Por Pavla Ochoa
Intenta una y otra vez. Hace bollos de papel de cada fracaso en la búsqueda del rostro de Mort.
Solo salen
monstruos. Sabe que el personaje no tiene nada que ver con un monstruo. Se
acerca la fecha de entrega del primer episodio y no estaría teniendo resultados
en definir los rasgos del hombre que regresa de la muerte. No hay tiempo para
dudar, tiene que actuar. Llama a Héctor y le pide tiempo:
-Escúchame
necesito que inventes algo para que el protagonista no aparezca de golpe.
Necesito que me des tiempo de meterme en el ambiente.
-¿Y el
viejo?
-Que
aparezca…el viejo voy a ser yo…
Logra
prolongar la aparición de Mort Cinder.
Resuelve al
anticuario envejeciendo su propio rostro.
Y comienza a explorar el clima. Convierte su casa en un set de filmación
de cine. Lo disfraza a su joven ayudante
Horacio Lalia, como jugaba al futbol tiene un físico que le ayuda a Alberto a
bocetar acciones requeridas en el argumento.
Apaga las
luces y baja las persianas del estudio, queda todo a oscuras.
Prende
lámparas y veladores chicos, que pone bajo la pera o piernas de Horacio. Y ahí lo ve, como una revelación a la
ceguera. Siempre tuvo enfrente a Mort Cinder. Solo que antes no lo sentía, no lo
percibía, ahora todo es claro.
Comienza a
dibujar la cara de su ayudante, la tortura para que sea la de un tipo de 40
años que viene de la muerte. Transforma la cara de un pibe de 20 años, en una
más despiadada, torturada y deformada. Y ahí, en un movimiento, Mort sale de un
cajón en el cementerio.
La noche
negra, el futuro así de sombrío comienza a brotar de la tinta, de su propia sangre.
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