sábado, 4 de enero de 2025

Juntada de historieta en Río de Janeiro

 Por Pavla Ochoa



El calor se siente en la noche de Río de Janeiro.

También el calor de amigos y colegas.

Alberto, escucha atentamente a José, uno de sus viejos alumnos con quien mantiene una amistad muy cercana, que interactúa con quién es su socio de aventuras, Carlos, el encargado de escribir los argumentos de Alack Sinner. En la misma mesa del restaurante, con tonada cubana, murmuran Orestes L Suarez Lemus y Blanquito y el joven costarricense, Oscar Sierra Quintero, no puede creer la cena compartida que están viviendo. En el aire respira tinta china.

Un niño que se gana la moneda vendiendo flores se acerca a los historietistas, que agradecen la oferta comercial , pero no le compran. Cuando el gurí se está yendo de “El Puercón”, es Pipiolo quién lo llama. Y sin chistar le compra un ramo de rosas. Con mirada cómplice le dice en portugués; “Vá e leve para aquela garota”.

El pequeño se acercó a la mesa donde estaba la guía que tenían designada para que los acompañara en la “Primera Bienal de Historia em Quadrinhos” en Brasil.




Nadie dice nada, solo se miran y ven la nobleza de don Alberto, que tuvo en cuenta un detalle de gratitud para la joven, que nadie más de la mesa atino, por el simple hecho de que ni lo pensaron.

Sencillez y humildad de un grande, pensó para sí mismo Oscar. Orestes, rompe el silencio, pidiéndole a Breccia una caricatura. Quién con trazos claros y precisos, convirtió una broma en una joya artística para el obrero del lápiz cubano.




Es Sampayo y Muñoz que casi en simultaneo propusieron;” ¿Por qué no nos vamos a una escuela de samba?”.

Todos comenzaron a levantarse, menos el viejo que se sonrió de sus jóvenes colegas.

- ¿Viene con nosotros Don Alberto?

-No, me voy a dormir al hotel, mañana viajo temprano para Argentina.

Esa luna de noviembre de 1991, era testigo del primer encuentro de personas que compartían la misma pasión y amor a la historieta. Quizás por eso el viejo, sonreía de ver que el mundo a cuadritos tenía jóvenes que apostaban a seguir dando vitalidad al género.

Se despidió y mientras salía a las calles de Río de Janeiro, se reía a carcajada limpia de imaginarlos bailando al ritmo de samba.

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