Pavla Ochoa
Ya perdió la cuenta de cuántos vasos de
whisky han tomado. Las palabras sin sentido se han apoderado del encuentro
entre ambos dibujantes en el bar “Mimo”, en ese diciembre de 1974 . Se quedan
en el aire a pleno movimiento, el mismo que hace soñar sin rodeos.
- ¿Si hacemos algo juntos? -le dijo el
hombre de pesados anteojos de carey de marco cuadrado y negro, saco, corbata y
libre cabellera blanca a Tito, que comenzó a soltar la imaginación sin normas y
filologizante, para jugar con la cultura y tratarla sin respeto.
- ¿Cómo qué?
- Una adaptación podría funcionar. Pero la
verdad es que a mí me da mucho laburo dibujar los fondos, es decir los
escenarios.
- ¿Qué te parece “La caída de la casa de Usher”, de Poe?
- Podría ser, vos te encargarías de la
parte más oscura del texto, es decir lo que está muerto, y yo me haría cargo de
lo que está vivo. ¿Qué te parece?
- En simples palabras: ¿yo dibujo todos los
escenarios en serio, bien negro, y vos los personajes en joda, en colores?
Dale, acepto.
No dudaron en hacer bocetos en servilletas
de papel. Estaban felices del emprendimiento.
Los dibujos de Oski parece que se mueven,
sus fuegos se crepitan y sus aves sin alas sobrevuelan lo grotesco. Eso le
gusta a Alberto, que siente en el pecho un fuerte latido que parece ensordecer
a todos los clientes del bar. Sus garabatos intentan estar a la altura de su
amigo, que enloquece de colorido en cada trazo. Es una ceremonia entre ambos.
No dudan en disfrutarse y seguir tomando más whisky. La noche los encuentra
entre imágenes inconexas en clave grotesca. En medio de risas y sueños, Breccia
desató un pensamiento en voz alta:
- Sos un tipo fuera de serie, totalmente
incomprendido, y vas a ser un capo dentro de unos años. Sin rodeos, “Oski es lo
máximo que dio Argentina en humor”.
Lo admira. Siente un fuerte sentimiento
hacia ese hombre que actúa como un niño cada vez que es su huésped, dejándole
una nota en lapicera con algún dibujo inédito. Guarda en su memoria cada una de
las curdas entre ambos. Por eso se emocionó con la posibilidad de trabajar en
equipo. Esa noche finalizó con una nueva borrachera en la lista de los dos
artistas.
El
30 de octubre de 1979 la muerte se llevó con ella a Oski, en la sala de un
hospital, después de una complicación en el post-operatorio de una intervención
no tan grave. Sintió la larga y angustiante ausencia. Luego de unos años de la
pérdida de su amigo, se encontró en ese mismo bar con Carlos Trillo. Alberto
ese día tomó sólo un té. En medio de la charla preguntó:
- Carlos, ¿quién podría dibujar conmigo la
adaptación de Poe que queríamos hacer con Oski?
Después de varios nombres al aire. Alberto
dijo no con la cabeza. Era evidente que la cosa era con Oski o con nadie. No
dice más nada sobre el tema y se queda pensando en ese “viejo malo” e indomable
que estuviera al pie del tablero y la ironía, mientras Trillo balbucea ideas al
viento.
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