jueves, 16 de enero de 2025

Gardel y Breccia

 Por Pavla Ochoa

 

El tango le llegó de muy pibe, cuando escuchaba en los fonógrafos que le prestaban a su hermano.

Solo sabe que le gusta Gardel. No sabe nada más. Lo escucha y lo imagina, flaco, rubio, de bigotes. No sabe cómo es su rostro.

El barrio esta de revuelta, su corazón también.

 Carlitos va actuar en el Cine Alberdi.

Sabe que es una cita de la que no va a faltar. No tiene dinero para la entrada, pero eso no importa. Esa noche se acerca al lugar y lo ve hablar con sus guitarristas y la gente. De la nada se paran dos jóvenes a mirarlo; Gardel esta de espaldas. uno de sus colegas le dice al oído; “Te están mirando”.

Entonces levemente, sin mirarlas en ningún momento, se da vuelta para no darles la espalda.

Pipiolo, está maravillado, entiende que lo hizo no para hacerse ver, sino de un gesto de gran señor. Ahí le vio la cara, ahí conoció al zorzal del tango.




Hubo otro encuentro casi similar, esta vez escondido en una enredadera, lo vio cantar en un boliche que estaba frente a El Resero.

Fueron las dos únicas veces que vio a Gardel.

Como una broma del destino, él comenzó a trabajar en la tripería, destripando animales el mismo día que falleció el Zorzal en la tragedia de Medellín, el 24 de junio de 1935: “No me puedo olvidar nunca de eso. Quedé con la mano hinchada así... Además, ¿cómo me voy a olvidar del día en que murió Gardel y el día en que empecé a laburar? Son dos fechas que juntas no podés olvidarlas. Me acuerdo de los diarieros voceando Crítica: ¡La muerte de Gardel! Tenía quince, dieciséis años”.

 

 

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-209534-2012-12-10.html

 


No hay comentarios: