Por Pavla Ochoa
-Podrias
adaptar "El nombre de la rosa" de Umberto Eco-le propuso Marcelo
Ravoni, su representante en Italia.
Marcelo,
advirtió que el viejo se había quedado petrificado, cómo pensando en las
posibilidades y dificultades. Sabía que ese hombre tenía la capacidad de darse
cuenta en que terrenos literarios, podía explorar y sembrar semillas con su
dibujo en tierra no fértil. Aunque lo había escuchado decir: "hay textos más
fáciles de traducir a la historieta y en otras ocasiones conviene no
meterse". Pero su silencio en ese instante, era la señal de que el mismo
Breccia no aceptaba su propia respuesta. Ravoni cambio de tema y hablaron de
otras cosas esa tarde de 1984. Pero de alguna modo sabía que más adelante
habría novedades sobre su propuesta al dibujante.
En un
encuentro en Milán, meses después, el mismo Umberto Eco coincidió con Alberto
sobre la imposibilidad de hacer en historieta su novela. Pero abrió una puerta
al decirle:"Genio es aquel que convierte los condicionamientos en
posibilidades". Y Tito entró. No reparó en la sala llena de gente que
fueron a escuchar al escritor. Él se quedó contemplativo a la dificultad.
Entró. Sabía que la adaptación es contar otra vez y que él era un narrador de
historias. Y que ilustrar es fijar en un dibujo momentos determinados de la
narración. ¿Qué podría hacer en la ilustración? Entró, solo así tendría
certezas. Levantó la mirada y vió que
Umberto seguía hablando con el público. Se acercó e interrumpió la
charla:"Voy a ilustrar tu novela". El escritor apasionado del
lenguaje de la historieta y particularmente de su obra, celebró en silencio el
resultado de su provocación.
En los días por venir, Alberto, repetía mecánicamente un movimiento. Se sentaba a la mañana en un rincón de su cocina. Cruzaba la pierna y removía el tobillo mientras tomaba mate y leía una vez más "El nombre de la rosa". En algunos momentos miraba por la ventana. Esa ventana que era como la de los trenes, las que se abrían de abajo y disfrutaba del sol. Solo el movimiento de unos de sus gatos pidiendo que le llenen el plato de comida, lo interrumpía. Por casi tres años repitió esa rutina. Hasta que un día sintió que estaba listo para comenzar las ilustraciones.
Los dibujos
de El nombre de la rosa le costaron. Por eso solía repetir cuando le
preguntaban :"me llevaron cinco años. Después hice cien en 25
días". También, se atrevía a dar
detalles del proceso :"las ilustraciones son evocadoras, ya que no he
querido reflejar en ellas de una forma realista los personajes o la época. Ello
hubiera provocado el rechazo del lector, que ya tiene formadas sus propias
imágenes".
Tito,
estaba satisfecho con lo realizado. El propio Eco, aprobó el proyecto al ver
por única vez, el fruto de esa labor creativa. Por eso, Marcelo Ravoni, sonrió
cuando el viejo le encargó que comenzará
a buscar contactos para editar el libro.
Celebró ese pedido, porque ese trabajo era la muestra de que ese hombre
se reinventaba todo el tiempo. Eso era lo que lo distinguía del resto y una vez
más lo demostraba en su dibujo. Marcelo, sonrió y fue en busca de un editor
para esas ilustraciones de las que el también se sentía parte.
Fuente:
https://elpais.com/diario/1989/08/01/cultura/617925605_850215.html
Entrevista
a Alberto Breccia- revista Gente (11/06/1992).
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