Se respira
dictadura en Córdoba y en el país entero.
Se ha
multiplicado el horror.
Quién no disimula la bronca acumulada es el
Negro Fontanarrosa; “Esto no es una muestra sino una encerrona porque nos
tienen a todos en un lugar”. Sus colegas
lo miran, algunos eligen ignorar, otros están más atentos, como Hugo Pratt que
pide abiertamente saber sobre Oesterheld que lleva dos años desaparecido.
El clima es
tenso en el Museo Municipal de Bellas Artes “Genaro Pérez”.
En la
charla de apertura, Antonio Salomón hace un discurso donde alevosamente carga su
crítica a la Editorial Columba. Y todo se sale de control. Se escucha gritar
por los pasillos a Robín Wood: “mañana descuelgo mis páginas”. A la mañana
siguiente, los dibujantes y guionistas de la editorial comienzan a bajar las páginas
de la pared de la exposición. Aparece un militar y les menciona que no pueden
hacer eso. Y después que le explican el motivo de esa decisión, les asegura que
Salomón va a pedir disculpas en la conferencia por la tarde.
Nada de eso
ocurre. Solo un joven, un laburante de Columba se anima a exigir sus disculpas.
Nadie se mete. Un claro síntoma de la sangrienta dictadura; esa idea que va
creciendo velozmente socialmente; “mejor no meterse, son tiempos peligrosos”.
Lo que
flota en el aire es una fuerte tensión, como algo que está a punto de estallar.
Los
funcionarios militares de la provincia, están en el lugar. Escuchan, observan a
todos esos dibujantes y guionistas presentes, creen percibir el olor de la
bacteria subversiva desde lejos.
Por eso las
palabras de Fontanarrosa, comienzan a tener sentido.
En medio de
la gente, en un rincón de la Bienal, en una mesa larga con vino, están sentados
los dos viejos, Breccia y Oski. Dibujan para la gente que quiere llevarse un
original. Entre la multitud, una mujer chilena le pide un dibujo al hombre que usaba
melenita canosa y anteojos grandes, algo enconvado para no parecer tan grandote
y dar frágil. Él le hace una especie de cordillera.
Ella, le
pregunta: “¿Es Chile?”
-Sí, lo es.
-Pero le
falta el sol.
- No puedo
hacer el sol en Chile.
Alberto,
los interrumpió y le ofreció hacerle un dibujo a la mujer del país vecino. Conocía
a su amigo, era gracioso, un viejo malo: a la gente que no quería la hacía
mierda. Era muy ácido e irónico, por eso sabía que esa postura que asumía a
responderle a la joven era una crítica directa sin metáforas a la dictadura de
Pinochet.
-Me hace un
dibujito para mi mujer- dio la orden, mirando con desprecio al dibujante que reside
en Milán.
-Le voy a
ilustrar algo en lo que estuve trabajando mucho últimamente, y que representa
el trasfondo de la sociedad. La sombra de un tornillo. Deme un minuto...
Oski, sin
apuro ni fastidio aparente comienza a esbozar trazos. Casi 10 minutos después,
agarra el papel y lo rompe al mismo tiempo que dice; “no me sale”, dando por
terminado el intento.
No hubo ni dibujito ni disculpa. Es nuevamente,
Alberto, quien interviene, pero esta vez para levantarse con su amigo con la excusa
de discutir esa adaptación de Carlos Trillo de un cuento de Edgar Allan Poe,
que van a dibujar ambos. Con un vaso de vino, se miran directo a los ojos,
saben que son tiempos duros, pero que no hay lugar para medias tintas.
Será una de
las últimas veces que se encuentren, pero no lo saben. En Córdoba, dos viejos
de carácter, ríen con las locuras que imaginan ilustrar. Mientras la tarde les
da lugar a los grises infinitos de la noche.
Fuentes:
https://jose-massaroli.blogspot.com/2019/05/la-gran-bienal-internacional-de.html
https://www.agencianova.com/nota.asp?n=2020_6_24&id=87918&id_tiponota=111
https://revistasudestada.com.ar/articulo/722/oski-la-sombra-del-tornillo/index.html
https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/subnotas/9200-2052-2013-10-13.html
https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/subnotas/9200-2052-2013-10-13.html
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