Por Pavla
Ochoa
No puede entender porque el rechazo de la GENTE a su dibujo.
Lee en voz
alta con indignación; “Soy un antiguo
lector de El Eternauta, lo seguí capitulo tras capitulo en el viejo y olvidado;
“Hora Cero Semanal”. Los dibujos de Breccia son confusos, hay cuadros
virtualmente inexplicables y los protagonistas se confunden entre sí. Las mujeres,
por ejemplo, tienen la misma cara. Sería importante que Breccia dotara a sus ilustraciones
de mayor sentido historietistico”.
Mira
fijamente a Cristina y Patricia, sus modelos, sus hijas y después de las palabras
de ese tal Mario Valenzuela. Sigue leyendo, esta vez con bronca;” Pidan al dibujante que no intente
intelectualizar ese extraordinario guion de Oesterherld; Lo único que está
consiguiendo es arruinarlo”.
Arruga la
revista como un acordeón, pero lee la última carta de lectores; “Si bien en es cierto que los dibujos de
Breccia son realmente excelentes desde el punto de vista artístico, les puedo
asegurar que yo todavía no pude distinguir a los personajes. ¿No podrían hacerlos
un poquito más claro, menos artísticos para gente normal como yo?.
La carta de
Susana Fernández, lo hace detonar. No está dispuesto a cambiar el concepto que
eligió para El Eternauta. Va a morir en la de él.
Así se lo
hizo saber cuándo lo llamaron de la editorial y le pidieron que cambiara el
dibujo, que lo hiciera más claro, más comercial; “Yo dibujo así, sino les gusta, pueden levantar El Eternauta”.
No hay paso
atrás.
Al rato, el
teléfono vuelve a sonar en la casa de Haedo. Está vez es Héctor que lo convence
de hacer quince páginas más para abreviar el final y que termine la historieta.
Agudiza el
clima, apuesta a los negros y a los blancos uniformes, a la iluminación con
efecto de contraste y sigue usando el collage y los raspados con Gillette.
Escupe toda la bronca en cada página.
No puede
entender como la misma GENTE, la que lo contrató y publicó una foto de él junto
a Héctor y los directivos y las primeras páginas originales de la historieta,
ahora finjan demencia y pidan disculpas a sus lectores por “ese dibujante” que
los disgustó.
Tiene
bronca, pero la certeza de haber sido fiel a lo que sentía.
El tiempo
le demostrara que no estaba equivocado cuando lluevan los elogios en Italia y
la consagren como una obra maestra.
Tal vez
siempre lo fue.
Tal vez no
era para “esa GENTE”.
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