Por Pavla Ochoa
Siente el
deber de felicitarlo. Cree que ya paso el tiempo suficiente después del regreso
de Italia del dibujante. Levanta el tubo del teléfono y marca el:”659-7325”.
Del otro lado lo atiende Irma que llama a Alberto para que hablé con el creador
de Sonoman.
Osvaldo, lo
primero que hace es felicitarlo por el “Yellow Kid” y serle honesto porque
demoró tanto en hacerlo: “Dejé pasar el tiempo para ser uno de los últimos en
hacerlo y lograr que usted me recordara”.
-Oswal, uno
de los últimos y uno de los primeros…
La
respuesta lo sorprendió. Debería ser un
honor saber que uno de los nuestros es reconocido mundialmente. Evidentemente
no solo a la prensa no le importo, ya que la noticia salió publicada en la “Hortensia”
porque fue el propio Quino quién la mandó y en La Razón se lo menciono en un
pequeño articulito, sino que a sus colegas tampoco les llamo la atención. Está indignado,
no puede creer que un grande como él y su premio no enorgullezca a todos. No lo
entiende, pero trata de disimular;
- ¿Qué siente
haber sido premiado?
- No voy a
negar que al principio la vanidad se siente halagada, pero ya al día siguiente
volví a ser el mismo. Después de todo, pensé, jamás me dieron un premio por
barrer el patio o hacer los mandados…
El joven que lo admira y quiere, comprende que sigue siendo el mismo tipo de siempre. El que en la Bienal del Di Tella, salió a los gritos a los organizadores a pedir que los trabajos de Oswal estén en la muestra, pese a no ser invitado a exponer. Siempre en defensa de sus colegas.
Le explota
el corazón de orgullo de saber que ese tipo sencillo, que cagado de frio en la
noche después de dibujar todo el día, se va a dormir temprano y se sueña
tripero en su Mataderos, del que nunca se olvida. Por eso el premio a la
“tenacidad” así como lo llama él mismo, fue el premio a quién deja todo en el
tablero, la sangre, las tripas.
El joven se
deja al mojarse con agüita fresca que emana del proletario del lápiz, el que
siempre se consideró un trabajador y no un artista. Esa bocanada lo moja de lleno
cuando le dice como cierre de la conversa: “Como ves, la mía no fue una carrera
de éxito, pero galopar, galopé”.
Breccia El
Viejo : Conversaciones Con Juan Sasturain- Editorial Colihue
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