Por Pavla Ochoa
Pinta con
el corazón, cada línea del rostro de su amigo, que le abrió las puertas de la
amistad y su familia. Recuerda como en
esa Italia desgarrante del fascismo, comenzó a escasear el trabajo para la mayoría,
pero más complicado fue para los historietistas. No dudo en conectarse con la
editorial Abril de Buenos Aires, que determinó su nuevo rumbo; abandonar su tierra
y habitar el desarraigo. Todo fue doloroso, pero siempre se dijo a sí mismo; “¡la
aventura es la aventura!”.
Por eso
cada trazo del rostro que está pintando es importante para él. Porque esa
persona fue abierta y sincera, no le interesó nunca averiguar su pasado, su
nivel social u orígenes. Alberto y Nelly, son sus hermanos mayores.
Le gusta tomar el tren de Ituzaingó a Haedo y
dejar el tiempo volar.
Por eso pinta
con una sonrisa gigante que atrapa el universo entero.
Ríe al
recordar a Enriquito, el sol de los Breccia, subir y bajar de sus brazos y
marcharse con besos llenos de chocolate. Le gusta compartir con esas personas
tiempo juntos.
Recuerda
que apenas se conocieron, Alberto lo hizo socio del "Club Náutico Bouchard
" y que iban a navegar en bote, a nadar, pescar, jugar al tenis. Jornadas inolvidables
que guarda en su mente y en sus huesos. Esa tranquilidad de sentirse familia,
no la encontró con sus colegas que también vinieron Argentina y solo visita los sábados . Quizás porque tIene
un largo viaje del oeste del conurbano a la pensión de Acassuso y los Breccia
García están a minutos de su casa.
Esa familia,
lo sostuvo para no rendirse en esta tierra tan lejana de la suya. Por eso pinta
ese retrato, como si se encontrará ahí los recuerdos, los deseos de tomar el
mundo por las manos.
Piensa en
volverse a su tierra en algún momento y le quiere dejar de regalo ese retrato a
su amigo, su familia. Al terminar de pintar firma con un trazo su nombre;
Sergio Tarquinio -1949”
Y de la
nada, comienza a cantar con lágrimas y risas un tango que le gusta mucho;
“Cómo olvidarte viejo
amigo, cafetín de Buenos Aires,
Si sos lo único en la
vida que se pareció a mi madre.
En tus mesas
milagrosas de sabihondos y suicidas,
Yo aprendí filosofía,
dados, timbas y la poesía cruel
De no pensar más en
mí.
Me diste en oro un
puñado de amigos:
Que son los mismos que
hoy alientan mis horas”
Fuente; https://www.tebeosfera.com/1/Seccion/RRP/01/Tarquinio.htm
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