miércoles, 4 de enero de 2023

Berni y Breccia

 Por Pavla Ochoa-

Ingresó a la Escuela de Bellas Artes de Río Gallegos, acompañado de su amigo, colega y vecino del viejo oeste, Carlos Nine. Caminó por el edificio sin buscar el aplauso  y se detuvo a mirar las obras que colgaban de las paredes. Su acompañante lo observó detenidamente cuando se acercó a las pinturas, se puso  las gafas y se alejó para contemplar el arte. Era un placer esa escena y por eso  aprovechó y le tomó una fotografías, porque sabía que al viejo le gusta el registro visual. Y es ahí que lo vió. Había algo familiar en él. Y sin dudar, se lo dijo:

 

-Alberto, no me lo va a creer, pero tiene un parecido extraordinario con mí tío Mario.

 

-Entonces...este Mario debe ser una buena persona.

 

Se quedaron mirando mutuamente, con ese amor de un hijo a un padre por parte del joven dibujante. Entonces, Carlos, lo recordó joven. Es especial,lo recordó en Córdoba. Recordó ese encuentro entre Breccia y Antonio Berni. Recordó al público arrojarse al pintor para pedirle un dibujo. Recordó que mientras tanto Alberto hizo bocetos de sus personajes, Vito Nervio, Scherlock Time, Mort Cinder. Recordó la sangre, el fuego que se desprendió de esa mano proletaria. Recordó especialmente, el crujir del público que se olvidó de Berni y que lo ponía a él en el centro de la escena. Recordó el porque lo admiraba tanto.

 




Al volver en si, se encontró con Pipiolo, que lo estaba mirando atentamente. Le sonrió sin decir nada. Esa era la señal para ingresar al lugar donde iban a realizar la charla. Apenas cruzaron la puerta, se sorprendieron de encontrar la sala llena de jóvenes.

 

Lo primero que contó Alberto al auditorio, fue que de pibe quería estudiar Bellas Artes, pero que su padre se opuso: "Era una cosa lejana, sostificada, incomprensible. Y mí viejo era un hombre humilde, un laburante".

 

Carlos, quedó hipnotizado al escuchar a ese hombre que podía hablar de novela, de poesía, de teatro, de cine, de historia, de pájaros y hasta de flores. Era bueno escucharlo con su voz densa y grave, hablar desde la experiencia, proponiendo su idea sobre el arte:"artista es aquel que transforma las limitaciones en posibilidades".

 




Inesperadamente, una joven, se levantó de su silla, se paró con firmeza y le dice directamente a Breccia:

 

-Yo creo advertir en su trabajo muchos elementos de la plástica.

 

-No, para nada. A mí me interesa un pito la plástica- replicó Alberto, como un rayo en la oscuridad .

 

-Sí, yo siempre discuto con ella . Yo creo que usted es un verdadero historietista- comenta un joven, como esperando un guiño del dibujante.

 

-Pero,¡ni loco! Yo lo que quiero realmente es  pintar...

 

El aula quedó en silencio. Ese silencio que aturde e incomoda. Su acompañante, miró para otro lado, intentando ocultar su sonrisa por las respuestas de Alberto.

 

"Hemos ido juntos a varios lugares y siempre armaba quilombo. Volvía loco a todo el mundo, tiraba datos falsos. Yo creo que él no quería que lo clasificaran. Y un tipo que no quiere que lo clasifiquen es porque tiene un compromiso previo con él"; recordó, Carlos Nine, sobre esos momentos en que al viejo Breccia se burlaba de esa definición de "dibujante de caballete".  Siempre tuvo claro que era "un trabajador" y no entraba en esas falsas definiciones sobre él mismo.

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