Por Pavla Ochoa
Quiere
dibujar.
Ser
periodista, como los del diario Critica.
Sabe que no quiere ser tripero, estar todos
los días entre moscas y olor a mierda.
Quiere
salir de la cotidiana inmundicia.
Una noche
después de cenar, lee las noticias que llegan de España. La lucha de las
milicias, las muertes sin hospital, sin velatorio, sin entierro, muertos
anónimos, ruinas de la guerra civil. Siente la necesidad de sacar la rebelión
de la sangre. Se va a dormir con pólvora en sus sueños.
Al otro día
al entrar a la fábrica a trabajar, siente el impulso de dibujar. Humedece una
de las paredes de cemento y con tiza, comienza a esbozar los acontecimientos.
De su mano se desata un torbellino de imágenes. Hay silencio de tormenta en la
herida escondida del pueblo, en la llanura castellana. De la nada misma,
comienza aparecer el rostro de Antonio Machado, muerto recientemente.
Al terminar
se queda en un rincón y ve llegar a los muchachos de Villa Chica, sus compañeros
de trabajo y los observa detenidamente cuando leen esa especie de diario gráfico.
Ve caer una lagrima y también el abrir de un puño cerrado lleno de libertad.
Ahí, con él
mismo, asume un compromiso; dibujar las noticias en las paredes. Colaborar con
la arquitectura del hombre nuevo, todos los días, una y otra vez.
Fuente:
Documental; “Tinta Roja” de Carlos Mamud
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