Por Pavla Ochoa
“Recuerdo
una anécdota al respecto: según el guión de Oesterheld había que dibujar la
partida de nacimiento del “Che”. Como fue imposible conseguirla, opté por dejar
el cuadro en blanco, lo que originó una serie de especulaciones. Se pensó que
era algo simbólico, o algo así como un código subversivo secreto. Los militares
se inquietaron y terminaron por decomisar todos los ejemplares que quedaban y
prohibir su publicación”.
Alberto Breccia
Trabaja a
velocidad extrema.
Sabe que hay imprecisiones en el argumento,
pero avanza sin detenerse.
Es el segundo intento que hace Héctor el texto, esta vez está contento con el resultado. Intuye que algo más allá del compromiso con Jorge Álvarez y su editorial, lo lleva a escribir sobre el Che.
Oesterheld como él, es un hombre agobiado de trabajo y de deudas.
Por elección
propia, le toca dibujar la infancia de Ernesto Guevara. A su hijo Enrique le corresponde la etapa en
Bolivia.
Alberto,
sabe que su aporte es un paso atrás, porque Oesterheld no ha inventado una idea
original, sino que confeccionó un relato “objetivo”. Pero por oficio avanza ese
desafio, como si la hoja en blanco fuera las laderas de la Sierra Maestra.
En el primer
cuadro toma una decisión de dejarlo en blanco sin terminar. El argumento dice
que va la partida de nacimiento del Che. Espera hasta el último día de entrega,
como la documentación no llega, sale así.
Ahí comienza
una ola de especulaciones:
¿Es algo simbólico?
¿Es un código subversivo secreto?
El diario
La Nación escribe una editorial hablando sobre el peligro de tratar sobre un personaje tan revolucionario como el Che.
Los militares se inquietan, terminan por decomisar todos los ejemplares que quedaban
y prohibir su publicación.
Alberto, será muy claro a la hora de hablar de las personas que piensan y buscan cosas que no existen, que rondan siempre en la pavada ; "¿Quisiera saber que buscan? Por qué dan tanta vuelta en un trabajo que es lo más simple, que no tiene ningún misterio”.
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