martes, 21 de enero de 2025

Umberto Eco y Breccia

 Por Pavla Ochoa


-Podrias adaptar "El nombre de la rosa" de Umberto Eco-le propuso Marcelo Ravoni, su representante en Italia.

 -No, porque no se la puede hacer en historieta.

 -¿Porqué?

 -Porque si le sacamos todos los elementos religiosos y la discusiones filosóficas, queda un policial -Alberto hizo una pausa y cerró su explicación- Y para hacer un policial de Umberto Eco...¡para eso Chandler!

 - Entonces¿no sé la puede hacer en historieta?

 -No, porque a la novela la mutilaria.

 -¿Tampoco se la puede ilustrar?

 -Si, se podría desarrollar cierto grafisnio sobre ella...

 

Marcelo, advirtió que el viejo se había quedado petrificado, cómo pensando en las posibilidades y dificultades. Sabía que ese hombre tenía la capacidad de darse cuenta en que terrenos literarios, podía explorar y sembrar semillas con su dibujo en tierra no fértil. Aunque lo había escuchado decir: "hay textos más fáciles de traducir a la historieta y en otras ocasiones conviene no meterse". Pero su silencio en ese instante, era la señal de que el mismo Breccia no aceptaba su propia respuesta. Ravoni cambio de tema y hablaron de otras cosas esa tarde de 1984. Pero de alguna modo sabía que más adelante habría novedades sobre su propuesta al dibujante.

 



 

En un encuentro en Milán, meses después, el mismo Umberto Eco coincidió con Alberto sobre la imposibilidad de hacer en historieta su novela. Pero abrió una puerta al decirle:"Genio es aquel que convierte los condicionamientos en posibilidades". Y Tito entró. No reparó en la sala llena de gente que fueron a escuchar al escritor. Él se quedó contemplativo a la dificultad. Entró. Sabía que la adaptación es contar otra vez y que él era un narrador de historias. Y que ilustrar es fijar en un dibujo momentos determinados de la narración. ¿Qué podría hacer en la ilustración? Entró, solo así tendría certezas. Levantó la mirada y vió que  Umberto seguía hablando con el público. Se acercó e interrumpió la charla:"Voy a ilustrar tu novela". El escritor apasionado del lenguaje de la historieta y particularmente de su obra, celebró en silencio el resultado de su provocación.

 


En los días por venir, Alberto, repetía mecánicamente un movimiento. Se sentaba a la mañana en un rincón de su cocina. Cruzaba la pierna y removía el tobillo mientras tomaba mate y leía una vez más "El nombre de la rosa". En algunos momentos miraba por la ventana. Esa ventana que era como la de los trenes, las que se abrían de abajo y disfrutaba del sol. Solo el movimiento de unos de sus gatos pidiendo que le llenen el plato de comida, lo interrumpía. Por casi tres años repitió esa rutina. Hasta que un día sintió que estaba listo para comenzar las ilustraciones.

Los dibujos de El nombre de la rosa le costaron. Por eso solía repetir cuando le preguntaban :"me llevaron cinco años. Después hice cien en 25 días".  También, se atrevía a dar detalles del proceso :"las ilustraciones son evocadoras, ya que no he querido reflejar en ellas de una forma realista los personajes o la época. Ello hubiera provocado el rechazo del lector, que ya tiene formadas sus propias imágenes".

 


Tito, estaba satisfecho con lo realizado. El propio Eco, aprobó el proyecto al ver por única vez, el fruto de esa labor creativa. Por eso, Marcelo Ravoni, sonrió cuando el viejo le encargó que comenzará  a buscar contactos para editar el libro.  Celebró ese pedido, porque ese trabajo era la muestra de que ese hombre se reinventaba todo el tiempo. Eso era lo que lo distinguía del resto y una vez más lo demostraba en su dibujo. Marcelo, sonrió y fue en busca de un editor para esas ilustraciones de las que el también se sentía parte.

 

 

Fuente:

https://elpais.com/diario/1989/08/01/cultura/617925605_850215.html

Entrevista a Alberto Breccia- revista Gente (11/06/1992).


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