Por Pavla Ochoa
El año 1964 no solo fue la visita de The Beatles a Estados
Unidos que los puso en foco en todo el mundo, también fueron tiempos de anocheceres agitados para Alberto Breccia. El dibujante había terminado de hacer Mort Cinder con Héctor Germán Oesterheld, obra cumbre de la historieta mundial y ahí decidió no hacer nada que tenga relación
con las historias narradas en viñetas.
Era zona de angustia, el sufrimiento lo
rodeaba. Su compañera de vida y madre de sus hijos, agonizaba por una enfermedad llamada ;"la poliquistosis". Malamente alimentado y con la humillación de presentar un certificado
de indigencia al Estado, porque él ganaba entonces 4.500 pesos a la semana y su
mujer necesitaba 5.000 pesos diarios de remedios. No puede siquiera sentarse en
el tablero a dibujar aventuras en cuadritos y es ahí donde grita
desaforadamente: “se va a la puta madre que la parió la historieta”.
El cuerpo de la pobreza era moneda corriente en los días del
dibujante.
El instinto de
supervivencia no se hizo esperar, comenzó a trabajar para la revista “Mis
deberes” y para “Billiken” . Ilustró en esa instancia, distintas tapas, cuentos,
posters desplegables y temas diversos. Todas esas changas lo llevaron a pagar
el tratamiento de su primera esposa y madre de sus tres hijxs, Nelida Garcia Barrientos.
Neli era hija de Nicolás Enrique García y María Pilar
Barreiro. Cristina Breccia, en una entrevista realizada para el Diario de Las
Palmas “La Provincia” de Las Canarias- España, señaló que su abuela María, había
fallecido unos años antes de la misma enfermedad ; “Murió bastante joven, según
contaba mi padre, víctima de la misma enfermedad renal que luego padecieron mi
tía Delia, la menor de la familia, y mi madre”.
Lo que padeció
la compañera de vida de Breccia era la
poliquistosis, una enfermedad
genética que reduce la función de los riñones y contamina la sangre con urea y
creatinina. En esos años mataba de infartos y aneurismas
Alberto se deja arrastrar por los impulsos que
retuercen todas las muecas del alma. Su vida se desangra. Pero ahí aprende lo
que es la felicidad; "Aprendí a valorar la felicidad cuando le hacían
diálisis a Neli, que no es motivo de felicidad, porque la diálisis era
agotadora, venía muerta y se acostaba casi un día y después con la sangre
limpia se sentía muy bien, buena, sana. Duraba 12 horas, estaba con mis hijos,
conmigo, tomábamos mate, veíamos televisión. Sabía que iba a durar poco, pero
en lugar de angustiarme porque pasaría aprovechaba al máximo esas pocas horas
de felicidad a cuentagotas. Hay que aprovechar cada momento de felicidad".
Todo se convierte en nevada. Donde las langostas de la
pobreza avanzan estratégicamente comiéndose a los hombres. Pese a la
adversidad, ingresa a trabajar para la Editorial Difusión
realizando ilustraciones y portadas para las diferentes colecciones de libros y
revista de historieta. No está satisfecho con su labor, pero entiende que estar
frente al tablero y no sometido bajo un patrón en una fábrica, es un tesoro
invalorable; “El drama de todo dibujante es tener que ganarse la vida
dibujando, eso lo sabe cualquier chico que comienza y lo sabe el profesional
más viejo, porque el dibujo termina haciéndose oficio, que es lo que nunca
debería hacerse. Por eso yo prefiero hacer una atrocidad como hago, aunque
dibujando con honestidad. Yo no soy dibujante con vergüenza, por eso prefiero
hacer estos trabajos, que me permiten vivir y hacer las cosas que pueden
salvarme”.
Patricia Breccia, en la entrevista brindada a el diario español, mencionó como impacto la muerte de Neli en marzo de 1966 a la familia: "Cuando mi madre murió, yo tenía 10 años, mi hermana 15 y mi hermano 20. Durante años y años padecimos con ella su enfermedad y su dolor. Mi padre quedó devastado ante su pérdida y nosotros quedamos caminando en el vacío. Todo era desesperanzador. Vino un tiempo a cuidarnos mi abuela paterna, Amalia. Casi no tuvimos contención por parte de nadie. Nos arreglamos como pudimos, fueron épocas duras".
Pese a que los
médicos le perdonaron a Alberto parte de la deuda por la diálisis, quedó endeudado, con
la casa hipotecada y sin poder pagar los intereses. En el 2014, Cristina
Breccia, me recordó en una charla que pudimos tener esos años de acreedores que lo instigaban a
pagar deudas: “El acreedor que hipotecó tres veces nuestra casa se llamaba Bastaroli
y debo rescatar que no la remató porque tenía buenas intenciones con mi viejo.
Muchas veces yo misma tenía que decirle que no teníamos plata, era una
situación horrible. Pasábamos muchos días sin comer y el dolor era como un
calambre que te tuerce en dos, eso es el hambre. A dos meses de la muerte de mi
mamá, bajé diez kilos y él tenía una angustia infernal, por suerte nos ayudaron
los vecinos que cuando se dieron cuenta nos daban de comer. Mi viejo se forzó
para salir de ese pozo anímico y económico, por nosotros, su familia. Por eso
mi padre fue el mejor de los padres”.
También, Patricia Breccia, en una breve entrevista que le pude realizar por
mail, me describió esa instancia oscura de su padre como fundamental en ese
desarrollo gráfico proletario: “Mi viejo puteaba muchas veces, pero hacer esto
era su gran pasión. Era el dibujo; también ha hecho cosas para chicos y era
hermoso y diferente. Eso era lo mágico de mi papá, lo que hacía lo hacía
diferente a lo que se estaba haciendo en el momento. Siempre estaba un paso más
allá del resto, gráficamente. Era un obrero que experimentaba con las técnicas.
Tenía un bagaje infernal. Sabía muchísimo de historieta, de dibujo, de
composición, de perspectiva. Era un erudito. Y, al mismo tiempo, la cosa
proletaria de laburar con las manos, en las páginas, en el jardín, en la
cocina. Siempre con las manos”.
La vida de Pipiolo corría cuesta abajo. Sin dormir, pero con los
párpados cerrados, pensó repetidamente en sí mismo. Se preguntó: “¿Seré capaz de soportar
estos tremendos golpes?” Mientras la noche eterna lo devoraba todo a pasos
agigantados, sólo le respondió un eco de desierto y aletazos de buitres.
Por eso, los trabajos de ilustración para revistas escolares, le
dieron la conciencia de “proletario del lápiz” y a partir de ahí comenzó a
sentir de nuevo esas ganas de relacionarse nuevamente con la historieta y haría
tres paginas formidables de una historieta unitaria con guión de Oesteherld,
Richard Long, pero esa es otra historie(ta).
Fuente: https://www.laprovincia.es/dominical/2018/01/01/mort-cinder-esplendor-muerte-9554925.html
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