Por PaVla Ochoa
No es difícil imaginar a Alberto Breccia ejercer en toda su plenitud, su vida proletaria: a través del dibujo. Sus grandes manos, antes de convertirse en las del maestro estuvieron sometidas al trabajo explotador de un frigorífico en Mataderos.
Fiel a sus amigos de la infancia y a su pasado, siempre mantuvo vivo el recuerdo de los años que vivió en Mataderos. El deporte fue parte de la cotidianidad de su vida. El boxeo, lo tenía como aficionado y lo llevó a levantarse en cada puesta del sol a realizar gimnasia aeróbica y pesas. La radio y la música lo acompañaban en su taller de trabajo, el tango predomino a otros géneros y se incorporo a sus obras plásticas. Nunca fue militante de alguna estructura política partidaria, pero junto a Héctor Oesterheld realizo la biografía de Ernesto Che Guevara adaptada a la historieta.
Ese
trabajo fue censurado por la dictadura del General Juan C. Onganía, secuestrando
y quemando los originales para que nada quede de la figura del guerrillero revolucionario argentino. La tarea de hacer
esta expresión gráfica con el guionista y su hijo Enrique no quedo en el olvido
pese al intento de silenciarlo.
La decisión de su compañera de vida, Irma Dariozzi de enterrar en el jardín de su hogar un ejemplar de esa edición junto al libro de Eduardo Galeano; “Las venas abiertas de América Latina”, pese a la expresa negativa del dibujante, hicieron que podamos leer esa obra en el presente: “La verdad es que Alberto no quería enterrarlos, sino que quería quemarlos. Le decía; “¿Cómo voy a quemar al Che Guevara? Le hice un envoltorio para resguardarlo, papel de seda manteca, de todo puse, pagina por pagina, después lo envolví con metal, papel absorbente y después lo metí en un tubo de plástico de dibujo. Ahí también enterré una escopeta. Alberto decía; “llegan a poner la bomba y salta la escopeta, salta todo”. Yo le hacía a hacer cada cosa, meterse en cada situación, que lo iba a matar de disgusto”; recordó Irma. Sobre ese hecho puntual.
La decisión de su compañera de vida, Irma Dariozzi de enterrar en el jardín de su hogar un ejemplar de esa edición junto al libro de Eduardo Galeano; “Las venas abiertas de América Latina”, pese a la expresa negativa del dibujante, hicieron que podamos leer esa obra en el presente: “La verdad es que Alberto no quería enterrarlos, sino que quería quemarlos. Le decía; “¿Cómo voy a quemar al Che Guevara? Le hice un envoltorio para resguardarlo, papel de seda manteca, de todo puse, pagina por pagina, después lo envolví con metal, papel absorbente y después lo metí en un tubo de plástico de dibujo. Ahí también enterré una escopeta. Alberto decía; “llegan a poner la bomba y salta la escopeta, salta todo”. Yo le hacía a hacer cada cosa, meterse en cada situación, que lo iba a matar de disgusto”; recordó Irma. Sobre ese hecho puntual.
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