Por Pavla Ochoa
Tiene
bronca. La sangre le brota como fiebre. Golpea con fuerza la puerta de la
editorial ubicada en la calle Sarandí 328. Tiene ganas de cantarle todas a Nicolás
Gibelli, el dueño de Codex. Siente que lo único que tiene es la palabra y si se
falta a la misma, nada queda. ¿En que creer, entonces?
Cuando lo llamó por primera vez, ya había editado sus primeros dos libros con ilustración de Blotta y a él le había encargado la tapa de una nueva revista que van a llamar Pimpinela y una historieta "El Capitán del Barco" con argumento de Leonardo Wadel. Pero, resulta que la tapa y la aventura a cuadros la está haciendo también; Enrique Vieytes.
La falta de palabra es lo que más le enoja y no tolera.
Comienza a gritar hasta que el dueño le abre
la puerta de su oficina. Al entra, le tira en la jeta el dibujo encargado y
comienza a insultar con aire de compadrito. Es una locomotora a vapor que lo
arrasa todo. Un torbellino de emociones. Da golpes a la mesa y le tira la plata
que le habían pagado por el trabajo.
-No se lo
permito-le dijo humillado en su orgullo de empresario y moral capitalista,
Gibelli.
-Si no me
lo permite, se levanta y me pega un tortazo- le respondió con palabras pugilísticas,
Alberto.
Todo era asfixiante
y febril en el lugar. El empresario, no movió un musculo, solo bajó la mirada.
Pipiolo, cerró la puerta con fuerza. Tiene la certeza de no haberse dejado pisotear. Nunca aguantó el manoseo de quienes se sienten con derecho sobre uno solamente por dar trabajo. No se lo va a permitir a nadie. Nunca.
En esos
momentos, nadie, ni el mismo, imaginaría que años después, Gibelli lo volvería
a llamar para que dibuje una revista para niños llamada; Peter Pan y algunas
tapas de libros.
Una noche, al
pasar por la casa de Breccia a retirar las ilustraciones, el empresario ve un
retrato que le hizo el pintor italiano, Sergio Tarquinio, amigo y compañero de
trabajo en Editorial Abril, que adopto como familia . Lo mira un rato y riendo por la fecha de la
pintura, le dice a Pipiolo; “Se acuerda cuando tuvimos aquel cambio de palabras”.
Sin darle respiro, le encarga una historieta nueva que tendrá como título; “Pancho
López”.
De ese mal
entendido, surgió un respeto mutuo, Por un lado, Gibelli, le aumento por su
cuenta el valor de su trabajo que le permitió empezar la construcción de su
casa y ahora iba a poder a volver hacer lo que gusta, dibujo humorístico. Se abría
una nueva historieta en la vida de Alberto. Y sabía que había sido resultado de
no verse nunca como artista sino como un trabajador.
- https://luisalberto941.wordpress.com/2018/10/14/editorial-codex-el-gigante-olvidado-los-inicios/
- BRECCIA EL VIEJO por JUAN SASTURAIN
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