viernes, 3 de enero de 2025

Un tal Pipiolo en París

      

           Por Pavla Ochoa 


     -Invítame una cerveza, dale.

-Sí, ¿ya comió? - preguntó Eduardo Oreisten, mirando a los ojos al viejo en una calle cualquiera de París.

-Yo no como- respondió velozmente con aire provocador.

- ¿No come al mediodía?

-Trato de comer lo menos posible.

¿Qué está haciendo acá? Por ejemplo ¿por la noche, sale a pasear y esas cosas?

A veces sí. Hoy tengo una fiesta. En general sí, pero llevo mucho tiempo de viaje. Estoy cansando, ya estuve aquí, me recorrí cinco o seis países y volví en enero y a los pocos días vuelvo a salir. Volví acá. Ahora tengo que irme por pocos días y volver otra vez en octubre. Se hace pesado.

Se queda tres segundos en silencio y no duda en preguntarle ;  ” Pero, ¿me vas a invitar una cerveza?



Eduardo, se sienta en la mesa del bar y obedece sin chistar a Pipiolo. Disfruta de su compañía. Hablan de historieta, de bares, de la vida. El viejo no puede ocultar su alegría, su orgullo. Y hace sin preámbulos un elogio en mayúsculas; “La historieta actual está en decadencia. Ahora va a haber una exposición de mis alumnos en el Centro Recoleta. ¿Sabías eso? Ahí vas a ver a tipos bueno”.

¿Por qué? ¿Por qué son de su escuela? - desafió Eduardo que tenía colgado en su cuello, los auriculares de su walkman marca Sony.

-No, son libres. No son mi escuela.

- ¿Pero, no salen con escuela Breccia?

-No, no salieron mis hijos con la escuela de Breccia. Yo soy un tipo que respeta absolutamente la libertad. Lo qué más respeto. Por eso son buenos los pibes, porque yo los respeto, no los condiciono.

Se queda sonriendo en la nada. Un aleteo infinito de pájaros fugaces sube hasta el sol parisino. La brisa trae un perfume sutil, el de la tinta en la hoja, el de mates y facturas compartida con esos jóvenes que comparte las tardes de sábado en su casa de Haedo. No enseña dibujo, sino técnicas que ayuden a poder expresar lo que sus pibes quieran decir. Por eso está orgulloso de que sus esfuerzos puedan verse en la exposición que obviamente va a asistir.




  Antes de hundirse en el silencio, le dice con los dientes apretados y filosos ; “ Me gusta tratar con jóvenes mucho más que con viejos. No todos, pero los viejos son una manga de reventados”.

Y sin piedad le escupe en la cara; “¿no serás un viejo vos?”. Al ver la cara de espanto de Eduardo, le larga entre risas; “Es una broma hombre. Pedí otra cerveza y sigamos en lo que estábamos”.

 

El dibujante, devoró de curiosidad al joven periodista y cineasta, que anotó la fecha de inicio de esa exposición que tanto elogió el dibujante. Había una cita nuevamente con Breccia y era el 5 de agosto en Recoleta. Su mente ya estaba volando en los recuerdos por venir. Cuando se dio cuenta que el mozo, estaba esperando su propina. Y las carcajadas de Pipiolo se escucharon en esa ciudad de cuento de hadas, con su torre Eiffel, sus cafecitos y esos puentes que cuentan historias. Mientras destapaban esa birra francesa  para seguir esa charla infinita llena de continuará... 



Fuente: Revista Fierro, número 97- septiembre de 1992-


 

 

 

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