miércoles, 11 de abril de 2018

El dibujante



Por PaVla Ochoa


No es difícil imaginar a Alberto Breccia ejercer en toda su plenitud, su vida proletaria: a través del dibujo. Sus grandes manos, antes de convertirse en las del maestro estuvieron sometidas al trabajo explotador de un frigorífico en Mataderos.








 
Desde niño fue un gran lector; rol que lo tuvo en activa interacción con su obra plástica. Transitó el camino a contramano de las leyes del mercado, sin dudar un instante de lo que iba a ser de su carrera.


 
Un artista con una inmensa capacidad de comunicar, pero que no llegaba a convencer a editores de turno que no comprendían lo que manifestaba. Estaba a años luz de los canones rígidos de la historieta. En ese clima hostil, nada lo desvió del horizonte a seguir.


 
Hombría a flor de piel, obsesivo en la limpieza domestica que solo se adormecía cuando se entregaba en una ceremonia interna, con una de sus pasiones, el amor a sus más de ocho gatos que habitaban su casa de Haedo. Paradójicamente en la semana siguiente a su muerte, día a día las mascotas felinas siguieron a la persona que les entregaba en cada jornada, no solo un plato de comida, sino que dedicación plena y total afecto sin límites.


 
Este hombre el anticuario del futuro, era directo en sus palabras que no se vestían de rodeos. El dibujante, Horacio Lalia, remarcó: “Alberto era un gran tipo, más allá que era una especie de coraza que tenía hacia el exterior, cuando uno lo conocía veía a una persona muy sensible y no tenía tan mal carácter. Simplemente era una postura que el asumía porque no le gustaba ciertas cosas Y ponía un poco de distancia, pero realmente él era una gran persona”.


 




Fiel a sus amigos de la infancia y a su pasado, siempre mantuvo vivo el recuerdo de los años que vivió en Mataderos. El deporte fue parte de la cotidianidad de su vida. El boxeo, lo tenía como aficionado y lo llevó a levantarse en cada puesta del sol a realizar gimnasia aeróbica y pesas. La radio y la música lo acompañaban en su taller de trabajo, el tango predomino a otros géneros y se incorporo a sus obras plásticas. Nunca fue militante de alguna estructura política partidaria, pero junto a Héctor Oesterheld realizo la biografía de Ernesto Che Guevara adaptada a la historieta.



 Ese trabajo fue censurado por la dictadura del General Juan C. Onganía, secuestrando y quemando los originales para que nada quede de la figura del guerrillero  revolucionario argentino. La tarea de hacer esta expresión gráfica con el guionista y su hijo Enrique no quedo en el olvido pese al intento de silenciarlo.


La decisión de su compañera de vida, Irma Dariozzi de enterrar en el jardín de su hogar un ejemplar de esa edición junto al libro de Eduardo Galeano; “Las venas abiertas de América Latina”, pese a la expresa negativa del dibujante, hicieron que podamos leer esa obra en el presente: “La verdad es que Alberto no quería enterrarlos, sino que quería quemarlos. Le decía; “¿Cómo voy a quemar al Che Guevara? Le hice un envoltorio para resguardarlo, papel de seda manteca, de todo puse, pagina por pagina, después lo envolví con metal, papel absorbente y después lo metí en un tubo de plástico de dibujo. Ahí también enterré una escopeta. Alberto decía; “llegan a poner la bomba y salta la escopeta, salta todo”. Yo le hacía a hacer cada cosa, meterse en cada situación, que lo iba a matar de disgusto”; recordó Irma. Sobre ese hecho puntual.









 
Patricia Breccia, destacó esa postura ideológica de su padre: “Mi padre se consideraba un hombre de izquierda. Pero no de las izquierdas conocidas, tenia una manera justa, sabia y sensible de considerar la vida y la vida de los demás. No toleraba los totalitarismos de unos ni de otros. Era un tipo amplio, democrático, siempre de lado del que menos tenía, con una enorme empatía por todos y hacia todo”.


 
Sufrió los avatares económicos, donde tuvo que hacer con su arte el operativo de sobrevivencia que se reducía a una palabra” pucherear”, pero nunca se traicionó, ni se alejó del camino que guiaba a su puño a experimentar con la luz y la sombra. Irma Dariozzi de Breccia, sostuvo esa postura de vida de su compañero de visa: “ Alberto sufrió los avatares económicos pero nunca se convirtió en un mercenario, ni se alejo del camino que guiaba a su puño a experimentar con la luz y la sombra, esa convicción estuvo presente en toda su vida:”Trabajaba con un entusiasmo, dibujó y pintó hasta tres días antes de morir, es decir previo a la internación. Hasta me hizo una caricatura, cuando me quedaba con el, media dormida. Ha sido el mejor dibujante de nuestro país, no solo porque fue mi esposo sino porque sobre todas las cosas por lo que demostró en sus obras. Fue mi maestro


 
Breccia se rigió por la más pura de las convicciones, ser un artista sin límites. Su hija, Patricia, describió esa postura: “Fue el tipo menos “divo” que conocí en mi vida. Nunca se consideró un “artista” y vaya si lo era. Fue un revolucionario del Arte. Un creador maravilloso. Considerado como uno de los más grandes dibujantes del mundo. Y sin embargo, era un hombre tan humilde, tan sencillo. Generoso, siempre, con los otros”.






 Impredecible, audaz, rebelde, palabras que componen la figura de Alberto Breccia. Como una determinación mística falleció el 10 de noviembre de 1993, el día del dibujante. Su trazo inconfundible sigue dejando huellas en los tiempos modernos por llegar.


 


 

No hay comentarios: