miércoles, 17 de enero de 2018

Breccia por Breccia

 Por Pavla Ochoa


En el 2013, Patricia Breccia, accedió a una entrevista realizada por mail para hablar sobre su padre; Alberto Breccia.

 A continuación compartimos las  preguntas y respuestas breccianas.



Ilustraciòn de Patricia Breccia publicado originalmente en http://salvajeando.blogspot.com.ar/2014/11/alberto-breccia-mi-padre.html



 ENTREVISTA A PATRICIA BRECCIA

-En el articulo de Laura Vázquez  publicado en la revista Fierro número 72 del mes de octubre de 2011 (luego editado en su libro “Fuera de cuadro”) la periodista señala: “ Más de una vez pensé en sus hijos dibujantes que tuvieron padre acaso dos veces”. Lo que me lleva a preguntar ¿Cómo era Alberto como papá? ¿Qué recuerdos tiene de él y su mamá?

-Mi padre fue el mejor de los padres. El mas amoroso, el que nos guiaba siempre. De mi madre recuerdo poco, ya que cuando yo nací, ella ya estaba enferma. Pero si me acuerdo de las noches de invierno, todos sentados al lado de una gran chimenea, mi viejo asando batatas en el fuego, y mi vieja tejiéndonos a mi hermana y a mi, ropita de lana para las muñecas. Casi una postal. La mejor de todas.

-¿Qué anécdotas contaba Alberto de su niñez y juventud  en Mataderos?

-Bueno, ha contado mucho a través de los años. El tuvo una infancia y una adolescencia feliz, si bien tuvo que trabajar desde muy chico, creo que sus mejores momentos los pasó en el mataderos de su infancia…Siempre hablaba de cuando, con mi tía, se iban al fondo del enorme patio de su casa (casi una selva trópica) para leer, entre plantas y animales, la colección de los libros de Calleja….

-En los Mitos de Cthulhu tu papá le dedicó esa obra a tu abuelo: “A mi padre a quien todo lo debo” ¿Qué  mencionaba de tus abuelos? ¿Qué relación tenía con ellos?


-Él se llevaba muy bien con sus padres. Los quería mucho. Mi viejo fue un buen hijo. Cariñoso, y atento a las necesidades de mis abuelos.

-¿Cómo fue tu niñez en tu casa de Haedo donde constantemente había visitas de personas del ambiente artístico?


-La recuerdo como una infancia feliz, llena de aventuras…Haedo era como una ficción, una historieta, o un cuento de Bradbury.Siempre ocurrían cosas mágicas, entre ellas, las visitas de personajes maravillosos.

-Todo lo que rodeo Mort Cinder fue difícil para Alberto, según él mismo declaró en la entrevista realizada por Antonio Martín, Carlos Giménez y Luis García en mayo de 1973 para Bang ¿Percibían la situación económica que atravesaba tu papá? ¿Cómo vivieron con tus hermanos ese momento en que él  dejo de dibujar?

-Claro que la percibíamos. De hecho, la sufrimos todos. Hubo épocas en que no teníamos ni para comer (literalmente) muchas veces yo iba al colegio si haber probado un bocado…Por eso mi viejo se hartó de una profesión que no le daba ni para pagar los remedios de mi madre. Estaba endeudado, y tenía que sostener tres hijos chicos el solo. Largó todo y se asoció con otra gente para armar un instituto de arte. I.D.A   El mismo que sacó a generaciones de dibujantes. Un referente de la cultura de esos años, junto con el Di Tella.

 -La constante búsqueda de formas de expresar hizo que las editoriales argentinas no editaran su trabajo, lo contrario a lo que sucedía en Europa ¿Cómo vivían esa convicción ideológica de tu papá de no transar con la industria?

-Bueno, de manera natural. Nosotros, siendo chicos, lo acompañábamos en sus decisiones, porque era lo que siempre habíamos escuchado, mamado, fue la educación que nos dio. Una escala de valores inalterable. No traicionarse jamás.


-¿Qué pensaste en su momento de la obra de La Vida del Che, trabajo en conjunto con tu hermano? ¿Cómo viviste la censura de la dictadura de Ongania y las amenazas de bomba?


-Bueno, yo era chica en la época de Onganía, y cuando dibujaron el Che. Lo viví mal, tuvimos que irnos de mi casa, exiliarnos por varios meses, y lo que recuerdo, fue verlos a mi viejo y mi hermano, quemando libros y dibujos del Che, en el fondo del jardín de mi casa, para borrar toda evidencia que nos pudiera poner en peligro. Fueron épocas espantosas. (pero eso ya fue en la época del proceso) después de haber recibido varias amenazas y antes de la visita de gente de los servicios de Inteligencia.


-Alberto declaró haber quemado los originales de Vito Nervio en el jardín de tu casa de Haedo. En un intercambio por mail, Carlos Nine me dijo al respecto: “Él era muy dramático, muy teatral, tiraba esos datos impresionantes que vos decís “¡A la mierda!” Pero anda a saber si lo hizo. Por ahí no lo hizo… ojala no lo haya hecho”. ¿Viviste ese momento? ¿Tu papá te dijo algo al respecto? ¿En  que época paso lo de la quema?

-No, Carlos, creo que se confunde. Es lo que cuento mas arriba. Tuvo que quemar esos libros, pero por un tema de seguridad. Nunca quemo ‘ningún original. Al contario, mi viejo fue un gran defensor de los originales, y siempre obligo a los editores a que se los devolvieran. Decía: los originales es lo único que tiene el dibujante” Siempre tienen que volver a el. Y eso fue los que nos enseñó. Nosotros siempre exigimos los originales a los editores. Yo conservo absolutamente todo.

-Tu hermano Enrique en una nota publicada en la revista Comiqueando número 43 de enero del 2000 ante la pregunta de que si él deseaba querer ser dibujante como tu papá respondió; “No, porque yo no lo veía dibujar a mi viejo, la primera vez que lo vi dibujar yo tenía 19 años. Él tenía un estudio afuera, se iba a la mañana volvía de noche y yo no lo vi dibujar nunca. Ni siquiera leía sus trabajos porque él no lo permitía que entraran revistas de historietas en casa” 


-Esto que dijo mi hermano, lamentablemente, no es verdad. Mi viejo siempre tuvo el estudio en Haedo, en nuestra propia casa. Por lo tanto, lo vio dibujar  a mi viejo desde que nació, como nosotras. Lo de las historietas, también es una gran mentira. Siempre había revistas de historietas en mi casa, estaba llena. Yo me crie leyendo revistas de historietas...imagínate. Revistas nacionales y extranjeras. Linus, Charlie, Patoruzito, Hora cero, etc. De todo y para elegir. En mi casa había solamente una habitación, la Hemeroteca dedicada a revistas que mi padre traía de Europa cuando viajaba, las que le enviaba, y las nacionales. No puedo comprender porque Enrique declaró esto, ya que está faltando a la verdad. Cualquiera que conocía mi viejo y mi casa de Haedo, sabe que mi viejo trabajaba en su estudio, de la mañana a la noche, y todos los dias de su vida, hasta que se murió. También daba clases en su estudio. Supongo que mi hermano “vivió en otra casa en esa época”, porque está contando una realidad que solo existió en su imaginación…

-¿Qué viviste vos en tu niñez  a diferencia de tu hermano?

-Yo creo que los tres vivimos cosas diferentes, diferentes edades, diferentes maneras de vivenciar la niñez….aunque con el mismo padre. Yo fui ‘la más pegada a mi padre, y el a mi. Éramos muy compinches. Yo adoraba estar con el, acompañarlo, mirarlo dibujar, cebarle mate.

-Mencionaste a Christian Fellinger que muchas veces a vos y a tu hermana Cristina Alberto las hacía posar como modelo para dibujar. Incluso se dice que constantemente graficaba en caricaturas algunos momentos que lo rodeaban. ¿Podes puntualizar algunas de las historietas en la que posaron? ¿Recordas alguna caricatura particular que te haya tenido como protagonista?

-Con mi hermana fuimos las niñas y mujeres de El Eternauta, y yo, puntualmente, fui “Wilbur” (cthulhú) de las historietas que hizo de Lovecraft, “El llamado de Cthulhu”. Pero cada vez que necesitaba un modelo de nene o nena, nos ponía a nosotros. Y a medida que fuimos creciendo fuimos utilizadas en diferentes ilustraciones o cuadritos de historieta.

-¿Cómo le afecto la muerte de su amigo Oscar Conti (Oski)?


-Muy mal. Ellos eran muy amigos. Amiguísimos. Oski, además de ser un creador genial, fue un gran tipo. Yo tuve la suerte que el me eligiera para dibujar en sus últimos años. Oski venía todas las mañanas a dibujar a mi departamento…tuve ese privilegio, y ese Honor.

-Alberto tenía en su trabajo una clara concepción clasista, un proletario del lápiz

 ¿Intercambiabas ideas políticas con él?

-Mi viejo consideraba que la profesión de dibujante, era un trabajo como cualquier otro. Fue el tipo menos “divo” que conocí en mi vida. Nunca se consideró un “artista” y vaya si lo era; fue un revolucionario del Arte. Un creador maravilloso. Considerado como uno de los más grandes dibujantes del mundo. Y sin embargo, era un hombre tan humilde, tan sencillo. Generoso, siempre, con los otros. Mi padre se consideraba un hombre de izquierda. Pero no de las izquierdas conocidas, tenía una manera justa, sabia y sensible de considerar la vida y la vida de los demás. No toleraba los totalitarismos de unos ni de otros. Era un tipo amplio, democrático, siempre de lado del que menos tenía, con una enorme empatía por todos y hacia todo.
Sí, hablábamos de política, claro. Yo milité desde muy chica, y si bien el se angustiaba mucho, jamás me prohibió nada.
 

lunes, 15 de enero de 2018

Vito Nervio a fuego brecciano


Por Pabla Ochoa

El Viento desata la furia.
Siente los moretones climáticos en su rostro.
Nada detiene su paso.
 Todo le genera malestar.
Transpira.
Piensa.
Reflexiona.
 Gira sobre su metamorfosis como artistas y ser humano.

Es la encrucijada de su vida en tensión.
En sus manos reposan viejas ilustraciones.


Trazos impregnados de tinta y sudor.
Producto de su búsqueda de dignidad.

Se detiene en el viejo limonero familiar, ubicado en el fondo de su casa de Haedo.
 Por un momento se permite pensar la posibilidad de desistir de esa idea sembrada en su corazón.
Sabe que avanzar es seguir las huellas de un destino sin retorno que él mismo desconoce.
Ya no es el mismo. Junta las hojas caídas de los árboles y las amontona en un rincón.
 Forma una montaña con los residuos naturales y se queda quieto.

Mira a la nada.

La lluvia golpea su sien. Enciende un fósforo como queriendo iluminar la noche, pero el único objetivo de esa acción es otra.

 El fuego se expande. Rompe las seiscientas páginas de Vito Nervio y las arroja a la fogata. Todo es verbo que devora al pasado y evoca al futuro, al mañana. Cree que “no existe nada rescatable antes de Mort Cinder” y que esa obra le marca el rumbo a seguir.


Su infierno se pierde entre las sombras del humo.

A partir de ese día, Breccia será el eterno buscador y no retrocederá su andar nunca más.

Fuente: Breccia el viejo, conversaciones con Juan Sasturain (Editorial Colihue/2013)



jueves, 11 de enero de 2018

Anecdota imaginaria: Bienal 1976

Por Pavla Ochoa

Escucha atento las preguntas de Antonio Salomón, se detiene en un suspiro y responde en el clima cordobés de la Bienal de Historieta de 1976. No duda en recordar una vez más sus orígenes y reescribir el guión propio de su vida con su yerno, Norberto Buscaglia, como acompañante del acto de comunicación; “Empecé a dibujar por una cuestión genética. El dibujo en mi familia es una “tara”; mi padre, mi mujer, mis hijos, dibujan.., si yo no lo hago me muero, reviento”. 


Vuelve a mirar fijamente a los ojos del entrevistador y continúa el relato; “Me inicié en el humorismo porque tal vez en el fondo soy humorista y tengo conciencia que en humorismo es la única forma capaz de encarar ciertas cosas que de otro modo sería imposible. Después lo abandoné y me dedique a la historieta porque comprendí, después de muchos años, que es el medio de comunicación masivo y que con ella puedo llegar a infinidad de personas, y eso es lo que realmente me interesa”. 

Golpea con su puño la mesa donde está el grabador que registra su testimonio y finaliza sobre el índice de su carrera; “Me inicié como todos: copiando, muy humildemente, muy de abajo, sin darle mayor importancia a mi trabajo, considerándome como un empleado de oficina. Si esto que yo hice transcendió, soy inocente y si no hubiese trascendido también seria inocente”.


Enciende un pucho, mientras se toca su extensa barba blanca que cubre una gran parte de su rostro. Es la atmosfera retrospectiva, la cual lo hace detenerse en su primera obra en conjunto con Héctor Germán Oesterheld y en una reflexión sintética, señala el momento justo de cuando percibió que ese trabajo estaba teniendo un prestigio distinto a la historieta del detective porteño, Vito Nervio, que dibujaba con guiones de Leonardo Wadel; “Fue cuando Sapia, un gran dibujante argentino, que está en Brasil, vino un día a felicitarme por Sherlock Time, ahí me di cuenta que lo que estaba haciendo estaba trascendiendo”.

Repite hasta el cansancio que él no tiene necesidad de ser original en el género de historieta y con voz fuerte, le indica su parecer a Salomón; “¡NO! Eso de la originalidad no; el único hombre original es Adán…Lo de la expresión si, ésa es mi necesidad. Pero lo de la originalidad no. Por ejemplo hay un cuento la Pata de Mono, que yo tenía ganas de hacerlo desde hace 20 años y recién ahora que estoy viejo y domino ciertas técnicas me he animado hacerlo, y así por reflejar el ambiente que yo imaginé para el cuento. Pero no lo hago para deslumbrar a nadie; mirá, pensá que lo hago y no sé si lo voy a publicar. Lo hago para realizar un sueño de pibe; lo imaginé así y cómo puedo hacerlo me doy este pequeño lujo sin especular con el público, ni con editores”.






Sin rodeos, el troesma, se define; “No soy un historietista, soy un advenedizo, un aventurero que se mete en ella; no soy ni un dibujante, ni un pintor. Que estoy haciendo cosas que ya nada tienen que ver con la historieta. Es más, que soy un tipo que le está haciendo daño a la historieta. Soy un destructor. A mi hace poco, me dijeron una cosa que me molestó bastante. Me dijeron; “Usted es un historietista de caballete”. Por eso no sé si lo mío es válido. Los grandes maestros de la historieta fueron gente simple, pura, que creaba ilusiones… yo no sé si no las estoy destruyendo…”

Tito Breccia, sin pelos en la lengua señala que “la historieta argentina es una de las mejores del mundo” y es sencillo a la hora de describir su dibujo en los capítulos de Mort Cinder donde la aventura transcurre en una prisión; “Me gustó dibujar a todos por igual. El de la cárcel que todos elogian, a mí me aburrió enormemente”.

La última declaración es de principios y coherencia con sus ideas, cuando Antonio Salomón le pide una opinión de las bienales y particularmente de la de Córdoba¸” Vos sabés que yo he participado como jurado, presidente de Delegación, en varias Bienales, lo que no significa ningún mérito, sino sólo una experiencia y todo eso me sirvió para saber que todo aquello se maneja en forma muy fea; no quisiera que la Bienal de Córdoba se transforme en algo parecido a las otras Bienales. Me gustaría y me sentiría muy feliz si así fuera, que se mantuvieran limpia, honesta y justa”.

Termina el pucho, se levanta sin explicación alguna y se va a un rincón donde están Roberto Fontanarrosa y Caloi, entre otros colegas. Su silueta se escabulle en un universo de risas, mientras en el reportero de turno, termina de hacer algunas preguntas a Buscaglia, que aún permanece en el lugar.


FUENTE: Catalogo de la Tercera bienal, Córdoba 1976.

miércoles, 3 de enero de 2018

Breccia en Billiken



Por Pavla Ochoa


El año 1964 no solo fue la visita de The Beatles a Estados Unidos que los puso en foco en todo el mundo, también fueron tiempos de anocheceres agitados para Alberto Breccia. El dibujante había terminado de hacer  Mort Cinder con Héctor Germán Oesterheld,  obra cumbre de la historieta mundial y  ahí decidió no hacer nada que tenga relación con las historias narradas en viñetas. 
 Era zona de angustia, el sufrimiento lo rodeaba. Su compañera de vida y madre de sus hijos, agonizaba por una enfermedad llamada ;"la poliquistosis". Malamente alimentado y con la humillación de presentar un certificado de indigencia al Estado, porque él ganaba entonces 4.500 pesos a la semana y su mujer necesitaba 5.000 pesos diarios de remedios. No puede siquiera sentarse en el tablero a dibujar aventuras en cuadritos y es ahí donde grita desaforadamente: “se va a la puta madre que la parió la historieta”.


El cuerpo de la pobreza era moneda corriente en los días del dibujante.

 El instinto de supervivencia no se hizo esperar, comenzó a trabajar para la revista “Mis deberes” y para “Billiken” . Ilustró en esa instancia, distintas tapas, cuentos, posters desplegables y temas diversos. Todas esas changas lo llevaron a pagar el tratamiento de su primera esposa y madre de sus tres hijxs, Nelida Garcia Barrientos. 




Neli era hija de Nicolás Enrique García y María Pilar Barreiro. Cristina Breccia, en una entrevista realizada para el Diario de Las Palmas “La Provincia” de Las Canarias- España, señaló que su abuela María, había fallecido unos años antes de la misma enfermedad ; “Murió bastante joven, según contaba mi padre, víctima de la misma enfermedad renal que luego padecieron mi tía Delia, la menor de la familia, y mi madre”.

 Lo que padeció la compañera de vida de Breccia era la  poliquistosis,  una enfermedad genética que reduce la función de los riñones y contamina la sangre con urea y creatinina. En esos años mataba de infartos y aneurismas

Alberto se deja arrastrar por los impulsos que retuercen todas las muecas del alma. Su vida se desangra. Pero ahí aprende lo que es la felicidad; "Aprendí a valorar la felicidad cuando le hacían diálisis a Neli, que no es motivo de felicidad, porque la diálisis era agotadora, venía muerta y se acostaba casi un día y después con la sangre limpia se sentía muy bien, buena, sana. Duraba 12 horas, estaba con mis hijos, conmigo, tomábamos mate, veíamos televisión. Sabía que iba a durar poco, pero en lugar de angustiarme porque pasaría aprovechaba al máximo esas pocas horas de felicidad a cuentagotas. Hay que aprovechar cada momento de felicidad".








 Todo se convierte en nevada. Donde las langostas de la pobreza avanzan estratégicamente comiéndose a los hombres. Pese a la adversidad, ingresa a trabajar para la Editorial Difusión realizando ilustraciones y portadas para las diferentes colecciones de libros y revista de historieta. No está satisfecho con su labor, pero entiende que estar frente al tablero y no sometido bajo un patrón en una fábrica, es un tesoro invalorable; “El drama de todo dibujante es tener que ganarse la vida dibujando, eso lo sabe cualquier chico que comienza y lo sabe el profesional más viejo, porque el dibujo termina haciéndose oficio, que es lo que nunca debería hacerse. Por eso yo prefiero hacer una atrocidad como hago, aunque dibujando con honestidad. Yo no soy dibujante con vergüenza, por eso prefiero hacer estos trabajos, que me permiten vivir y hacer las cosas que pueden salvarme”.


                                   




 Patricia Breccia, en la entrevista brindada a el diario español, mencionó como impacto la muerte de Neli en marzo de 1966 a la familia: "Cuando mi madre murió, yo tenía 10 años, mi hermana 15 y mi hermano 20. Durante años y años padecimos con ella su enfermedad y su dolor. Mi padre quedó devastado ante su pérdida y nosotros quedamos caminando en el vacío. Todo era desesperanzador. Vino un tiempo a cuidarnos mi abuela paterna, Amalia. Casi no tuvimos contención por parte de nadie. Nos arreglamos como pudimos, fueron épocas duras".

Pese a que los médicos le perdonaron a Alberto  parte de la deuda por la diálisis, quedó endeudado, con la casa hipotecada y sin poder pagar los intereses. En el 2014, Cristina Breccia, me  recordó en una charla que pudimos tener esos años de acreedores que lo instigaban a pagar deudas: “El acreedor que hipotecó tres veces nuestra casa se llamaba Bastaroli y debo rescatar que no la remató porque tenía buenas intenciones con mi viejo. Muchas veces yo misma tenía que decirle que no teníamos plata, era una situación horrible. Pasábamos muchos días sin comer y el dolor era como un calambre que te tuerce en dos, eso es el hambre. A dos meses de la muerte de mi mamá, bajé diez kilos y él tenía una angustia infernal, por suerte nos ayudaron los vecinos que cuando se dieron cuenta nos daban de comer. Mi viejo se forzó para salir de ese pozo anímico y económico, por nosotros, su familia. Por eso mi padre fue el mejor de los padres”.

También, Patricia Breccia, en una breve entrevista que le pude realizar por mail, me describió esa instancia oscura de su padre como fundamental en ese desarrollo gráfico proletario: “Mi viejo puteaba muchas veces, pero hacer esto era su gran pasión. Era el dibujo; también ha hecho cosas para chicos y era hermoso y diferente. Eso era lo mágico de mi papá, lo que hacía lo hacía diferente a lo que se estaba haciendo en el momento. Siempre estaba un paso más allá del resto, gráficamente. Era un obrero que experimentaba con las técnicas. Tenía un bagaje infernal. Sabía muchísimo de historieta, de dibujo, de composición, de perspectiva. Era un erudito. Y, al mismo tiempo, la cosa proletaria de laburar con las manos, en las páginas, en el jardín, en la cocina. Siempre con las manos”.




      
                                                    
La vida de Pipiolo corría cuesta abajo. Sin dormir, pero con los párpados cerrados, pensó repetidamente en sí mismo. Se preguntó: “¿Seré capaz de soportar estos tremendos golpes?” Mientras la noche eterna lo devoraba todo a pasos agigantados, sólo le respondió un eco de desierto y aletazos de buitres.

Por eso,  los trabajos de ilustración para revistas escolares, le dieron la conciencia de “proletario del lápiz” y a partir de ahí comenzó a sentir de nuevo esas ganas de relacionarse nuevamente con la historieta y haría tres paginas formidables de una historieta unitaria con guión de Oesteherld, Richard Long, pero esa es otra historie(ta).




martes, 2 de enero de 2018

Una charla con el maestro



Por Pavla Ochoa

En los primeros días de enero de 1993, conocí por primera vez al dibujante Alberto Breccia. Para ser más clara, no lo conocí en persona pero si tome en ese momento conocimiento de este artista notable de la historieta en una revista de cómic de editorial Perfil; Flushman en la sección Perfiles, donde se realizaba una entrevista a personajes trabajadores de las viñetas y a otros/as  artistas.

                                             

                       

                                            


  Con el nombre de “ALBERTO BRECCIA. UNA CHARLA CON EL MAESTRO” , la nota periodística realizada por Rafael De La Iglesia., era acompañada de una foto donde Tito sonríe sosteniendo con sus manos varios pinceles. Esa imagen me acompaño por mucho tiempo y fue el índice del amor que le tengo a este notable e increíble artista. 

Hoy en estos primeros días de enero pero del 2018, nace desde muy adentro, la necesidad de compartir esa entrevista que tuvo lugar en la revista del superhéroe de DC Comics, The Flash, publicación en nuestro país en  plena invasión de los superhéroes norteamericanos; Superman, Batman, la Liga de la Justicia y Flushman (NdR; La editorial Perfil que publicó las series, debió de esta manera llamar a Flash, para evitar un conflicto legal con una revista de espectáculo que tenía el mismo nombre) ahí y sin aviso alguno apareció  Tito Breccia con su historia.


                                                                   




Alberto Breccia: Una charla con el Maestro



Nuestro país tiene la característica de poseer una gran cantidad de talentosos de la historieta, pero sobre todos ellos hay uno que se destacará siempre: Alberto Breccia. Lo que leerán a continuación es una charla que tuve con él en su casa de Haedo. Realmente, todo un placer.

 -¿Cómo empezó, maestro?

 -Mis comienzos ya los conté tantas veces que ya no tengo ganas de volver a contarlos.

 -Bueno, entonces por qué no me cuenta cómo se encontraba la historieta argentina en esa época.

 -En aquel momento había 3 o 4 dibujantes no precisamente historietistas como se entiende ahora; dibujantes, ilustradores, humoristas, que también hacían publicidad que hacían 4 o 5 historietas para revistas como “El Hogar” donde salían “El Negro Raúl” y “Pancho Talero” de Lanteri. “Caras y Caretas”, donde salía “Maneco” de Linaje, y “Critica”, donde salía “El Nuevo Rico” de Héctor Rodríguez. Quiero decir que la historieta nacional como la vemos ahora, con una enorme cantidad de dibujantes, donde los muchachos estudian y pretenden ser historietitas, no existía. La historieta era una de las tantas facetas del dibujo, como podía ser la ilustración o la publicidad. Yo comencé como humorista. Hice 300 tiras mudas de las cuales vendí 10 que nunca se publicaron. También hacía dibujos gauchescos para una revista folklórica. Después hice otra serie de tiras sobre un detective chino que se publicó en la revista “Fenómeno”, una vieja revista de la editorial Tor. Yo era muy joven.  Y luego, con ese bagaje de cosas, me fui a Láinez. A Láinez no le interesó lo humorístico y me encargó una historieta seria. Llegué a casa a la noche y tenía que llevar al día siguiente una página dibujada de una historieta seria de la cual yo no tenía ni la más remota idea. Es decir que armé el argumento esa noche, la dibujé y la llevé, y me la tomaron. Ese fue mi comienzo.


 -¿Qué dibujantes lo influyeron?

 -Básicamente, todos. Todos los que tenía a mano. No podía ver a todos porque acá, revistas como El Tony, Pololo, Tit Bits y Mustafá publicaban sólo historietas inglesas. Los cuadritos todos iguales. Con un texto abajo, tipo folletín. Pero, ya en esa época (estoy hablando del año 36 o 37) comenzaban a verse historietas americanas. Entonces a mi me influyeron Hogarth, Raymond, Eisner…¡ma qué influirme, me los copiaba! Después vino Milton Cannif, y con él aprendí lo que es el dibujo en blanco y negro, efectista, caricaturesco, fuerte, vigoroso. Con él descubrí todo eso.


 - Usted trabajó, en distintos momentos de su carrera, con Hector Oesterheld y Carlos Trillo, sin duda, los mejores guionistas argentinos. ¿Qué recuerda de cada una de las experiencias?

 - Antes que nada quiero agregar a la lista a otro excelente guionista que fue Wadel.  Wadel  fue el primer guionista profesional ciento por ciento. Un hombre responsable, que se tomaba en serio su trabajo y que está muy olvidado. Oesterheld era un gran escritor, pero no era un buen guionista. Tanto Hugo Pratt como yo modificábamos sus guiones porque si lo hubiésemos trabajado tal cual como él los mandaba, habríamos hecho historietas sumamente extensas y con muy poco atractivo. Con Trillo hice cosas muy buenas, sobre todo adaptaciones de los cuentos que yo le marcaba. Y después la historia más larga fue Buscavidas y no tuvo mayor éxito. 

- En un momento de su carrera, usted cambió un estilo realista por un estilo expresionista ¿A qué se debió el cambio?

- Si por realista se entiende un dibujo académico, donde todos los hombres y todas las mujeres son lindos y bien proporcionados, eso para mí no es realismo. Así, yo no soy realista. Creo que hay una confusión. Realismo es, sobre todo, gente fea, porque la gente es fea en su inmensa mayoría. Si no, para elegir una Miss Universo no habría tanto concurso ni tendrían que pasar tantas chicas para llegar a ese punto. Yo hago gordos, petizos, pelados, gente deforme y contrahecha. Porque la inmensa mayoría es así. O sea, que, para mí, mi dibujo es realista y el de Foster no.


- ¿Es un asiduo lector de historietas?

- No, nunca fui y nunca seré. Lo que he leído ha sido por cuestiones de trabajo.

- ¿Cómo ve el panorama actual del comic argentino?

- Lo veo bien en cuanto a dibujantes nuevos, en cuanto a calidad. Pero lo veo mal en cuanto a medios. El mercado argentino no existe. No hay dónde publicar. Argentina es un caso excepcional. Tiene tres o cuatro revistas y aparecen dibujantes por docenas y se llevan todos los premios en todos los encuentros internacionales. Es un caso muy extraño. Yo no le veo explicación.

- Bueno, muchas gracias, maestro.

- De nada.



Entrevista a Breccia realizada por Rafael De La Iglesia, publicada originalmente en la revista Flushman número 17 del mes de enero de 1993.