Por Pavla
Ochoa- En el año 2009 en una exposición convocada por la revista de historieta
"Comic. Ar”, el dibujante e integrante del staff de esa propuesta gráfica,
Silvestre Szilágyi, me recomendó leer Amapola Negra de Héctor Germán Oesterheld
y Francisco Solano López, destacando las batallas áreas de ese bombardeo
norteamericano en combate contra los alemanes. Después de cinco años, más
precisamente en enero del 2014 esa historieta fue reeditada por la colección
“Continuará” de la revista Fierro y recién ahí pude disfrutar de esas viñetas
que me habían dado curiosidad de conocer por su esencia natural que fue la de
“mostrar la guerra como la aventura que no tiene sentido”.
No hay duda
que Oesterherld rompió el esquema clásico de hacer historieta en nuestro país.
Sus argumentos son complejas maquinarias narrativa donde la célula aventurera
se apropia de cada cuadro llevando al lector a integrarse en un proceso de
metamorfosis permanente entre el mundo ficcionado y el real. En Amapola Negra,
no es la primera vez en que el guionista utilizó a la guerra como personaje
central de su enunciación. En 1957 junto a Hugo Pratt había trasladado la
realidad al mundo de la historieta con “Ernie Pike”. Ahí se encuentra un
elemento básico del universo Oesterheld que es el narrador incluido en los
relatos. Fue el escritor y periodista, Juan Sasturain, quien en muchos de sus
artículos analizó al guionista en su proceso creativo en historietas bélicas,
llegando a una síntesis perfecta: “El protagonista de estas historias de guerra
es el narrador, su mirada, es su criterio el que selecciona las historias que
contará y suyos el tono y la reflexión que las acompaña (…) Hay héroes y
enemigos, pero no “malos” y “buenos”, porque los roles son ocasionales,
dependen de la perspectiva; los términos de la oposición son otros. Si el Mal y
sus efectos son el motor habitual de la Aventura, el disparador que hace
necesario al Héroe que repare el desequilibrio (injusticia, daño, etc) en estas
historietas el mal no está en un bando sino en la situación; la guerra es el
mal”.
En la
histórica entrevista realizada en 1994 por el periodista e investigador de la
historieta argentina, César Vidal, el guionista Ricardo Barreiro, remarcó la
virtud de Oesterheld a la hora de contar la crueldad humana: “El tono que él le
da la historieta de guerra es manifiestamente antibélico. Él me contaba a mí
que la editorial Columba le publicaba historietas de esa índole porque pensaban
que como había hecho historietas con alemanes buenos, compartía esa ideología.
Cosa que Oesterheld rechazaba en absoluto, porque a él solo le interesaba
rescatar los seres humanos en el medio del caos que era la guerra. Para un
escritor es una gran tentación el asunto de la guerra porque es una situación
límite donde de pronto los personajes actúan de una forma mucho menos
conservadora de lo que es una realidad”.
El guionista e investigador de historieta argentina, Carlos Trillo, en el documental DNI de Mariano Mucci sobre El Eternauta, describió esa línea argumental en la misma frecuencia de Barreiro, sosteniendo el humanismo como elemento característico de Oesterheld: “En sus historias los buenos no eran tan buenos y los malos no eran absolutamente tan malos, eso lo llevó a que lo acusaran de nazi y de comunista porque de la misma manera en algún momento el enemigo también era una persona. Ideológicamente era un hombre que creía que el ser humano era lo más importante y el enemigo es también un ser humano. No se puso de un solo lado a mirar las cosas”.
EL HORROR
EN EL CIELO
El
argumento está focalizado en la tripulación del avión bombardero B17 de la
U.S.A.F, más conocido por el nombre de “Black Poppy” (Amapola Negra). Desde el
número 15 de Hora Cero del mes de julio de 1958, Oesterheld introduce a la
aventura la guerra aérea en cielo europeo. Es en este escenario bélico donde
Francisco Solano López, utilizó recursos estilísticos que le dio esencia propia
al relato. En una vieja entrevista realizada por Sasturain, el dibujante
describió la técnica usada en este trabajo: "Usaba pincel y el dibujo a
lápiz era muy elaborado. Con el pincel tenía la flexibilidad de hacer líneas
finas para lograr un determinado efecto o textura o una fisonomía en una
expresión dramática y hacer los manchones de una explosión cuando un avión está
cayendo”.
Al mismo
tiempo que se editaba Amapola Negra, otra historieta de los mismos autores
tenía la atención del público; El Eternauta. En estas dos instancias creativas,
los dibujos de Solano son de carne y huesos. Muestran el fondo del alma, son
reales. Pero en Amapola Negra, cada cuadro está a disposición del relato y no
en primer plano para mostrar dosis de virtuosismo. El movimiento del trazo
lleva al lector a ser el principal espectador de la acción en el aire y la
quietud de los rostros, se introduce en el universo de la psicología de los
personajes. Movimiento y quietud, dos rasgos del dibujante especialista en
generar climas.
Así como lo
anunció Oesterheld, cada episodio se tituló con el número de cada misión del
Amapola Negra. La psicología de los personajes fueron magistralmente trabajada
por los autores que muestran las insólitas reacciones humanas ante ese suceso
monstruoso e inexplicable desde la razón: la guerra. En el número 29, con la
participación especial de Ernie Pike que intenta hacerles una entrevista pero
no lo consigue, los integrantes de Amapola Negra llegan a la muerte luego de
que el bombardeo norteamericano se estrella contra una montaña.
DESPUÉS DEL
FINAL
En 1977 la
revista Skorpio, propiedad de Alfredo Scutti les pidió a Francisco Solano López
y al guionista Ricardo Barreiro, que realicen una remake o continuación de la
historieta bélica Amapola Negra. Barreiro, recordó porque no prosperó ese
proyecto: “Solano por un montón de problemas que tuvo de trabajo, no pudo hacer
la historia. Entonces ya no tenía sentido tampoco presentarla como un correlato
de Amapola Negra, aparte era bastante difícil hacerlo porque en el último
episodio morían todos los tripulantes y se estrellaba el avión. Y es
rigurosamente anti histórico decir que un avión sea bautizado después que toda
su tripulación se hubiera matado con el mismo nombre que el avión anterior”. De
esta posibilidad retrospectiva trunca, nació otra historieta con las mismas
características que la creada por Oesterheld; “As De Pique”. En ese argumento,
Barreiro hace una estupenda dupla con el dibujante, Juan Giménez, donde ambos
recrean el clima psicológico de los tripulantes del “Black Poppy”.
Hay en
Amapola Negra, una desmesura sufriente de la humanidad que viaja en las sombras
de su existencia. Un territorio de irracionalidad que es la guerra. Actos de
bien y mal que la corporizan, la vuelven tangible, sin otra salida que la
muerte. En las batallas dibujadas por Solano López, hay un aire que asfixia,
que ahoga al lector que lo lleva alterar el racionamiento ante ese monstruo
grande que devora cualquier rasgo de humanidad. Todo oscurece la luz de la
vida, sin que la belleza deje de suspirar entre las nubes de un cielo que
brilla lejos de esa tierra donde los tripulantes del bombardeo norteamericano
anhelan regresar, pero que deben ganarle al miedo que los paraliza, ese terror
a crítico, donde todo se naturaliza y donde se produce a cara de perro el
histórico combate entre la vida y la muerte, construcción trágica de la
existencia que propuso a partir de los argumentos, Oesterheld.
En las
ciento cincuenta y una páginas de esta historieta, hay un cuerpo sujeto a la
agonía, un territorio de agonía que es la historia del propio dolor humano, y
ese es el mayor logro de Amapola Negra, que quizás no tiene la popularidad
masiva del Eternauta o Mort Cinder, iconos del mundo de las viñetas argentinas,
pero que invita al viejo y nuevo lector a imaginar por fuera de lo imaginado.
Es por eso que se convierte por sí misma en una aventura fuera del tiempo. Una
aventura que hace estallar las viñetas a través de un enemigo que es bestial y
no detiene su marcha: la guerra y es por eso que es eterna.
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