Por Pavla Ochoa
El calor se
siente en la noche de Río de Janeiro.
También el
calor de amigos y colegas.
Alberto,
escucha atentamente a José, uno de sus viejos alumnos con quien mantiene una
amistad muy cercana, que interactúa con quién es su socio de aventuras, Carlos,
el encargado de escribir los argumentos de Alack Sinner. En la misma mesa del
restaurante, con tonada cubana, murmuran Orestes L Suarez Lemus y Blanquito y el
joven costarricense, Oscar Sierra Quintero, no puede creer la cena compartida
que están viviendo. En el aire respira tinta china.
Un niño que
se gana la moneda vendiendo flores se acerca a los historietistas, que agradecen
la oferta comercial , pero no le compran. Cuando el gurí se está yendo de “El
Puercón”, es Pipiolo quién lo llama. Y sin chistar le compra un ramo de rosas. Con
mirada cómplice le dice en portugués; “Vá e leve para aquela garota”.
El pequeño
se acercó a la mesa donde estaba la guía que tenían designada para que los
acompañara en la “Primera Bienal de Historia em Quadrinhos” en Brasil.
Nadie dice nada,
solo se miran y ven la nobleza de don Alberto, que tuvo en cuenta un detalle de
gratitud para la joven, que nadie más de la mesa atino, por el simple hecho de
que ni lo pensaron.
Sencillez y
humildad de un grande, pensó para sí mismo Oscar. Orestes, rompe el silencio, pidiéndole
a Breccia una caricatura. Quién con trazos claros y precisos, convirtió una
broma en una joya artística para el obrero del lápiz cubano.
Es Sampayo
y Muñoz que casi en simultaneo propusieron;” ¿Por qué no nos vamos a una
escuela de samba?”.
Todos
comenzaron a levantarse, menos el viejo que se sonrió de sus jóvenes colegas.
- ¿Viene
con nosotros Don Alberto?
-No, me voy
a dormir al hotel, mañana viajo temprano para Argentina.
Esa luna de
noviembre de 1991, era testigo del primer encuentro de personas que compartían la
misma pasión y amor a la historieta. Quizás por eso el viejo, sonreía de ver
que el mundo a cuadritos tenía jóvenes que apostaban a seguir dando vitalidad
al género.
Se despidió
y mientras salía a las calles de Río de Janeiro, se reía a carcajada limpia de
imaginarlos bailando al ritmo de samba.
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