jueves, 28 de diciembre de 2023

Entrevista con Lautaro Fiszman


Lautaro Fiszman, es dibujante, ilustrador y pintor. Lo destacado de su andar como trabajador del lapiz, sucedió entre los  15 a los 18 años, cuando estudió en el Taller de Historietas del maestro Alberto Breccia en Haedo, provincia de Buenos Aires. En 1994, junto a lxs alumnxs de ese  taller, comenzaron a autoeditar la revista “El Tripero” en homenaje a quien lxs habia formado en la profesión. En un dialogo donde intercambiamos preguntas y respuestas, nos habló de su vinculo con Breccia y la importancia de su influencia .

 

¿Cómo fue estudiar esos tres años  con Alberto Breccia?

Estudiar con Alberto fue de lo mejor que me pasó en la vida. Empecé en el taller un poco antes de cumplir 16 años, y me partió la cabeza, tanto los laburos de Alberto y lo que se hablaba en el taller, como los dibujos de otros alumnos que ya estaban hace tiempo y eran tremendos.

¿Cómo eran sus clases?

Al principio de la clase mostrábamos  los dibujos que habíamos hecho en la semana poniéndolos en un caballete, Alberto los miraba y comentaba y por lo general les preguntaba a los demás o a algun@ en particular qué le parecía.  Algun@s  dibujaban  en clase,  pero la mayoría llevábamos los trabajos y en la clase charlábamos sobre los laburos y lo escuchábamos. En el último tiempo a los más nuevos les daba ejercicios y trabajaban en clase.  Por lo general, en un momento salíamos a comprar facturas y tomábamos mate hasta tarde. Las clases arrancaban a eso de las 17 y terminaban de noche.

¿Qué te dejo Alberto como docente?

Él siempre decía que para dibujar hay que poner las tripas sobre el tablero, y eso es lo más importante que nos dio, y no solo lo dijo sino que es lo que él hacía, cuando uno ve un laburo de Alberto siente que puso el corazón y las tripas ahí.

También nos decía que éramos dibujantes, no historietistas nomás, o sea que teníamos que poder resolver cualquier laburo de dibujo. Esto también fue muy importante porque muchos después empezamos a laburar de ilustradores, ya que era imposible para la mayoría laburar de historietista.

¿Qué obra de Breccia es la que te gusta? ¿Por qué?

Podría elegir Mort Cinder, pero en realidad no tengo una en particular que sea la que más me gusta, toda su obra me parece increíble.

Si bien los mitos de Chtulu no es el mejor laburo desde el punto de vista narrativo, como por ejemplo el Corazón delator que es una genialidad, por otro lado, en la imagen de “Los Mitos” experimentó  un montón, usó collage, logró dibujar cosas que eran  indibujables  y descubrió cosas y abrió camino para los que venían después. Alberto para mí fue un tipo valiente, que se bancó que los giles lo critiquen, no ser reconocido como se merecía  en Argentina  siendo de los más capos del mundo. Y no dio pelota al qué dirán y laburó como el sentía que se labura, investigando experimentando fue un abre caminos, un tipo que hace que el mundo sea mejor para los demás.

¿Hablaba de Mataderos con ustedes?

Claro que hablaba de Mataderos, era de las partes de la charla que yo más disfrutaba, nos contaba historias de sus amigos, de la murga, de una vez por ejemplo que se iban a pelear con otra murga en la gral Paz, que era un descampado, con perros cimarrones, y llegó la cana y entre las dos murgas en vez de pelearse entre sí cagaron a palos a los canas, y al final terminaron todos presos.

¿.Qué significo para vos con tus 18 años  crear  junto a tus compañeros de taller, la revista de historietas “El Tripero”?

Para mí fue siempre emocionante, más allá de la posibilidad de publicar nuestros laburos,  El tripero no sólo era una revista sino un grupo, durante un montón de años nos seguimos reuniendo todos los sábados, al principio en la casa de Sandra Lavandeira y después alquilamos un altillo, y ahí llevábamos los laburos y los comentábamos entre todos como hacíamos en lo de Alberto.

 ¿Qué anécdota podes contarnos sobre Alberto?

Una vez nos contó que cuando él tendría unos 15 años,  el Pampa Julio, que era un guapo de Mataderos lo fue a apurar porque decía que Alberto había hablado mal de él, no me acuerdo si el guapo sacó el facón, pero la cosa es que Alberto acarró un marronero, el martillo con que matan a las vacas y le dijo que si se acercaba le partía la cabeza. Alberto dijo que al guapo no le dio miedo(los guapos no tenían miedo), pero que le gustó su actitud y por eso lo perdonó.





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