Por PaVla Ochoa
En los primeros días de enero de 1993, conocí por primera
vez al dibujante Alberto Breccia. Para ser más clara, no lo conocí en persona pero si tome en ese momento conocimiento de este
artista notable de la historieta en una revista de cómic de editorial Perfil;
Flushman en la sección Perfiles, donde se realizaba una entrevista a personajes
trabajadores de las viñetas y a otros/as artistas.
Con el nombre de “ALBERTO BRECCIA. UNA CHARLA CON EL MAESTRO”
, la nota periodística realizada por Rafael De La Iglesia., era acompañada de
una foto donde Tito sonríe sosteniendo con sus manos varios
pinceles. Esa imagen me acompaño por mucho tiempo y fue el índice del amor que
le tengo a este notable e increíble artista.
Hoy en estos primeros días de enero pero del 2018, nace desde muy adentro, la necesidad de compartir esa entrevista que tuvo lugar en la revista
del superhéroe de DC Comics, The Flash, publicación en nuestro país en plena invasión de los superhéroes norteamericanos;
Superman, Batman, la Liga
de la Justicia
y Flushman (NdR; La editorial Perfil que publicó las series, debió de esta
manera llamar a Flash, para evitar un conflicto legal con una revista de
espectáculo que tenía el mismo nombre) ahí y sin aviso alguno apareció Tito Breccia con su historia.
Alberto Breccia: Una
charla con el Maestro
Nuestro país tiene la característica de poseer una gran
cantidad de talentosos de la historieta, pero sobre todos ellos hay uno que se
destacará siempre: Alberto Breccia. Lo que leerán a continuación es una charla
que tuve con él en su casa de Haedo. Realmente, todo un placer.
-¿Cómo empezó,
maestro?
-Mis comienzos ya los conté tantas veces que ya no tengo
ganas de volver a contarlos.
-Bueno, entonces por
qué no me cuenta cómo se encontraba la historieta argentina en esa época.
-En aquel momento había 3 o 4 dibujantes no precisamente
historietistas como se entiende ahora; dibujantes, ilustradores, humoristas,
que también hacían publicidad que hacían 4 o 5 historietas para revistas como “El
Hogar” donde salían “El Negro Raúl” y “Pancho Talero” de Lanteri. “Caras y
Caretas”, donde salía “Maneco” de Linaje, y “Critica”, donde salía “El Nuevo
Rico” de Héctor Rodríguez. Quiero decir que la historieta nacional como la
vemos ahora, con una enorme cantidad de dibujantes, donde los muchachos
estudian y pretenden ser historietitas, no existía. La historieta era una de
las tantas facetas del dibujo, como podía ser la ilustración o la publicidad.
Yo comencé como humorista. Hice 300 tiras mudas de las cuales vendí 10 que
nunca se publicaron. También hacía dibujos gauchescos para una revista folklórica.
Después hice otra serie de tiras sobre un detective chino que se publicó en la
revista “Fenómeno”, una vieja revista de la editorial Tor. Yo era muy
joven. Y luego, con ese bagaje de cosas,
me fui a Láinez. A Láinez no le interesó lo humorístico y me encargó una
historieta seria. Llegué a casa a la noche y tenía que llevar al día siguiente
una página dibujada de una historieta seria de la cual yo no tenía ni la más
remota idea. Es decir que armé el argumento esa noche, la dibujé y la llevé, y
me la tomaron. Ese fue mi comienzo.
-¿Qué dibujantes lo influyeron?
-Básicamente, todos. Todos los que tenía a mano. No podía ver
a todos porque acá, revistas como El Tony, Pololo, Tit Bits y Mustafá
publicaban sólo historietas inglesas. Los cuadritos todos iguales. Con un texto
abajo, tipo folletín. Pero, ya en esa época (estoy hablando del año 36 o 37)
comenzaban a verse historietas americanas. Entonces a mi me influyeron Hogarth,
Raymond, Eisner…¡ma qué influirme, me los copiaba! Después vino Milton Cannif,
y con él aprendí lo que es el dibujo en blanco y negro, efectista,
caricaturesco, fuerte, vigoroso. Con él descubrí todo eso.
- Usted trabajó, en distintos momentos de su carrera, con
Hector Oesterheld y Carlos Trillo, sin duda, los mejores guionistas argentinos.
¿Qué recuerda de cada una de las experiencias?
- Antes que nada quiero agregar a la lista a otro excelente
guionista que fue Wadel. Wadel fue el primer guionista profesional ciento
por ciento. Un hombre responsable, que se tomaba en serio su trabajo y que está
muy olvidado. Oesterheld era un gran escritor, pero no era un buen guionista.
Tanto Hugo Pratt como yo modificábamos sus guiones porque si lo hubiésemos trabajado
tal cual como él los mandaba, habríamos hecho historietas sumamente extensas y
con muy poco atractivo. Con Trillo hice cosas muy buenas, sobre todo
adaptaciones de los cuentos que yo le marcaba. Y después la historia más larga fue
Buscavidas y no tuvo mayor éxito.
- En un momento de su carrera, usted cambió un estilo realista
por un estilo expresionista ¿A qué se debió el cambio?
- Si por realista se entiende un dibujo académico, donde todos
los hombres y todas las mujeres son lindos y bien proporcionados, eso para mí
no es realismo. Así, yo no soy realista. Creo que hay una confusión. Realismo
es, sobre todo, gente fea, porque la gente es fea en su inmensa mayoría. Si no,
para elegir una Miss Universo no habría tanto concurso ni tendrían que pasar
tantas chicas para llegar a ese punto. Yo hago gordos, petizos, pelados, gente
deforme y contrahecha. Porque la inmensa mayoría es así. O sea, que, para mí,
mi dibujo es realista y el de Foster no.
- ¿Es un asiduo lector de historietas?
- No, nunca fui y nunca seré. Lo que he leído ha sido por
cuestiones de trabajo.
- ¿Cómo ve el panorama actual del comic argentino?
- Lo veo bien en cuanto a dibujantes nuevos, en cuanto a
calidad. Pero lo veo mal en cuanto a medios. El mercado argentino no existe. No
hay dónde publicar. Argentina es un caso excepcional. Tiene tres o cuatro
revistas y aparecen dibujantes por docenas y se llevan todos los premios en
todos los encuentros internacionales. Es un caso muy extraño. Yo no le veo explicación.
- Bueno, muchas gracias, maestro.
- De nada.
Entrevista a Breccia realizada por Rafael De La Iglesia, publicada originalmente en la revista Flushman número 17 del mes de enero de 1993.
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