viernes, 3 de enero de 2025

José y Pipiolo

 

 Por Pavla Ochoa


Ésta en la puerta de la casa de su viejo maestro de la Panamericana.  No tiene la certeza, pero cree en lo más profundo de su corazón que él lo va a entender. Son momentos muy difíciles para su familia. Sus padres acompañaron ese amor al dibujo que puso de manifiesto a sus jóvenes 12 años. Su padre financió el costoso curso, pero los bolsillos comenzaron a vaciarse y fue insostenible de pagarlo. Desde ese día, Pipiolo, lo recibe en su casa, para que le muestre sus dibujos y pueda seguir creciendo en el oficio.




Pero hoy es diferente a los anteriores encuentros. No tuvo tiempo de sacarse la ropa de laburo, está lleno de grasa y aceite. Al abrir la puerta, no duda y dice sin rodeo: "Don Alberto, estoy yendo a trabajar y mire como tengo las manos, en una fábrica de mierda, me corroe la piel, tengo que estar limpiando rejillas y canillas que llegan todas en metal basto y tengo que trabajarlas con líquidos”.

El viejo, lo mira como escuchándose a él mismo a los 20 años cuando decidió no trabajar más en un frigorífico y apostar al dibujo. De algún modo sabe lo que le va a decir, José;

 “Don Alberto ¿sería posible conseguir algún lugar donde yo puede ganarme la vida y llevar un plato de comida y un poco de dinero a casa a través del dibujo?

-Mirá, justamente Pereyra, el otro día me dijo que Solano López está buscando un ayudante.

Siente que son cómplices, que pertenecen a lugares similares, a la pobreza.

Pero, tiene nervios. No se siente preparado para ser el ayudante del dibujante de El Eternauta.

 Es ahí que Breccia le vuelve a repetir lo que años atrás le dijo: “Oye Muñoz, los cómics son como un tablero de ajedrez. Un cuadrado negro, un cuadrado blanco, un cuadrado negro, un cuadrado blanco “.

Encuentra en esa simplificación del oficio, la fuerza necesaria para animarse a ir a ver a Solano. Los nervios, no le impiden ver que la seriedad de Don Alberto ese prototipo del tanguero: bien peinadito, todo trajeado, bigote fino, casi un dibujo de Divito, le estaba sonriendo con orgullo. Ese viejo le había enseñado respetar el tiempo y el dinero que sus viejos gastaron mandándolo a aprender a dibujar. El joven tiene ganas de abrazar a su maestro, siente que va a poder abandonar los ácidos que le carcomen las manos. Pero no estira sus brazos, solo lo mira con alegría. Es ahí que Breccia entre risas, le dice; “Pensar que solo querías aprender historieta con Hugo y te caí yo, como vos decís; la suerte de la desgracia”.




El pibe se pone colorado, no sabe dónde esconderse y su maestro lo invita a tomar unos mates en el taller.

 

Al día siguiente arranca haciendo los decorados de las páginas de El Eternauta.

Su viejo maestro, ve en su intimidad de Haedo, ese trabajo y siente que vale la pena haber enseñado el oficio a otros jóvenes.

Ese día, su alumno, dejaba de serlo y se convertía en colega y amigo.




 

 

FUENTE:

 

https://www.youtube.com/watch?v=R6XQopNhonU

http://www.alberto-breccia.net/breccia-20-ans-apres-entretien-jose-munoz/

https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-3087-2006-06-25.html

 

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