jueves, 2 de enero de 2025

Lo que pudo haber sido una historieta de Oski y Breccia y no fue...

 Pavla Ochoa

 

Ya perdió la cuenta de cuántos vasos de whisky han tomado. Las palabras sin sentido se han apoderado del encuentro entre ambos dibujantes en el bar “Mimo”, en ese diciembre de 1974 . Se quedan en el aire a pleno movimiento, el mismo que hace soñar sin rodeos.

- ¿Si hacemos algo juntos? -le dijo el hombre de pesados anteojos de carey de marco cuadrado y negro, saco, corbata y libre cabellera blanca a Tito, que comenzó a soltar la imaginación sin normas y filologizante, para jugar con la cultura y tratarla sin respeto.

- ¿Cómo qué?

- Una adaptación podría funcionar. Pero la verdad es que a mí me da mucho laburo dibujar los fondos, es decir los escenarios.

- ¿Qué te parece “La caída de la casa de Usher”, de Poe?

- Podría ser, vos te encargarías de la parte más oscura del texto, es decir lo que está muerto, y yo me haría cargo de lo que está vivo. ¿Qué te parece?

- En simples palabras: ¿yo dibujo todos los escenarios en serio, bien negro, y vos los personajes en joda, en colores? Dale, acepto.

No dudaron en hacer bocetos en servilletas de papel. Estaban felices del emprendimiento.





Los dibujos de Oski parece que se mueven, sus fuegos se crepitan y sus aves sin alas sobrevuelan lo grotesco. Eso le gusta a Alberto, que siente en el pecho un fuerte latido que parece ensordecer a todos los clientes del bar. Sus garabatos intentan estar a la altura de su amigo, que enloquece de colorido en cada trazo. Es una ceremonia entre ambos. No dudan en disfrutarse y seguir tomando más whisky. La noche los encuentra entre imágenes inconexas en clave grotesca. En medio de risas y sueños, Breccia desató un pensamiento en voz alta:

- Sos un tipo fuera de serie, totalmente incomprendido, y vas a ser un capo dentro de unos años. Sin rodeos, “Oski es lo máximo que dio Argentina en humor”.

Lo admira. Siente un fuerte sentimiento hacia ese hombre que actúa como un niño cada vez que es su huésped, dejándole una nota en lapicera con algún dibujo inédito. Guarda en su memoria cada una de las curdas entre ambos. Por eso se emocionó con la posibilidad de trabajar en equipo. Esa noche finalizó con una nueva borrachera en la lista de los dos artistas.

 El 30 de octubre de 1979 la muerte se llevó con ella a Oski, en la sala de un hospital, después de una complicación en el post-operatorio de una intervención no tan grave. Sintió la larga y angustiante ausencia. Luego de unos años de la pérdida de su amigo, se encontró en ese mismo bar con Carlos Trillo. Alberto ese día tomó sólo un té. En medio de la charla preguntó:

- Carlos, ¿quién podría dibujar conmigo la adaptación de Poe que queríamos hacer con Oski?

Después de varios nombres al aire. Alberto dijo no con la cabeza. Era evidente que la cosa era con Oski o con nadie. No dice más nada sobre el tema y se queda pensando en ese “viejo malo” e indomable que estuviera al pie del tablero y la ironía, mientras Trillo balbucea ideas al viento.

 




 

 

No hay comentarios: