la historieta mundial, cumplió 99 años.


Sonia Olmo, directora de la revista “A Tiza y Carbón e  hija de Irma Dariozzi de Breccia, segunda esposa del historietista, recordó parte de su historia compartida con ese hombre que le aporto su arte a un género aún marginal como es la historieta.





Sonia Olmo, respira y sonríe , cuando se le pregunta sobre Alberto Breccia; “Lo conocí de muy chica en el Instituto de Directores de Arte (IDA), porque mi mamá, estudiaba dibujo y él era su profesor de ilustración. Yo tenía 12 años y me impacto cuando lo vi, era una persona deslumbrante por su forma de ser, mi vieja le tenía al principio miedo y a la vez un gran respeto porque era mal humorado…


¿Lo era realmente?

Lo que pasa es que él no era una persona careta, era muy frontal, no andaba con medias tintas.




Entendiendo que usted prácticamente se crió con Breccia ¿Cuándo dimensionó que era un artista reconocido mundialmente?

Nunca me lo puse a pensar, me sorprendió su pregunta. De grande tomé dimensión de quien era, porque siempre para mí fue primero el profesor de mi mamá, luego el novio y después el marido, pero siempre para mí era una persona especial. Cuando entré a su casa de Haedo fue entrar a otro mundo mágico, libros y pinturas en las paredes, era una especie de  “Disneylandia”, ahí leí una colección completa de libros de terror que él tenía. Pero cuando me di cuenta de lo que significaba Alberto Breccia fue de grande cuando él ganó el Premio Yellow Kid para dibujantes, siendo reconocido internacionalmente y ahí comencé a ver que era para los demás.


Es que ahí muchos lo dimensionaron.

Claro, imagínate que yo lo vi dibujar El Eternauta, para mí todo era mágico y después de golpe empecé a ver quién era la persona con la que me sentaba a tomar mate. Siempre fue extraordinario ser, yo me sentaba horas al lado de él mirándolo dibujar, cebándole mate.




¿Era una persona que tenía disciplina para su tarea de historietista?

Era su trabajo. No conocí a nadie tan metódico y riguroso como él. Se levantaba temprano, le daba de comer  los gatos, después desayunaba, se preparaba el mate y se lo llevaba al estudio y ahí hasta el mediodía estaba hasta que bajaba a comer algo o a veces recién a la noche cenaba. Trabajaba rigurosamente porque dibujar era su trabajo. No soportaba a la gente que ninguneaba el dibujo como oficio, los detestaba. En todos los aspectos de la vida era meticuloso y organizado.


¿Qué piensa que le brindó Breccia a la historieta?

¿A parte de la vida? La sangre, su vida le brindo. Él es un antes y un después en la historieta mundial. Abrió caminos a que todo es posible. Mostró que la historieta es un arte, eso hizo Alberto. Fue una apertura de  caminos a que todo es posible en el género de la historieta.


¿A usted que le dejó como aprendizaje?

A mí me marcó caminos en la vida. Yo me crie con él, para mí fue mi viejo. Mi mamá se separó de mi papá cuando yo era muy chica y realmente Alberto fue mi viejo, me marcó sobre todo la honestidad de decir lo que se piensa y obrar en consecuencia. Era una de las pocas personas que conocí así, es decir “hacer lo que uno piensa”, ese es el camino que me dejo. Buscar siempre en la vida soluciones, posibilidades nuevas, no quedarse, salir adelante. Hay una frase que decía Masetti ; “Voy hacia lo que no empezó, ahí me estoy esperando” ; eso lo describe a Breccia y lo que me dejó es buscar nuevos caminos.


¿La revista A Tiza y Carbón es parte de esos caminos?

Sì, ese es el homenaje, mostrar que la historieta es presente. Lo homenajeamos siempre, en la revista, en los talleres en la librería Lipi Bropos, generando espacios de libertad y creación para los pibes. Es nuestra obligación, apostar a la historieta como lenguaje para contar historias y crear espacios de libertad.


¿Cuál es la obra que destaca de Breccia?

A mí me gusta Mort Cinder, me partió la cabeza. El Eternauta, que sin desmerecer el trabajo de Solano Lopez, es la versión de Alberto la que más me gusta y claro la adaptación de “El corazón Delator” de Edgar Allan Poe, que es una obra maestra.




¿Hablaba en las reuniones familiares de su barrio Mataderos?

Sí, era su historia. Yo conocí a varios amigos de él, por ejemplo Rafael Pugliese, era como su hermano, era una gran persona, militante del Partido Comunista, lo amaba. Recuerdo que cuando falleció Rafael, Alberto estaba en Europa y cuando vino  a fin de año,  nadie se animaba a decirle que había fallecido y se enojó con todos porque no le habían avisado. Alberto era un hombre de una gran ternura, hay que desmitificar que tenía mal carácter, era todo lo contrario.  Cuando falleció (NdR; Breccia falleció el 10 de noviembre de 1993, el día del dibujante), él tenía 8 gatos que se fueron muriendo todos, se fueron uno por semana, quedó uno solo, entendemos que fue por tristeza porque él los amaba.




¿Cómo lo recuerda?

Lo quise mucho y lo quiero mucho, era un gran tipo. Para mí es” Pipiolo”, el que amaba a los gatos, el que escuchaba tango, el que limpiaba el jardín todos los días, el que revoleaba las botellas al mar, era hermoso y tierno Pipiolo. Él de las largas caminatas por Mar de Azul, él de las interminables y hermosas horas tomando mate y viéndolo dibujar. Con él hacíamos gimnasia en el galpón, él me enamoro haciéndome dibujos de chica y me conquisto para siempre.


miércoles, 11 de abril de 2018

El dibujante



Por PaVla Ochoa


No es difícil imaginar a Alberto Breccia ejercer en toda su plenitud, su vida proletaria: a través del dibujo. Sus grandes manos, antes de convertirse en las del maestro estuvieron sometidas al trabajo explotador de un frigorífico en Mataderos.








 
Desde niño fue un gran lector; rol que lo tuvo en activa interacción con su obra plástica. Transitó el camino a contramano de las leyes del mercado, sin dudar un instante de lo que iba a ser de su carrera.


 
Un artista con una inmensa capacidad de comunicar, pero que no llegaba a convencer a editores de turno que no comprendían lo que manifestaba. Estaba a años luz de los canones rígidos de la historieta. En ese clima hostil, nada lo desvió del horizonte a seguir.


 
Hombría a flor de piel, obsesivo en la limpieza domestica que solo se adormecía cuando se entregaba en una ceremonia interna, con una de sus pasiones, el amor a sus más de ocho gatos que habitaban su casa de Haedo. Paradójicamente en la semana siguiente a su muerte, día a día las mascotas felinas siguieron a la persona que les entregaba en cada jornada, no solo un plato de comida, sino que dedicación plena y total afecto sin límites.


 
Este hombre el anticuario del futuro, era directo en sus palabras que no se vestían de rodeos. El dibujante, Horacio Lalia, remarcó: “Alberto era un gran tipo, más allá que era una especie de coraza que tenía hacia el exterior, cuando uno lo conocía veía a una persona muy sensible y no tenía tan mal carácter. Simplemente era una postura que el asumía porque no le gustaba ciertas cosas Y ponía un poco de distancia, pero realmente él era una gran persona”.


 




Fiel a sus amigos de la infancia y a su pasado, siempre mantuvo vivo el recuerdo de los años que vivió en Mataderos. El deporte fue parte de la cotidianidad de su vida. El boxeo, lo tenía como aficionado y lo llevó a levantarse en cada puesta del sol a realizar gimnasia aeróbica y pesas. La radio y la música lo acompañaban en su taller de trabajo, el tango predomino a otros géneros y se incorporo a sus obras plásticas. Nunca fue militante de alguna estructura política partidaria, pero junto a Héctor Oesterheld realizo la biografía de Ernesto Che Guevara adaptada a la historieta.



 Ese trabajo fue censurado por la dictadura del General Juan C. Onganía, secuestrando y quemando los originales para que nada quede de la figura del guerrillero  revolucionario argentino. La tarea de hacer esta expresión gráfica con el guionista y su hijo Enrique no quedo en el olvido pese al intento de silenciarlo.


La decisión de su compañera de vida, Irma Dariozzi de enterrar en el jardín de su hogar un ejemplar de esa edición junto al libro de Eduardo Galeano; “Las venas abiertas de América Latina”, pese a la expresa negativa del dibujante, hicieron que podamos leer esa obra en el presente: “La verdad es que Alberto no quería enterrarlos, sino que quería quemarlos. Le decía; “¿Cómo voy a quemar al Che Guevara? Le hice un envoltorio para resguardarlo, papel de seda manteca, de todo puse, pagina por pagina, después lo envolví con metal, papel absorbente y después lo metí en un tubo de plástico de dibujo. Ahí también enterré una escopeta. Alberto decía; “llegan a poner la bomba y salta la escopeta, salta todo”. Yo le hacía a hacer cada cosa, meterse en cada situación, que lo iba a matar de disgusto”; recordó Irma. Sobre ese hecho puntual.









 
Patricia Breccia, destacó esa postura ideológica de su padre: “Mi padre se consideraba un hombre de izquierda. Pero no de las izquierdas conocidas, tenia una manera justa, sabia y sensible de considerar la vida y la vida de los demás. No toleraba los totalitarismos de unos ni de otros. Era un tipo amplio, democrático, siempre de lado del que menos tenía, con una enorme empatía por todos y hacia todo”.


 
Sufrió los avatares económicos, donde tuvo que hacer con su arte el operativo de sobrevivencia que se reducía a una palabra” pucherear”, pero nunca se traicionó, ni se alejó del camino que guiaba a su puño a experimentar con la luz y la sombra. Irma Dariozzi de Breccia, sostuvo esa postura de vida de su compañero de visa: “ Alberto sufrió los avatares económicos pero nunca se convirtió en un mercenario, ni se alejo del camino que guiaba a su puño a experimentar con la luz y la sombra, esa convicción estuvo presente en toda su vida:”Trabajaba con un entusiasmo, dibujó y pintó hasta tres días antes de morir, es decir previo a la internación. Hasta me hizo una caricatura, cuando me quedaba con el, media dormida. Ha sido el mejor dibujante de nuestro país, no solo porque fue mi esposo sino porque sobre todas las cosas por lo que demostró en sus obras. Fue mi maestro


 
Breccia se rigió por la más pura de las convicciones, ser un artista sin límites. Su hija, Patricia, describió esa postura: “Fue el tipo menos “divo” que conocí en mi vida. Nunca se consideró un “artista” y vaya si lo era. Fue un revolucionario del Arte. Un creador maravilloso. Considerado como uno de los más grandes dibujantes del mundo. Y sin embargo, era un hombre tan humilde, tan sencillo. Generoso, siempre, con los otros”.






 Impredecible, audaz, rebelde, palabras que componen la figura de Alberto Breccia. Como una determinación mística falleció el 10 de noviembre de 1993, el día del dibujante. Su trazo inconfundible sigue dejando huellas en los tiempos modernos por llegar.


 


 

Diccionario Brecciano



Por  PaVla Ochoa


Breccia traspasó en su carrera un profundo viaje de constante búsqueda, la de su propia identidad en la historieta, creando inesperados universos. En las múltiples entrevistas realizadas al maestro, se pueden encontrar definiciones, anécdotas, y posturas de vida de un hombre que retrato las heridas del ser humano.


EL DICCIONARIO DE ALBERTO BRECCIA








Adaptación: “Un día, cuando fui a entregar un trabajo, el gerente ( NdR; Se refiere a la época en que el dibujante trabajaba para la Editorial Manuel Láinez) me dijo que fuera hasta una librería de San Telmo y me comprara un libro “Rocambole”. Quería que lo adaptara. Incluso medio plata, porque el libro valía 40 pesos. Lo compré y empecé a leerlo Pero como la cosa era urgente iba dibujando a medida que leía y como en un momento había demasiados personajes, resolví matar algunos. Claro que como eran personajes importantes en los capítulos siguientes se armo una galleta tal que la gente no entendía nada y hubo que levantar la serie. Esto salía en Tit-Bits, revista de la que después me dieron la tapa”.



Buenos Aires: “Mantengo con ella una relación de amor y odio, como en todas las relaciones dignas de ese nombre. Es la ciudad donde me eduqué, donde me hice adolescente, luego hombre. En Buenos Aires conocí a las mujeres que he amado. Toda mi historia está allí. Y de Buenos Ares amo sobretodo los suburbios, Mataderos, los barrios”.


 
Credencial: “¿Cómo va a tener un tipo un diploma de dibujante? Para ser dibujante hay que saber dibujar, y para mostrar lo que uno sabe lo mejor es una buena carpeta, y no un diploma”.


 
Dios: “Lo religioso no me toca para nada. Es algo que para mí no existe”.


 
Estilo: “Durante años he hecho esfuerzos terribles para formar “mi” estilo y finalmente me di cuenta que el estilo es simplemente una etiqueta que no sirve para nada. Tener un estilo “personal”, esa especie de sello de garantía, es simplemente detenerse en el punto en el que se alcanza el éxito. Luego de la cima está el descenso; no se puede estar siempre en la cima, porque la vista se debilita, la fatiga comienza a hacerse sentir, uno se aburre haciendo siempre las mismas cosas. La mayoría de los dibujantes se detienen en el momento en que han alcanzado el éxito, se instalan confortablemente y no tienen más deseos de moverse. Hay que saber arriesgar todos los días su propio éxito”.


 
Fealdad: “Quizás fui elegido para dibujar la fealdad, o quizás veo la belleza a través de la fealdad. Por ejemplo debo hacer grandes esfuerzos para dibujar una mujer linda. No puedo dibujar mujeres bellas, casi siempre obtengo mujeres feas. Si debo dibujar gente, inevitablemente los dibujo feos. Paso el tiempo haciendo croquis en los café, tengo miles. Me siento en un café y comienzo a bosquejar a la gente que me rodea: le puedo asegurar que los que veo no son bellos. Quizás tengan toda una cierta belleza interior pero exteriormente... no hay demasiada gente que sea bella”.


 
Guionista: “Ese rol nace exactamente en Patoruzito, con Quinterno. Es el primero en tomar gente del staff de Patoruzú cuando decide fundar Patoruzito: Issel Ferrazzano, Mariano de la Torre , que firmaba Dante de Palo. A ellos les encarga los argumentos y se los da a los dibujantes, así nació el argumentista profesional (...) Lo que pasa es que entonces los argumentistas no eran buenos. Porque era gente que estaba escribiendo humorismo y de pronto el editor los pone a escribir aventuras (...) Lo hacían nada más que para ganarse la vida. Wadel era el único que creía en lo que hacía”.


 
Historieta: “Nunca me gustó la historieta, no me gusta y no creo que llegue a gustarme algún día. Me gusta mucho el dibujo: me ayuda a descargarme, sana mis enfermedades. También me gusta el dibujo aplicado a las historietas pero no me gusta el género. No las leo jamás, me limito solamente a mirar los dibujos”.


 
Ideología: “A mí me han ofrecido cualquier cantidad de dinero por dibujar historietas eróticas y no he aceptado, no porque sea un puritano, sino porque no me parece bien, no me interesa dibujar solo por dinero”


 
Julepe: “El miedo, el horror, son sentimientos, sensaciones, que nos acompañan toda la vida. Tenemos miedo de la enfermedad, de la muerte, de un asalto, de un accidente de tránsito, de un golpe de estado militar... Hablo del contexto en el cual vivo. Tenemos miedo de la crisis económica, de la guerra: cohabitamos con el miedo. El miedo está mucho más presente en nosotros mismos que el amor”.


 
Kamikase: “Cuando dibujo no me propongo ganar dinero, sino hacer lo que quiero. Si luego me da dinero o sucede que  muchas historias mías no se publican, es un riesgo que yo corro. Desde que comienzo a trabajar asumo esa responsabilidad”.


 
Literatura: “Mi interés por la literatura data de la infancia. Cuando contaba con siete u ocho años, leía a Breat, Poe, mezclados con Salgari y Julio Verne: las lecturas clásicas de los adolescentes. La literatura, los libros, son para mi una verdadera pasión. Cuando leo un relato o una novela que me llega, que me impresiona, soy presa de un deseo irresistible de ilustrarlos, de dibujarlos”.


 


Llamarada: “Yo estaba paseando una noche con Hugo Pratt por Palermo que me dijo, en un coche;  “Vos sos una puta barata, porque estás haciendo mierda pudiendo hacer algo mejor”. Me dio mucha rabia, pero tenía razón. Entonces yo estaba edificando mi casa y necesitaba plata, acepté una propuesta de Oesterheld que me había hecho antes y me dio un personaje, “Sherlock Time”, que era un detective del tiempo venido del espacio, un personaje muy extraño, en cuya realización tuve mucho éxito”.


 
Mass media: “Los teóricos tienden a complicar la cosa con las historietas. En una punta hay un señor que trabaja para entretener al público. En la otra, hay un señor que quiere entretenerse. Lo bueno o lo malo que resulte del producto terminado depende del talento del que la hizo y también de las condiciones en que trabaja. Pero el público no es un ente pasivo. El público elige siempre lo que le gusta y en esa elección está su respuesta y está también su responsabilidad. Porque lo que elige, de una forma u otra, lo incorpora a la visión que tenga de la realidad. Sin proponérselo, en forma inconsciente, pero lo digiere según sus propios valores”.


 
Negro: “Si ser un autor “negro” quiere decir contar historias no muy alegres, entonces si lo soy (...) Creo que- en el fondo- ser un romántico y no un dibujante “negro”. Soy alguien que muestra las heridas, deseando ardientemente que no existan. Todo esto es puro romanticismo, ya que esas heridas van a continuar existiendo”.


 
Ñaupa: “Sucede que empecé a dibujar un viejo anticuario de muchos siglos (NdR; El compañero de Mort Cinder, Ezra Wilson) . Y me di cuenta que, sin querer, estaba dibujando mi propio rostro”.


 
Oesterheld, Héctor: “Era un hombre dotado de una enorme imaginación y una gran cultura: era geólogo de formación. Para él, en la vida, las cosas no eran tan simples, tan claras. No estaba simplemente el bien opuesto al mal; había matices, grises. Los hombres podían ser al mismo tiempo buenos y malos; hombres de carne y hueso. Él introdujo esa visión del hombre en las historietas en el momento en que el héroe estaba fuertemente estereotipado como un héroe positivo, sin debilidades –ni físicas-, sin defectos: ¡finalmente inhumanos!. Por ejemplo, un héroe típico podía luchar con diez adversarios... y vencerlos a todos; podía evitar todas las balas que le dirigían... ¡Podía recibir dos cuchilladas sin ninguna consecuencia! ¡El héroe clásico era así!
Con Oesterheld el héroe se humaniza: fuerte y débil, valiente y cobarde, bueno y malo al mismo tiempo”.


Proletario: “El dibujante se cree un intelectual y no sabe que es un trabajador. Yo admiro mucho más y respeto mucho más a un plomero que va a casa a cambiarme el grifo y me dice «mire usted esto vale 5.000 pesos y si no le gusta llame a otro». Y yo le digo, sí señor, cámbieme el grifo por favor. A un dibujante lo llaman de una editorial, lo hacen esperar cinco días, le pagan cuando quieren y lo basurean, y el dibujante se aguanta, porque está en el nivel del intelectual, el hombre que no discute precios. Pero el dibujante ha de ser un trabajador en el momento de los precios, después será artista”.


Quienquiera: “El editor es un señor  que edita historietas como podría fabricar chorizos. Es un señor que quiere ganar dinero.”


 Resistencia: La razón principal que me llevó a comenzar Perramus fue el deseo de testimoniar todo lo que pasó en Argentina en la época de la dictadura militar. Es mi deber hacerlo. El dibujo era y es todavía, mi única arma. Con esta arma, protesto. Perramus fue un grito de protesta, un grito de rebeldía. Ahora la situación de Argentina ha cambiado: no totalmente, pero en gran parte ha cambiado. Hoy también hay buenas razonas para continuar protestando, pero ya no es mi tarea... No habría que dejar de protestar”.


Socios: “Es como un matrimonio; tras unos inicios intensos y pasionales, la monotonía toma el relevo”.


Tango: “Amo la música, todo tipo de música., pero la única que me conmueve y logra conmoverme hasta las lágrimas es el tango. No hay otra. El tango tiene 120 años, yo tengo 73, he vivido parte de historias; he vivido directamente una buena parte de las historias que narra el tango”.


 
Universo: “No puedo ignorar el contexto político y social en el cual he vivido. No vivo en una bola de vidrio. Si, en un hermoso día, decido salir para ir al restaurant, detengo mi auto en un gran boulevard y dos pequeños de cinco años se me acercan para pedirme una monedita, no puedo impedir verlos. Todo eso acaba en mis dibujos: es el contexto en el cual vivo”.


 
Vanguardia: “Cuando la revista Karina nos propone Richard Long para su suplemento, yo hacía cinco años que no dibujaba. Acepté el trabajo por una cuestión de dinero, pero lo iba postergando porque tenía miedo. Hasta que un sábado me acorralan: había que entregar la historieta el lunes. Y justo ese sábado me saco una muela. La extracción es dolorosa, se me hincha la cara y tengo fiebre. Entonces para ahorrar tiempo recurrí al collage y suprimí veinte cuadros al guión. Estas decisiones se debían a la necesidad de terminar rápido y no a una genialidad (...) Ocurre que las cosas se mistifican y después se descubre que detrás del mito siempre hay una vulgaridad, un tipo en camiseta”.


 
Wadel, Leonardo: “Oesterhel siempre fue muy valorado, y los dibujantes lo buscaban. La queja se podría justificar en Wadel, que está injustamente olvidado y yo diría que fue aquí el inventor de la profesión de guionista”.


 
Xerografiar: “Me costó mucho aprender a dibujar, hasta los 30 años yo era un dibujante que... Yo copiando, intentando, sufriendo, como hacen todos, siempre cuesta aprender a dibujar; y se trataba de hacer esto o seguir en un matadero rasqueteando tripas hasta morir, así que me seguía con ello o copiaba a Hogarth”.


 
Yantar: “Todos los días comprábamos con mi mujer un litro de leche y un alfajor, y esa era nuestra dieta. Medio litro de leche y medio alfajor cada uno (...) aún en la miseria hay que mantener cierto esplendor”.


Zorro:Para ver si conseguía interesarlo a Héctor, me invento toda una mentira de que la King Feataures estaba interesada, porque yo me comuniqué con la King Features, realmente. Hablé con el que era el presidente de los corresponsales extranjeros y él la mandó a los EE.UU. Y entonces con esa carta le dije a Héctor que podía colocarse en los EE.UU. (era falso, porque no les había interesado) y que por favor me terminara Las Termópilas. Me la terminó; si no, hubiese quedado inconclusa”.


 







 

lunes, 9 de abril de 2018

Columba y Breccia


Por PaVla Ochoa

Fuera de lo previsto, los caminos de Alberto Breccia y Editorial Columba se cruzaron y tejieron un instante en la historia de la historieta argentina.

Se hace difícil en estos días de 2018, imaginar una historia que una a Breccia y Columba. Pero  hay huellas que nos ayudan a entender cómo fueron transitando en el mundo de las viñetas y se encontraron en distintos puntos de sus historias, como lector, como dibujante que se construía a partir del esfuerzo y la constancia y desde dos estilos incompatibles, como el agua y el aceite.
Alberto Breccia, en su niñez había sido lector de las revistas de Columba; “Cuando salió El Tony, yo estaba enfermo y mi padre me trajo el primer ejemplar. Las historietas de El Tony al principio eran historietas inglesas, El Gordo y el flaco, Chaplín eran dibujadas por un inglés muy bueno”.


Don Urbano, es uno de los primeros  personajes  cómicos de Breccia publicado en Columba. A fines de los años 30, Ramón Columba, aceptó a ese dibujante que no paraba de presentar en editoriales de diarios y revistas sus trabajos, que casi siempre eran rechazados. Columba lo aprobó y fue prácticamente su debut con un personaje propio.
En la histórica y monumental entrevista que le realizaran Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno, Breccia, recordaba y daba un horizonte certero de su transitar por esa editorial; “Trabaje para Columba, en la revista “Paginas de Columba”, que dirigía Don Ramón. Allí hice un personaje que se llamaba Don Urbano. Se me había ocurrido hacer un tipo parecido a un político de acá, el doctor Gallo, que era un senador que integró la fórmula presidencial del conservadurismo. Era bajito con anteojos, petisito y gordo. En las páginas de Columba se publicaban bastantes caricaturas políticas, y es seguro que por eso me lo aceptaron. Cada episodio se desarrollaba en una página y tenía un remate humorístico. Don Urbano era un tipo de Buenos Aires, un observador y la cosa apuntaba al costumbrismo, a la reflexión sobre lo cotidiano. Y no tenía ninguna relación con la política, excepto el parecido físico con el político que me presto sus rasgos (…) Siempre tuve una buena relación con Don Ramón Columba. Era un gran tipo. Lo que pasaba era que yo andaba de aquí para allá tratando de vivir de este oficio”.



Luego de ese momento, los caminos de Breccia y Columba no se cruzaron más, por lo menos directamente. El estilo del dibujante y las características graficas de las producciones de la editorial eran incompatibles.
El dibujante José Massaroli, explicó los límites que marcaba la empresa de la palomita a los dibujantes que querían ingresar a su staff: “Cuando fui a buscar trabajo a Columba, lo que me dijeron era que me olvidara de dibujantes como Breccia. Señalando que si quería estar en la empresa, las caras tenían que ser nítidas y lindas. Evidentemente, era una fórmula que para ellos funcionaba. Columba fomentaba esa estética que mencione para que la respeten los dibujantes y les imponía un concepto de aventura con fórmulas retrógradas, obligando a copiar a los autores más exitosos del momento En simples palabras apuntaba a la cantidad de material y no a la calidad. En la época que Columba se hace un medio de comunicación masivo, Alberto estaba en su mejor etapa de experimentación y eso no estaba en los parámetros de esa editorial que buscaba un dibujo más simple”.
En Nippur de Lagash, en el capítulo “La columna de los buitres”,que desde el humor  Robin Wood, quien había estudiado  dibujo con Breccia en la Escuela Panemericana de Arte, dando se cuenta él mismo que su lugar en la historieta era como guionista, escribiò esa historia.En la misma se ven personajes con caras del staff de Columba y caras del mundo de la historieta, entre ellos Alberto Breccia.
 
Massarolli, le diò otro sentido a la historieta ; “En una historieta de Nippur de Lagash; donde aparece el dibujante de Mort Cinder como un personaje, lo matan, siendo un claro símbolo de que la empresa no comulgaba con ese estilo de hacer historieta. Pero también el mismo Breccia no coincidía con esa forma de producir. Muchas veces, Alberto, me dijo hablando de un dibujante de esa editorial; “no se puede hacer mierda por 20 años impunemente”.
El paso del tiempo no puede ocultar, que Columba, la “gran” editorial de historietas de nuestro país y Alberto Breccia, el “gran” proletario del lápiz, siguen escribiendo la historia de las viñetas en nuestros pagos.