domingo, 29 de diciembre de 2024

Una charla con Irma Dariozzi de Breccia

 

Por Pavla Ochoa

 El martes 21 de agosto de 2012, en el programa Perfiles que realizaba en FM Moreno 90.1, pudimos una vez más, hacer una entrevista con Irma Dariozzi de Breccia, para hablar del proletario del lápiz, Alberto Breccia.


Esa noche de agosto de 2012, Irma, segunda esposa de Breccia, remarcó las dificultades para publicar sus trabajos que tenía el artista cuando lo conoció; “Me acuerdo cuando estaba estudiando en el Instituto de Directores de Arte (IDA) y él era profesor, había salido Mort Cinder en revistas grandes y se ondulaban en los kioscos por el viento, por el frio, por todo, quedaban bastantes arruinadas porque no las compraban. Así pasaban las cosas”.

También se sumaba El Eternauta de GENTE que fue caótica su edición

La revista pidió disculpas a sus lectores porque según ellos era “casi un dibujante”. Fue bochornoso, tengo esa editorial.

En muchas entrevistas, Alberto mencionó que esa búsqueda de expresarse era la que lo llevaba a dibujar, experimentar.

Todo le servía a él para interpretar el tema que estaba haciendo. Todo era distinto para lograr el contenido que quería brindar.

¿Por qué cree que no fue entendido en su tiempo?

Porque estaba muy avanzado. El que está muy adelantado es como que se lo deja de lado, no se lo estimula para que siga, no se le da lugar, al contrario, lo quieren borrar. Eso es lo que pasaba con él. Y yo lo viví todo desde que era su alumna.

Fueron años muy difíciles, su primera esposa, Neli estaba muy enferma y para pagar su tratamiento tuvo que obtener muchas deudas.

Yo me acuerdo de eso, de todo lo que paso con la señora. Fue algo muy terrible, tuvo que hipotecar la casa para poder pagar las diálisis, porque no era como ahora, sino que era toda una pieza llena de aparatos carísimos para poderla sacar adelante. Fue una época para él muy triste.

Luego llegó la propuesta de poder publicar en Europa

Él estaba muy mal, no se podía recuperar. Cuando iba a dejar todo, le llegó una nota que venía la señora de quién después fue su representante, para ofrecerle un contrato de una editorial que lo quería contratar, cuando él en ese momento no podía pagar la luz, no podía arreglar las persianas, era todo así. Es ahí que comenzó a cambiar su vida.




Es asombroso como El Eternauta que acá fue defenestrada, en Europa era valorada como una obra maestra.

SÍ y también Mort Cinder. Era una maravilla de trabajo, nosotros el grupo de alumnos, era aprender en cada cuadro, con tantas técnicas distintas, con cosas nuevas nunca dibujadas antes.  Ha sido, para mí, el mejor dibujante. No solo porque fue mi esposo, sino porque sobre todo fue mi maestro.

Fue una persona que siempre mantuvo vigente su identidad, su origen en Mataderos.

Tenía un amo grandísimo por Mataderos, sus amigos. Hace poco estaba en casa guardando cosas y encontré sobre los encuentros que tenían, yo iba también.  Siempre aparecia su juventud, sus amigos en sus dibujos, por ejemplo, la murga “Los Dandys de Mataderos” la pone en una adaptación de un cuento de Edgar Allan Poe.





¿Cómo era su trabajo de adaptación de obras literarias?

Él leía mucho, buscaba como expresarlo. Conocía los textos, después comenzaba adaptarlos y lo iba dibujando. Tenía que sentirlo, interpretarlo. No era algo así nomas que se ponía hacer y salía el dibujo, era algo muy difícil.

Él tenía muy claro su pertenencia de clase, en muchas entrevistas mencionó que el dibujante se cree un intelectual y se olvida que es un trabajador.

Es así, me ha tocado con editoriales me ofrecían pagarme muy poco para ilustrar un libro y era pegar la media vuelta y no aceptar, porque es un manoseo.

¿Cómo analiza la obra que realizó Alberto con Oesterheld?

La Vida del Che, primero lo habían hablado con Héctor y se empezó a dibujar, luego Onganía mando a quemar los originales.

Justamente que en la actualidad esté publicada esa obra es por su decisión de preservar una revista.

Alberto no quería que lo haga, porque tenía miedo de lo que me pasara algo.

Eran tiempos de dictadura, tiempos difíciles.

Muy difíciles. Entonces, yo no quería que se perdiera, porque si ya habían quemado las páginas originales, no quería que ese material se perdiera. Entonces lo preparé bien, lo envolví bien con papel metálico y lo puse en un tubo de esos de plásticos para guardar dibujos. Enterré esa revista y el libro de Eduardo Galeano; “La Venas Abiertas de América Latina” que hacía poco que lo teníamos. Alberto había quemado varios libros y quería quemar también ese y yo no quise. Todo fue a la tierra. Nos habían amenazado y había miedo, Alberto decía; “Si llegan a poner bombas y salta la tierra, salta la escopeta, todo y vamos presos”. La escopeta era familiar y la había enterrado también, pero yo estaba decidida, no quería quemar nada.

 

Alberto era muy directo, muy honesto ¿Tenia fuerte carácter?

Decía la verdad, lo que sentía. No iba con vueltas, si algo no le gustaba lo decía, era muy integro. Y me parece que estaba muy bien. Tenía razón, ya le había tocado muchas cosas y estaba pagando siempre penas.

 

Era de mucha disciplina para llevar adelante su trabajo y a la vez obsesionado con la limpieza.

Si, lo era con la limpieza y el orden. Pero adoraba los gatos, los amaba. Teníamos siete gatos, cuando el falleció murió una gata. Vino el veterinario y era un paro cardiaco, al otro día otra gata murió y así murieron todos cada día. Creo que fue por el dolor de su muerte, porque ellos le comían del plato de él que les tenía un amor muy grande, les limpiaba todo, los cuidaba, era un maniático con los gatos.




¿Qué le quedó pendiente a Alberto realizar en su obra?

Casi todo dejo resuelto. Lo último que hizo fueron las pinturas con acrílicos a color en base a los cuentos de Borges. Eso prácticamente fue lo último. Él era muy trabajador, hasta que no terminaba lo que estaba haciendo no se levantaba.

¿Cómo era como docente?

Un día nos echó a todos, porque había pedido un trabajo y nadie había hecho nada.  Entonces dijo; “se la pasan hablando y no prestan atención, entonces empiecen a irse todos”. Y nos quedamos helados, a mí me dio mucha vergüenza, cosa de jóvenes tontos.

A veces se lo asocia solamente a su trabajo en tinta china pero no se valora su trabajo a color.

Lo de color era impresionante, los cuentos de Borges son una maravilla. Era muy valorado lo que hacía tanto que se hizo en el Consulado Argentino en Francia una exposición maravillosa con esos cuadros.


¿Era de hacer caricaturas de situaciones que vivían en el día a día en su casa?

Nos hacía caricaturas a todos de lo que estuviéramos haciendo. Daba risa lo que hacía, un día ilustró a “Mariano” un gato al que amaba y que tenía como 20 años, lo dibujo de espalda haciendo kata y se le hinchaba la panza, era muy gracioso.  Todo lo que veía lo dibujaba. Una vez me dibujo a mí cuando estaba haciendo huevos de pascua que me enseñó una amiga y me puse hacerlos, quedó azúcar, chocolate y entonces me dice; “Irma compra los huevos que problema hay, mira este lio” y había dibujado todo, los gatos con azúcar y chocolate, tengo aún esos dibujos, tenía su humor con todo, era increíble.

 




¿Cómo lo recuerda?

Alberto era un ejemplo de cómo había que proceder en la vida. Si estaba convencido y lo sentía, tenía que hacerlo, cueste lo que cueste, es lo que nos enseñó.

 

 

 

 

sábado, 28 de diciembre de 2024

Simplemente ; un tipo en camiseta

 Por Pavla Ochoa

 

No le queda nada. Después de que Neli muriera, no hay nada. Siente el dolor en las uñas, en sus hijos, en el mundo de panzas hambrientas.

Abandona su rol de docente en la Escuela Panamericana de Arte y se sumerge en una oscuridad digna de ser trabajada por sus propios pinceles.  Su cuerpo se inclina al subsuelo.

Los acreedores lo instigan a pagar deudas, todo es un viajar por las profundidades de la soledad.

El sonido del teléfono quiebra lo estático de esos días. Es Germán que le dice que ya no hay tiempo de más, que debe terminar el argumento que escribió y que debe entregarla el lunes para que salga esa semana en la revista “Karina”.




Alberto, le viene esquivando al trabajo por encargo. Sabe que es una revista vacía de contenido. Semanas atrás se indignó al ver la publicidad en la televisión en la que una mujer le habla a un hombre en un tren, de moda, de pintada de uñas y poniendo su pelo largo bajo la nariz simulando ser un bigote le pregunta; ¿si creé que Dalí, es un loco o un genio? Y además, le propone ser la mujer de James Bond al grito: “Todo al estilo de Karina”. 



Está indignado, no imagina su trabajo en ese universo de moda y superficialidad. Pero sabe que no puede seguir sin hacer un mango, ni parar la olla. Este decidido se va a poner a dibujar esas páginas, pero acaba de extraerse una muela y la infección crece abismalmente, minuto a minuto. El dolor se hace insoportable.

Tiene que terminar si o si el trabajo. Ahí toma una decisión; usar el collage

Se ríe mientras hace recortes de revistas y las pega con plasticola en la hoja y en voz intendible imita al locutor de esa publicidad  diciendo a los gritos o como le sale; “Hay un nuevo estilo…estilo: KARINA”.


De fondo se escucha a los 4 de Liverpool cantando su “Eleanor Rigby”, banda sonora sugerida en el texto y de la que Pipiolo absorbe su esencia en su estética. La técnica elegida es ideal para reducir a tres páginas el extenso argumento que tenía 24 cuadros más.

Termina con las tripas en las hojas. Está conforme con el resultado final.




Llama a Germán para avisarle que el lunes lleva los originales. Tiene la adrenalina aún en su piel, le sugiere seguir con la historieta, del otro lado recibe la negativa, ya que considera que ese unitario no tiene más vida que la brindada en esos cuadros. No le importa está feliz.

De la dificultad una vez más encontró resoluciones, conceptos que le permiten crecer.



Al tiempo, recibe favorables críticas por su trabajo. Pero el tiene los pies en la tierra. Después de perder a quien amaba, nada va a sacarlo de su eje. Solo agradece y repite cada vez que se lo elogia; “Las cosas se mistifican y después se descubre que detrás del mito siempre hay una vulgaridad, un tipo en camiseta”.

Se ríe por dentro de esa frase que acaba de tirar al aire. Vuelve a tener esas ganas de dibujar y dibujar. Y ahí decide quedarse en el movimiento de las cosas. Ese torbellino de emociones que salpica con su pincel y tinta, una y otra vez.

El Eternauta y sus dos dibujantes

 Por Pavla Ochoa

Francisco Solano López y Alberto Breccia, fueron los dibujantes que Héctor Germán Oesterheld eligió para que fueran los responsables de darle corporalidad grafica al argumento de una historieta que transciende los tiempos. Una obra que se resignifica a medida que pasan los años y que se convierte en lectura imprescindible para hacerla dialogar con los hechos sucedidos en las últimas décadas en nuestro país.  




En las dos versiones de El Eternauta, encontramos a dos guionistas diferentes. El Oesterheld de 1957 es muy distinto al de 1969. En el argumento que dibujó Francisco Solano López, se alimenta de su formación humanista producto de su vida académica y de su contacto fluido con la literatura. En cambio, en la segunda reescritura, pone en juego su ideología y su adhesión política al peronismo.  El contexto personal y económico también hace la diferencia. En la primera el escritor es dueño de su propia editorial y de su libertad creativa, dispone de su tiempo para ir buscando la historia sin presión exterior. En cambio, en la nueva versión las cosas son diferentes, viene de quebrar su propio negocio editorial, vuelve a trabajar en condición de dependencia patronal y las deudas y parar la olla en su casa, termina siendo una fuerte presión a la hora de escribir.

Ahí reside la diferencia, en las condiciones de producción y en el contexto político social que determina sus rasgos ideológicos en el relato.

 

EL ETERNAUTA DE HORA CERO

Es el propio Oesterheld, en el reportaje publicado en la revista SIETE DÍAS, titulado “Mis 100 personajes y yo” , el encargado de valorar con  profunda honestidad intelectual a la saga que cambió la historieta criolla; “Creo, aunque peque de inmodesto, que fue lo mejor que se hizo en ciencia ficción en la Argentina y porque es una historia que no envejeció; al contrario, es vigente. Yo había trabajado en aquella extraordinaria colección que se llamó MÁS ALLÁ, y que editaba Abril. Desde entonces, me había quedado pensando en un cuento corto que empezaba con unos amigos jugando al truco mientras la ciudad se muere a su alrededor por la acción de una nevada mortífera. La idea era hacer una historia de final rápido, pero tuvo tal éxito que se convirtió en un folletín semanal que duró dos años. La dibujó Solano López, que se lució a lo largo de más de 350 páginas de 12 cuadros cada una, logrando una historieta popular de gran comunicación”.

El trabajo de Solano López se destaca por su carácter realista y de limitar su trazo a la necesidad del relato que propone una idea del héroe muy distinta a la marcada por las lógicas editoriales del momento que sostienen a un “héroe individual” sino que el acento esta puesto en construir al “héroe colectivo” con fuertes rasgos solidarios, humanos.

Una historieta que tiene un final imprevisible, según el propio Oesterheld; “El Eternauta es una historia con un final insólito, me lo han discutido tantas veces. Pero yo les dejo que lo discutan, porque si lo quiero explicar también entraría a discutirlo. Salió como salió, creo que es el final que le correspondía”.

 


Alberto Breccia, en la última entrevista realizada por el documentalista, Cesar Vidal en 1993 en su casa de Haedo, destacó la creación de una historieta que transciende generaciones y fronteras: “Como historieta, argumento, creo que El Eternauta fue lo más original que se ha escrito acá. Teniendo en cuenta los años que han pasado, que la ciencia ficción en aquel entonces no tenían la difusión ni la popularidad que tiene ahora, Héctor Oesterheld fue un precursor”.

 Además, Pipiolo, no dudo en destacar el trabajo de su colega dibujante; “Fue ilustrada magníficamente por Solano López que le dio el clima, es un especialista en climas. Es decir, le dio el clima adecuado, hizo un trabajo muy superior al mío, porque en esos momentos yo estaba en planos de investigación y la revista no me permitió concretar la misma porque la corto sorpresivamente. De manera que El Eternauta es la obra maestra de un maestro”.




 

EL ETERNAUTA DE GENTE

Héctor German Oesterheld, es contundente a la hora de definir la versión que hizo con Breccia: “El Eternauta en Gente fue un fracaso. Y fracasó porque no era para esa revista. Yo era otro. No podía hacer lo mismo. Y Breccia, por su lado, también era otro. Ese Eternauta tenía sus virtudes, pero también sus contras. Por un lado, su mensaje literario. Por otro, su mensaje gráfico”.




La versión de 1969 para revista Gente, fue criticada por su experimentación gráfica y su mensaje ideológico, motivos que llevaron a que fuera levantada bruscamente por la Editorial Atlántida. El escenario político y la enunciación especial de un texto movilizador para el destinatario, son elementos que rodearon a una obra maestra bastardeada por ser publicada en un medio de comunicación no adecuado para esa historieta, que llevo a que sea mutilada en su narrativa, siendo un final caótico, plasmado de extensos textos en sus últimas páginas, que en definitiva aceleraron el relato y la terminaron haciendo confusa e incompresible.



 

 En el año 2008, Francisco Solano López en una actividad realizada en el distrito de Moreno del conurbano bonaerense en 2008, pinceló las sensaciones encontradas por la sociedad del narrador de aventuras y el artista en contramano de la industria cultural: “Para mí fue muy difícil juzgarlo, porque cuando Héctor y Breccia se juntaron para hacerlo, no estaba en el país sino en España. Estaba recién volviendo, por eso entendí que tuvieran la necesidad de reproducir la historia y lo que ocurre o lo que no había advertido era el cambio político y la nueva vuelta de tuerca que le estaba dando Oesterheld a la historia”.

  



Sin dudar, Solano remarcó la ruptura de la aventura de sus dos colegas: “Tanto él como Breccia habían sufrido una evolución política que si yo hubiera estado cerca, posiblemente hubiéramos intercambiado ideas y a lo mejor salía algo parecido o no a lo publicado, pero la verdad es que fue una historieta hecha, vamos a decirlo, en complicidad con Breccia”.




La lógica de razonamiento de generar un binarismo enfrentado, un destello de la cultura argentina, puede encapsularnos en la pereza intelectual y obligarnos a entrar a esa lógica de convertir dos polos creativos en opuestos o podemos aceptar que ambas versiones son lectura obligatoria cuando hablamos de ciencia ficción e historieta argentina y sumergirnos en el profundo dibujo de Solano López y Breccia. Y no olvidar que Oesterheld, es una de las 30.000  personas desaparecidas en la última dictadura cívica, eclesiástica y militar en Argentina, victima del "Terrorismo de Estado".









jueves, 26 de diciembre de 2024

Llamas de furia

Por Pavla Ochoa

 

El otoño se mostraba demasiado frío. El miedo y el silencio tomaban protagonismo en la ciudad donde solo se respiraba aire de nefasta dictadura. Una mañana lluviosa, el colectivo en que viajaba fue detenido por un grupo de soldados en el marco de un operativo. El oficial que estaba a cargo se acercó a él y  le indicó a uno de sus subordinados:

 

-Revise el maletín del señor.

 

Hubo un silencio por parte de Tito, hasta que abrió su equipaje de viaje urbano.

 

-¿Qué es esto?

 

-Son críticos literarios. Mire: está el nombre del autor, el titulo de la obra, el nombre del editor.

 

El tipo no entendía nada sobre el contenido del recorte periodístico, igualmente le apuntaba con su metralleta. Después de intentar descifrar el mensaje escrito, guardó los pedazos de papel en su bolsillo y continuó con otro pasajero, siempre mirándolo con desconfianza, porque el milico no estaba del todo convencido.

 

Al volver a su casa en el pulmón de Haedo, el infierno cívico militar ardía.




Estaba bañado de impotencia, se había enterado del secuestro de los jóvenes de enfrente por parte de los perros del orden. Los conocía de años y había escuchado la decepción en carne propia que les toco vivir en consecuencia de las acciones  ejercidas por Perón en su retorno al país. En muchas ocasiones rió al escuchar al loro de los muchachos cantar la marcha peronista con mucho ímpetu, ahora tenía miedo, pero no era paralizante, sino que lo provocaba a gritar en la afonía social.

 

Calentó la pava de mate y se cebo unos amargos. En la soledad de su taller de trabajo, frente al tablero pensó en voz alta: “Si el pueblo se hubiera revelado, esto no hubiese pasado. Quizás hubiera ocurrido una verdadera carnicería, pero en una lucha a cara descubierta; sin torturas, sin secuestros, sin robo”. Inmediatamente, la imagen de Rodolfo Walsh, Jorge Cafrune y de su amigo Héctor Oesteherld, secuestrados  por romper las mordazas impuestas por el gobierno de facto se le cruzaron por la cabeza y escribió; “Carnicería de estado” en la página de Drácula que estaba dibujando.



Especuló que si encontraban los militares esa leyenda manuscrita lo iban a fusilar. Sintió atracción por el riesgo, por el peligro, similar sensación que tuvo cuando Irma Dariozzi, su segunda compañera de vida, enterró en el jardín una escopeta, el libro de  Eduardo Galeano; “Las venas abiertas de América Latina” y una revista “La Vida del Che” que dibujo junto a su hijo Enrique en tiempos dictatoriales de Ongania. Esta vez todo era distinto, el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” era un plan de muerte planificado y él no se iba a quedar quieto mirando hacia otro lugar.

 

El 30 de octubre de 1979, se enteró de la muerte de Oscar Conti (Oski), su amigo entrañable que vivía en Milán y que en  la visita a Argentina para una muestra internacional de humor  terminó operado de urgencia e internado en el Clínicas de Buenos Aires. Esta noticia junto a la de la desaparición del guionista de El Eternauta lo llevaron  a una  tristeza gigante, a un estado de introspección que plasmó en pinturas, una actividad plástica que le apasionaba.

 

A fines de 1981, en medio de una reunión familiar, Alberto comprometió públicamente al novio de su hija, Patricia:

 

-Juan porque no me haces un guión, una cosa aventurera, más o menos vendible, no una cosa hermética, complicada.

 

-Bueno maestro - respondió tibiamente el joven periodista que había intentando hacer algunos argumentos de historietas preguntando a su colega Guillermo Saccomano, pero con un resultado final no tan alentador.

 

Esa noche, Juan volvió a su casa con el desafió impuesto por el eterno proletario del lápiz. Golpeó la Olivetti durante horas, hasta que escupió cicatrices de sobreviviente. Era muy tarde cuando terminó el guión de Perramus.

 

A la mañana siguiente, sé dirigió a la trinchera de Haedo con las primeras ocho páginas. A Breccia le fascinó la idea, tanto le gusto lo escrito que se fue a dibujar bocetos a su cueva laboral. Salpicó con tinta aguada la hoja en blanco y percibió que de ese modo podía sintetizar la perdida del alma de la ciudad de Buenos Aires, donde todo era gris. Trazó con furia las figuras de los golpitas y el resultado fue una imagen simple y contundente, calaveras sin piel.




 

El coctel de literatura, política y metáforas era perfecto, estaba frente a la jaula y el pájaro hacia un repentino revuelo de plumas para que la denuncia explícita del terror se multiplicara en el aire.

 

El lector pudo ver las huellas del dibujante, percibir sus vacilaciones y su trazo y hasta pudo escuchar su respiración.

 

Años después, Tito sonrió con el prologo de su amigo Osvaldo Soriano y sus palabras de elogio a gran escala; “La primera obra cumbre de la historieta argentina está aquí (…) Sería insensato reducir esta epopeya de imágenes a una simple alegoría sobre los males de la represión y los mecanismos del olvido. A lo largo de estos cuadros pintados con ferocidad y ternura, Breccia y Sasturain recorren el universo de los perseguidos y los marginales. Los sonidos recodos de un mundo que cambia para no cambiar lo esencial (…)”.




Fueron épocas de ilustraciones urgentes y percepciones de un hombre que tomó coraje y se animo al mundo: “Me dí cuenta que con un arma ridícula, como un pequeño pincel, podía decir cosas muy graves, muy importantes (...) Yo creo en el fondo ser un romántico y no un dibujante negro. Soy alguien que muestra las heridas, siempre deseando que no existieran. Eso es un romanticismo puro, ya que las heridas van a seguir existiendo".


Fragmento publicado en Revista Sudestada- Número 122-Septiembre de 2013


Liberando al monstruo

 Por Pavla Ochoa

“Empecé a leer a Lovecraft sin saber que lo estaba haciendo. Cuando era muy joven compraba una selección de cuentos que era muy buena. Se llamaba “Narraciones Terrorificas”. Salía por el año 1937. Me enteré posteriormente que era la versión castellana de una revista que dirigía el propio Lovecraft. Una noche viajando por Europa me compré un libro de terror, en el camarote leí al azar un cuento llamado “El horror de Lundwich”. Entonces me dije: ”Esto lo tengo que ilustrar. Pero no tenía la solvencia gráfica para hacerlo”, recordó Breccia sobre su encuentro con la obra del escritor.




Hasta la irrupción de Los Mitos de Cthulhu en el mapa del cómic, las adaptaciones literarias habían sido una transcripción fiel del texto original, con ilustraciones que acompañaban el relato. La historieta de la dupla Buscaglia-Breccia viene a romper en pedazos esa modalidad tradicional en el campo de las adaptaciones. Las versiones de clásicos abundaban en revistas como El Tony, Patoruzú o Patoruzito. Se destacan de esos trabajos La Isla del Tesoro, de Raúl Roux, y la relación que hizo José Luis Salinas entre la historieta y la literatura en su obra. Pero, Alberto incursionó en la adaptación literaria desde una perspectiva opuesta. La iniciativa surgió de una simple charla con su hijo Enrique:

- ¿Por qué no hacés cosas para vos?

- ¿Cómo voy a hacer cosas para mí? ¿Qué sentido tiene?

- La verdad, papá, es que vos estás mal acostumbrado. Si no te proponen algo, vos no dibujás nada por tu cuenta. Y creo que eso no te hace feliz.

Se quedó quieto, inmóvil frente a Churrique. Entendió el significado de su reflexión. Era hora de hacer un trabajo sin tener un editor fijo. Era hora de dibujar con placer frente al tablero. “En ese momento se me abre todo un panorama y yo me convierto no en un asalariado, sino en un profesional que le dedica el tiempo que le es necesario. Que empieza a sentir el gozo de dibujar de otra manera”, contó después.
Antes de llegar a Lovecraft, Breccia eligió a otro autor para adaptar en viñetas. “Conocí a Sábato en 1970. Durante nuestra primera charla me habló favorablemente de la historieta, que consideraba un muy buen medio de interpretación de una obra literaria. Le pedí permiso para adaptar Informe sobre ciegos. Su respuesta fue positiva. Comencé a trabajar con Norberto Buscaglia, que me ayudaba en la adaptación, le había pedido en vano a Sábato adaptar él mismo su novela”, confesó el dibujante más tarde. Después de meses de trabajo, le envió al autor la adaptación. Ernesto Sábato le respondió a través de una carta, con un autoritario requisito: “Estimado Alberto Breccia: Luego de haber leído el texto de Buscaglia, lo que le quiero solicitar es que, si va a dibujar mi obra, por favor no cambie ni una palabra de mi texto”.

 




Alberto no dudó en llamarlo por teléfono y dar su sólida posición: “Sí no intervenimos en el texto mi trabajo no hará más que repetir servilmente su obra y, la verdad, no tiene sentido hacer eso”. De esa simple manera se cerró la posibilidad de que su primera historieta independiente sea la adaptación de un capítulo de la novela “Sobre Héroes y Tumbas”.

En la casa de su hija Cristina, Alberto recordó a Lovecraft, un autor que en los inicios del 70 muy pocas personas conocían en Argentina y, sin dudar, le encargó a su yerno que comience a trabajar ese universo de terror. Es así que Buscaglia abandona a Sábato para respirar Los Mitos de Cthulhu, un texto donde ambos encuentran similitudes con el mundo de los ciegos.

“En las narraciones de Lovecraft el terror está sugerido, eficazmente, a través de cada párrafo, de cada oración, de cada palabra. Es más lo que se sugiere que lo que se presenta. Todo conduce a un objetivo: sorprender al lector con un final no esperado (o si). Sólo el vértigo que producen las palabras podrá generar la duda sobre la existencia real de los monstruos que se nos mencionan o sugieren. Una cosa es cierta, no se puede leer a Lovecraft con total tranquilidad. El horror cósmico, quizás, está enredado en nuestros genes. Resulta, entonces, evidente que transformar el relato en figuras que acompañen lo que nos ofrece un texto colindante con el delirio, no es tarea sencilla ni abordable por cualquier dibujante… Y Alberto Breccia no fue cualquier dibujante”, señaló Buscaglia, tiempo después, sobre la obra del escritor y el trabajo de su suegro.




Después de varios años de trabajo en conjunto, la obra que fue capaz de generar la hermandad de ideas de dos creadores como Breccia y Lovecraft, estaba terminada. Con algunos de los cuentos adaptados bajo el brazo, Alberto se fue a Europa y logró venderlos a la Editorial Mondadori . “Entonces descubrí que había que pagar derechos de autor. Tuve que convencer a los herederos para que me los cedieran. Lo hicieron hasta 1985. Luego se arregló pagarles el 35% de las ganancias. Me quedé con sólo dos mangos”, explicaría el dibujante después.

 



Cada viñeta es un mundo en sí misma. Breccia manejó la tinta china en estado puro, donde utilizó aguadas para lograr diferentes tonos de grises. La retórica estilística recuerda al romanticismo alemán, con esos paisajes infinitos y la soledad del hombre con la naturaleza. “Me di cuenta muy pronto de que el lenguaje tradicional del cómic no podía representar satisfactoriamente el universo de Lovecraft, de manera que empecé a experimentar con nuevas técnicas, como el monotipo o el collage. Estos monstruos eran uniformes, semejantes a los que había dibujado en El Eternauta, están hechos así porque no quería ofrecer al lector únicamente mi propia visión; también quería que cada lector añadiese algo suyo, que utilizara la base que yo le proporcionaba para vestirla de sus propios temores, de su propio miedo. Al principio fue casi como un reto: quería averiguar si sería capaz de dibujar lo que Lovecraft describía. No sé si lo he conseguido, pero puedo asegurar que durante los casi treinta años que he tardado en realizar este trabajo he vivido completamente inmerso en su mundo”, describió Alberto su explorar en esa brumosa región que se extiende entre la historieta y la literatura.
Los Mitos de Cthulhu es el primer trabajo donde Breccia se atrevió a romper la enajenación. Apropiándose de su destino proletario, adueñándose de sí mismo.

 

 

 


Monolo

 Por Pavla Ochoa


En enero de 1965, Héctor Germán Oesterheld y Alberto Breccia, crean para la Editorial Dayca, un personaje de nombre "Monolo". Un trabajo que muestra la calidad de dos gigantes historietistas de nuestro país. Y una vez más a Breccia sumergiéndose en un trazo más cercano al humorístico (que obviamente le gustaba hacer) como el que dibujó con "Mu-Fa", "Don Urbano","Mariquita Terremoto" y "Pancho López".



Monolo, es otra  historieta más  hecha en el peor momento de los autores. Oesterheld había perdido su propia editorial y Breccia seguía con su esposa Neli, enferma :"Yo pasaba una situación anímica muy especial, porque mi mujer se estaba muriendo, me encontraba en la miseria, tenía que salir a buscar remedios con certificado de indigencia".


Ambos hombres se encontraron una vez más (venían de hacer una obra como Mort Cinder) en el camino de hacer historieta. En esos años coincidían en producir material para niñxs, ambos trabajaban en Billiken  y ahora se sumegian en "Monolo", un laburo para "pucherear" pero que mantiene  un nivel de creación a la altura de los autores.

La historieta del elegido

 

 Por Pavla Ochoa


“Siempre que se hace una historia
Se habla de un viejo, de un niño o de sí
Pero mi historia es difícil
No voy a hablarles de un hombre común
Haré la historia de un ser de otro mundo
De un animal de galaxia
Es una historia que tiene que ver con el curso de la Vía Láctea
Es una historia enterrada, es sobre un ser de la nada…..”

Silvio Rodríguez


 Lee el dibujante el nuevo argumento escrito por Héctor. Es diferente al que rechazó en primera instancia. Esta vez no hay excusas. Piensa sobre el riesgo de dibujar esa historieta. No retrocede. Avanza en la lectura mientras la lluvia golpea el ventanal de su taller. Se queda quieto, mirando su patio, el cielo. Los sueños, la infancia, la voz de su amigo Rafael hablando de una verdadera patria socialista. Vuelve con ese viento revolucionario que le propone su colega a sus entrañas más profundas. Resuelve proponerle a su hijo Enrique que dibuje la etapa del Che en Bolivia. Sabe que, pese a su ideología y militancia peronista, va a aceptar ilustrar la biografía de ese hombre en historieta.

En medio de la habitación, pese a la primera negativa de “Churrique”, Alberto lanza un argumento pragmático:

- Unos mangos no vienen nada mal. Además, va a ser tu oportunidad de soltar tu riqueza plástica, la sensibilidad y las ganas de contar en cuadritos la historia de un hombre, más allá de una historieta partidaria.

 

- Viejo, sabés que la figura del Che me parece patética, porque en vez de alinearse con la persona indicada, que es Perón, fue funcional a los intereses que decía combatir. Y, además, si yo hubiera creído en el socialismo, hubiera sido socialista y no peronista ¿te quedó claro?

 

- Entiendo, pero tomalo como un trabajo y punto.

 

- Sabés que nunca creí, ni creo, en el panfleto artístico. Para modificar la realidad está la política, no la historieta.

 

Se quedan en silencio un largo rato. Hasta que el joven de 22 años acepta, pero hacen un pacto de sangre. Acuerdan no verse durante el mes que dure el proceso creativo, para no contaminar y no inmiscuirse en los trazos del otro. Esa noche llama a Oesterheld para contarle que van a ilustrar la historieta del revolucionario.

Del otro lado de la línea, el guionista festeja y distribuye automáticamente dos vertientes del relato biográfico. En ese sorteo arbitrario a Enrique le toca ilustrar los últimos días del Che en Bolivia y a él la niñez, adolescencia y los hechos de Sierra Maestra y la Revolución Cubana. Todo se mueve a velocidad, los editores Jorge Álvarez y Carlos Pérez, buscan que sea la primera historieta hecha luego del fusilamiento del Che.




Cuando le entrega el argumento a Enrique, le pregunta sobre el motivo que lo lleva a dibujarla y sin vacilar, el joven le responde; “por peronista”. No le discute nada, solo le hace un pedido explicito; “quiero que haya poesía en los combates” y se va. Deja trabajar a padre e hijo, a dejar que cada uno busque en su selva interior.



En cambio, Pipiolo para contar su parte de la historia se apoya en una única documentación gráfica que le acercó el editor Jorge Álvarez, dos ejemplares del diario cubano Granma. El dibujante busca la raíz. Todos los días se encierra en su buhardilla a trabajar en la vida de ese revolucionario al que admira, a diferencia de su hijo, que ve con recelo las opciones políticas del argentino-cubano. La música de la radio, rondas de mates y una gran cantidad de bocetos son el resultado de los primeros días intensos. No pretende hacer un dibujo revolucionario, como sí lo fue Mort Cinder, pero busca que se manifieste el respeto que él tiene sobre esa figura tan cuestionada por algunos sectores sociales. Se conmueve con la carta del Che a sus hijos. La última frase lo moviliza: “Acuérdense de que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros solo no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario. Hasta siempre, hijitos, espero verlos todavía. Un beso grandote y un gran abrazo de Papá”.



Esa noche, en la oscuridad del cuarto donde descansan sus libros más anhelados, siente al hombre nuevo en sus venas. Tiene miedo, son momentos duros. La pobreza personal por un lado y la cruel dictadura de Ongania por el otro. Sin tener noción del tiempo, vuelve a trabajar, dispuesto a terminar su parte del relato. La sangre se convierte en ave en pleno vuelo. Las sombras se desgranan en sus dedos, llenas de misterios, de brisas y huellas. Finalmente, termina el último cuadro.

Luego de varias noches, recibe la visita de Churrique. Él también terminó el argumento y no puede esperar para saber la opinión de su padre. Ambos, casi como un duelo de gladiadores, se pasan las páginas en un mismo movimiento. Alberto observa, respira esas imágenes. Le llama la atención los grandes planos y negros para componer las figuras. Deduce que su hijo dibujo sobre una cartulina enyesada, entintada de manera tal que la tinta excedió los límites de sus trazos. El raspaje lo hizo con una hoja de afeitar. Las líneas quinéticas realizan el movimiento y el drama del combate. Siente orgullo, se lo va a decir, pero en ese momento Enrique pregunta por el primer cuadro:

- ¿Qué significa el cuadro blanco? ¿Vendría a ser como el inicio?

- Parecés un crítico de historieta. No busqués la quinta pata al gato, está así para pegarle la partida del nacimiento del Che, que todavía no me la envió la editorial. Por cierto, hiciste un trabajo excepcional.


Sus ojos lo dicen todo. No hace falta más. Destapan la única botella de vino que reposa en la vieja cocina y brindan por la aventura que tendrá por primera vez la firma Breccia en duplicado. Ninguno imagina lo que le depara el futuro, sólo se dejan llevar por las semillas de hombre nuevo que reposa en sus páginas. Luego entenderán que el elefante de la dictadura aplastará esa sencilla y compleja historieta. Por ahora, ambos tienen a la libertad sin cadenas en sus manos, la posibilidad de sentirse vivos, pese a que el dinero por esa obra sólo alcance para la cartulina enyesada sobre la que dibujaba Enrique. No importa el vil metal, sino la posibilidad de quebrar lo estático del tiempo. Ambos se abrazan en el fuego del dolor, lleno de sangre, pero también lleno de futuro.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

La Epopeya de Mayo


Por Pavla Ochoa

En la última dictadura eclesiástica civica militar en nuestro país. El canal 7; “Argentina Televisora a Color”, transmitió un programa especial llamado “La Epopeya de Mayo” realizado en forma de historieta sobre los sucesos históricos de la Semana de Mayo de 1810. Los dibujos estuvieron a cargo de Alberto y Enrique Breccia sobre textos del periodista Carlos Aguilar que se desempeñaba en ATC como productor ejecutivo de un programa infantil.






El mundial de futbol de 1978 que se realizó en Argentina, constituye la base de la modernización tecnológica de Canal 7 que se comenzó a llamar ATC (Argentina Televisora a Color). Sin embargo, hay que aclarar que las primeras transmisiones a color  comenzaron en 1980.  A inicios  de 1979, ATC transformó su grilla de programación y su imagen gracias al empresario televisivo Carlos Montero. 


Este éxito de televidentes se explica en base  a algunos programas de gran repercusión, elaborados en cooperación con civiles de larga trayectoria en el ámbito televisivo, pero también por militares del nefasto gobierno que además de invertir en tecnología, promueve la competencia entre los distintos canales bajo su control. Finalmente, este intercambio  entre militares y civiles mostró su natural limitación  en ATC, precipitando el alejamiento de Montero.

  En este contexto de nefasta dictadura, en 1979, ante la proximidad del 170° aniversario de la Revolución de Mayo, Carlos Aguilar, comenzó a cranear esta obra. 

Ya con los primeros guiones escritos y la idea de que el formato de  historieta sea el elegido para contar la historia,  se reunió con Alberto Breccia, quien en colaboración con su hijo Enrique, dibujaron las primeras 86 láminas ilustradas en tinta china y sobre las cuales fue realizado el capítulo piloto; “La epopeya de mayo”.



BRECCIA EN ESOS AÑOS


Alberto, el 30 de octubre de 1979, se enteró de la muerte de Oscar Conti (Oski), su amigo entrañable que vivía en Milán y que en la visita a Argentina para una muestra internacional de humor terminó operado de urgencia e internado en el Clínicas de Buenos Aires. Esta noticia junto a la de la desaparición del guionista de El Eternauta , Héctor German Oesterheld, lo llevaron  a una  tristeza gigante, a un estado de introspección que plasmó en pinturas, una actividad plástica que le apasionaba. En simultaneo en esos años dibujo una historieta muda de “Drácula” donde se atreve a escribir en un cuadro: “Carnicería de estado” . Ahí especuló que si encontraban los militares esa leyenda manuscrita lo iban a fusilar. Sintió atracción por el riesgo, por el peligro, similar sensación que tuvo cuando Irma Dariozzi, su segunda compañera de vida, enterró en el jardín una escopeta, el libro de Eduardo Galeano; “Las venas abiertas de América Latina” y una revista “La Vida del Che” que dibujo junto a su hijo Enrique en tiempos dictatoriales de Ongania. Son momentos de cuidarse y de hacer laburos para pucherear.  

Ya llegara en 1981 el momento de hacer una crítica sin metáforas como fue y es “Perramus”. Por eso, los dibujos de “La Epopeya de Mayo” son exclusivamente para parar la olla. Un trabajo realizado con la misma lógica en la que años anteriores ilustró para la revista Billiken y Editorial Difusión. Sumadas las ilustraciones que hizo para los libros ; “Historia gráfica de Chile” e” Historia gráfica de Argentina”.

 

 


El proyecto "La Epopeya de Mayo" fue inicialmente bien recibido, pero postergado por las autoridades del canal. Aguilar le solicitó a los Breccia seguir trabajando en  los dibujos pero esta vez a colores. Patricia Breccia colaboró con su padre y hermano para hacer las ilustraciones en acuarela.
En 1980, ATC diseño el nuevo formato de la programación que pasaría del blanco y negro al color desde el día primero de mayo. Fueron emitidos 22 micros históricos durante las tandas comerciales.
En mayo de 2012, el anexo de la cámara de senadores bonaerense inauguró en su hall principal una muestra de arte con 25 cuadros a color de este trabajo de Enrique y Alberto Breccia.



LA EPOPEYA DE MAYO RECORDADA POR EL MISMO BRECCIA


En las conversaciones que tuvo Juan Sasturain, con Alberto Breccia, el dibujante recordó el trabajo realizado con su hijo Enrique para el programa de ATC "En la epopeya de Mayo" que se emitió en 1979: "Era un buen trabajo, bien pago. Era hacer efemérides, con distintas láminas. Por ejemplo, a mí me llamaba Aguilar, que era productor, y me decía :"Breccia vamos a hacer a Brown, el Almirante Brown. Vamos a hacer una lámina, donde se vea tal cosa, tal cosa..." Y yo la dibujaba, siempre muy sobre la marcha. Porque sacar el laburo con una semana de tiempo era medio imposible. Eran del tamaño así, el que usan para los avisos de televisión, y después recorrían con la cámara...Cuando Enrique largó, yo seguí solo. Hasta que se acabó el trabajo. Con la casa de Tucumán se acabó”.