martes, 15 de abril de 2025

Lito Fernandez: Cuando nació " Martín"; el primer nieto de Breccia

 Por Pavla Ochoa


Podría decirse que aquella tarde de julio en Haedo, era una tarde más. Pero para Lito es distinta, está llevando en su Citroën B12, a su maestro, a ese hombre que quiere como a un padre. El silencio aturde más que el sonido que se desprende del motor.

Sabe que esa tarde es distinta, porque Alberto, acaba de ser abuelo por primera vez. Martín, el hijo de Enrique, nació y se imagina que la familia debe estar muy emocionada. Busca, intenta encontrar en el rostro de Pipiolo, alguna emoción, algún sentimiento que le haga conectar con su mirada, así iniciar una conversa. No sucede. Y el silencio se hace más insoportable.

De la nada, el joven dibujante, se anima a iniciar el ping pong de palabras:

-Alberto, debe estar contento que nació su primer nieto…

-Vos te pensas que yo voy a estar con una pañoleta jugando al ajedrez en una plaza. Está bien. Nació y nació. Bien hecho…

Lito, lo miró. Entendió que el viejo, no es de darle mucha solemnidad a esas cosas, sino vivirlas y punto. No sabía dónde esconderse. Metió el violín en la bolsa, agarró fuerte el volante y siguió manejando sin decir más nada hasta llegar a destino: Alberto Vignes 532.




 

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=g1tO9bMfR_I&t=4127s


miércoles, 2 de abril de 2025

El pibe Martín Breccia y lo que fue ese 2 de abril de 1982 ;"Nada volvió a ser lo que fue "."

 Por Pavla Ochoa

El pibe Martín, no entiende nada. En medio de las compras en el barrio con su vieja, llega la noticia. Están en la calle con algunos de sus vecinos, Jorge el verdulero, Don Sasa el kioskero, el  Tano Fornaro del almacén y la panadera Dora, la emoción los lleva a darse abrazos . Hay algo en el aire, algo que crece a mucha velocidad en el barrio. 

A la noche , los vecinos de la cuadra de la casa, se comenzaron a reunir en la casa de los Breccia, para ver el noticiero de ATC. Hasta Pipiolo, se fue del otro lado, cruzando la barrera de la clínica Tachella, para no perderse esa comunión barrial y familiar . En los últimos cuatro días, se repite una y otra vez , ese encuentro.

Martin, percibe que algo está cambiando, cuando empiezan a ser moneda corriente, las peleas con Churrique  por qué ya no puede escuchar  a Kiss, menos Queen.

Con sus 11 años, siente que la guerra se empieza a sentir en los huesos, cuando se entera del  hundimiento del Belgrano.
Sin aviso alguno, cuatro días después de ese 2 de abril, Enrique le avisa a la familia que se enlistó junto a cuatro compañeros ,como voluntario y se fue ahí mismo  a la Escuela de Comunicaciones de Campo de Mayo.

 Ahora todo es distinto. Ve que su papá pasó de dibujar en el lavadero del fondo a ser un  soldado preparado para la guerra en una Unidad de Comando de 60 hombres. De un día para el otro esa felicidad de primavera otoñal del oeste se había esfumado.

 La guerra terminó antes y su viejo volvió del Puente del Inca en Mendoza  a dibujar a su casa. Lleno de frustración porque su deseo era servir a la patria con las armas en la mano.

Martin, sabe que en esos meses de guerra, algo pasó que hizo que nada  vuelva a ser lo que fue .








Fuente; Anécdota  familiar narrada por el propio Martín Breccia en su posteo de Facebook del 02 de abril del 2020.

Entrevista a Enrique Breccia;https://noticias.lumpentv.com.ar/nota.php?id=5059





domingo, 16 de marzo de 2025

El ayudante de Eugenio Zoppi y Alberto Breccia: Horacio Lalia


 Por Pavla Ochoa


Sueña con dibujar historietas. Se muere de ansiedad. De repente, un pibe del barrio le dice, la fija:

-Hay una clienta que viene al comercio de mi papá y el marido es dibujante de historietas y hace un personaje de historietas ¿Te interesa que le hable?

- Si, dale… ¿sabes que personaje es?

-Misterix.

Horacio,  con sus 16 años, se queda inmóvil, Lee esa revista y deduce por instinto, que el dibujante, es ; Eugenio Zoppi. No puede creer, que su sueño este cerca de cumplirse. A la semana, llega la respuesta: tiene que ir a verlo.

 




Al llegar, a la casa, lo primero que hace es contarle que es del barrio y que es lector de historieta. Eugenio, ve la emoción en la mirada y le pregunta sin rodeos:

-¿Le gusta dibujar?

-Sí, mucho. Traje algunas cosas para que las pueda ver…

- Me gusta… Para empezar, le voy a dar tres tiras de Misterix para que le haga el lápiz ¿le parece, bien?

No dudo, ni un segundo. Se fue a su casa y las dibujo. Cuando se las llevó, Zoppi, redobló la apuesta:

-Ah, está bien. ¿Te animás a pasarlas a tinta?

- Claro, maestro…me animo.

Puso el corazón en cada trazo de pincel. El trabajo le gustó al dibujante y así, de la nada, el joven Horacio, se mete al mundo de cuadritos que tanto le gusta leer cada semana.

A los días , Eugenio lo llama por teléfono y le dice: “tengo mi ayudante que se va ¿le interesa venir a trabajar acá?”. Y arranca a trabajar, dibujando y pasando unos fondos a tinta para la revista de la Editorial Abril.

Todo va a mucha velocidad. Se siente Fangio, de sentir el viento en la jeta, de cómo se mueven los días en su inicio en el oficio de dibujar. Pero, aún falta la frutilla al postre.




 A los tres meses, Zoppi, le presenta a su concuñado; Alberto Breccia. Son familia y vivé a seis cuadras de su casa, entre Ramos Mejía y Haedo. Horacio no lo puede creer. Tiene en frente a dos tipos, que le hacen volar la imaginación con lo que dibujan y encima son vecinos del barrio.  En esas tardes, en la que el dibujante de Vito Nervio, va de visita, es el propio Eugenio que al enterarse que se queda sin ayudante, le ofrece a Horacio, como una solución : “ es un muchacho que está conmigo, es del barrio ¿te interesa que lo compartamos?”.

-Bueno...macanudo- respondió sin tanta vuelta, Pipiolo.

 Y así, el pibe que soñaba ser un dibujante profesional, comienza a trabajar con dos maestros del oficio; Eugenio Zoppi y Alberto Breccia.

 No importa, el esfuerzo que le genera tanto trabajo, es feliz con lo que hace.  A la mañana arranca con Eugenio y al mediodía, sigue con Alberto hasta las dos de la tarde. Es feliz, sueña con hacer una historieta y firmarla con su nombre; Horacio Lalia. Por como se viene dando todo, es posible que muy pronto eso suceda. Mientras, dibuja, disfruta y aprende de dos obreros del lápiz.



Fuente: https://laduendes.blogspot.com/2010/07/entrevista-horacio-lalia-primera-parte.html

Foto de Alberto Breccia y Eugenio Zoopi, junto a colegas en la redacción de la revista Aventuras, del Facebook de Patricia Breccia


sábado, 15 de marzo de 2025

El Gentleman Jim de Alberto Breccia

 Por Pavla Ochoa


Se está acomodando.  Quedó aturdido de todo lo que fue vivir ese tiempo en Brasil. La familia se mudó a una nueva casa en Mataderos. Tiene que parar la olla y no tiene un mango partido al medio.

 De la nada misma, lo llama Héctor Torino para que colabore para su nueva revista; Bicho Feo. No tiene guita tampoco para pagarle el trabajo. Pero, ahí, rápido de reflejo, el autor de “Conventillo”, le dice: “Mira, te hago socio”. Pipiolo, acepta. Pero sabe que se está metiendo en un brete.

Él, está con exclusividad con Lainez y si lo descubren haciendo historietas para otros, se va a pudrir todo.  Piensa como saltar esa dificultad.  Casi le explota la sabiola, pero encuentra la solución:  firmar con un seudónimo. No sabe de dónde le viene la información, pero de un tirón sale el nombre del autor de esta aventura; Ernesto Vaggi.

Ahora hay que dibujar. Agarra varias hojas en blanco y comienza a pensar al personaje” Gentleman Jim “. Va a ser un vengador urbano. Un tipo vestido de frac, con galera, con un monóculo, de jopo rubio. Todo un caballero inglés.  La rueda esta en movimiento.  Para inventar el lugar donde se va a mover su personaje, agarra de una de sus cajas llenas de libros y folletines, algunos de Sax Rohmer y comienza a bocetar almacenes de puertos londinenses, rodeados de chinos y fumadores de opio, esos que conoce de memoria por la lectura popular que consume desde pibe.

La mano fluye libremente. Le gusta esta historieta.  La termina y la entrega, a los días sale publicada. Tiene nervios de ser descubierto, pero ya está bailando.



Pasan las semanas y no ve ni un peso. Va a casarse con Neli y tiene que resolver la situación económica.  Entonces, va y encara de frente a su flamante socio;”Torino dame unos mangos, necesito unos mangos”. Héctor, contra la espada y la pared, le da 70 mangos y con ese dinero se casa.

La revista que se pide silbando, anda mal. No vende. Y la cosa se pone más pesada cuando Lainez se da cuenta de su infidelidad. Lo echan y ” Bicho Feo”, cierra casi al mismo tiempo de su despido oficial.




Tiene que encontrarle la vuelta, pelearle al hambre y tener un techo propio para vivir con su familia.  No sabe cómo va hacer, pero algo seguro.  No es tiempo para quedarse quieto. 


miércoles, 12 de marzo de 2025

Los Breccia en Brasil

Por Pavla Ochoa


 

Su viejo, ya está en Brasil desde hace un año. Se fundió con el negocio en Mataderos y su convencimiento que allá su oficio de tripero va a funcionar, lo llevó a migrar. Pipiolo, se quedó con Amalia y juntos le dan pelea a la mishiadura. Pero, las noticias que llegaron en la última carta de su padre desde São Paulo, le hacen tomar una decisión; irse todos.  Venden todo y zarpan en un barco carguero a Rio de Janeiro. 




Pipiolo, trata de no distraerse en el objetivo del viaje, pese el olor nauseabundo de la carga, la borda resbalosa y los marinos beodos. Extraña a Neli, quería que lo acompañara, pero no se pudo.

Al llegar todo lo sorprende, todo es nuevo para sus 22 años. Alquilan en una pensión de negros. No es lo que esperaban, pero ahí están.  Se hace amigo de un matrimonio que trabajan en un circo, el hijo de ellos, se queda mirándolo dibujar los trabajos por encargo que le llegan de Buenos Aires y envía por correo. La guita no alcanza. Así que, aunque no le gusta, vuelve a trabajar de tripero.

Todo anda bien, hasta que la Segunda Guerra Mundial, se hace sentir. Los ataques a buques mercantes brasileños, por submarinos del Eje, que provocan la muerte de más de mil personas, hacen involucrar a Brasil en el bando de los aliados, saliendo de su decisión de ser neutrales en el conflicto bélico.

Los Breccia, vuelven a tomar una decisión, volver a Buenos Aires. Pero, hay un problema, Amalia es de nacionalidad italiana y no la dejan salir del país por una ley que prohíbe moverse a quienes tienen nacionalidad enemiga. Pipiolo y su papá Alberto, tienen que resolver la vuelta de todos. Van a ver a un viejo peón que conocían y que ahora es jefe de una banda de contrabandistas. Con mucha seguridad, les propone una solución: “Vean, ustedes viajen a Corrientes, que yo a la señora la paso en bote con mis muchachos”.

Cruzan a Corrientes y esperan. Por ocho días, esperan en el lugar que les indicaron. Están nerviosos, tienen miedo. Hasta que una tarde noche, ven venir el bote con Amalia.

Vuelven al barrio de carniceros, cuna de la muerte, infierno de cordero.  El corazón se les endurece después del viaje a Brasil. Nada es fácil en la vuelta. Alberto, sabe que habrá que dar vuelta la página rápido y no dejar que los sueños se fuguen por el agujero en la media.

 

 

 

martes, 11 de marzo de 2025

La lección de Quinterno

 Por Pavla Ochoa

Tiene que ir a trabajar y no tiene un cobre.  Ni a quien pedirle un cobre. Agotó todos los recursos.  No puede viajar para ir a llevar las páginas de historietas y algunas ilustraciones. Va al comedor, agarra sin pensar mucho, una radio vieja y la vende para poder ir a cumplir la entrega. Sus sueños, se van desgastando como las suelas de sus zapatos, de tanto andar.

Le va sintiendo mal olor a la cosa, hasta que un buen día, lo llaman de la editorial “Dante Quinterno”.  Lo quieren dentro, pero no para hacer historieta humorística. Lo quieren para que haga una seria para la nueva revista semanal que quieren sacar; “Patoruzito”.

Es el propio Quinterno, quien le da un argumento de una aventura de Jean de La Martinica para que lo dibuje. Se va a la casa, caminando. Y al llegar hace lo mejor que puede. Sufre cada cuadrito, pero en cada trazo, hay honestidad.


Al entregarle las primeras dos páginas, el creador de Patoruzu, las mira con atención. Va a su escritorio y agarra una hoja en blanco y un lápiz. Y le comienza a analizar su trabajo. Le habla de planos, de secuencia, de cómo se construye una página. Lo hace con mucho respeto. En casi dos horas de conversa, le da una lección de cómo es la historieta. Es la primera y única vez, que un señor dibujante le da una gran lección. 



Todo lo que le dice, le sirve para cambiar totalmente su manera de ver la hoja en blanco a la hora de ponerse a dibujar.  Su cabeza se abrió a otra esfera conceptual. Eso se lo debe a Quinterno. Pero, en su corazón tiene el sabor de la derrota.  No tiene nada, solo un nuevo fracaso en su búsqueda de vivir del dibujo.


Todo es cuesta abajo. Viene de romper el vínculo con Laínez por todo lo que significó su historieta para Torino, en la que la firmó como Ernesto Vaggi, para que la editorial no se diera cuenta de estaba rompiendo el acuerdo de exclusividad por su trabajo. No lo logró, se dieron cuenta y se pudrió todo.

Está en el aire, no tiene trabajo.Se hace una pregunta muy para él ¿Es que un hombre que dibuja no puede vivir en el mundo? ¿Necesariamente debe torcer su vocación y alquilar sus músculos?

Está harto. Algo tiene que cambiar de una vez.  Se sienta frente a la hoja en blanco y dibuja, una y otra vez.

 

 

 

 

lunes, 10 de marzo de 2025

Alberto Santamaría: amigo y guionista de Mu-Fá

 

Por Pavla Ochoa

 

De pibes fueron felices. Tiempo de juntar fuerzas pa repecharle a los días. Y ahora están ahí. El frio de la calle apuñala las almas. La noche eterna, los absorbe en su inacabable bostezo de vida. Nadie los advierte en la ciudad febril y apresurada. Son hijos de la Republica del Musculo. Tierra de obreros y sacrificio pa pelearle a la mishiadura. Ahí están, con nostalgia reciente, riendo de ese reciente pasado:

 

-Bata ¿te acordas todo lo que hacíamos de pibes?

 

-Claro, como no me voy acordar…vivíamos pobremente, pero hacíamos nuestros baleros, nuestros zancos….

 

-Jugábamos a las bolitas….

 

-Nos divertíamos mucho ¿Te acordas cuando vino el circo Campos?

 

-Si…revolucionó al barrio, como cuando peleaba Justo Suarez.

 

-Claro, me acuerdo…teníamos 12 años y el barrio era un infierno. Se escuchaban gritos, alboroto, todo era una alegría tremenda.

 

-Él venia a casa a boxear con mi hermano Humberto, hacían guantes….

 

-Después lo hemos visto en el barrio, cuando venía a una casa de uno de los muchachos, pero ya estaba desinflado. Fue muy triste su muerte, Murió por tuberculosis, porque en Estados Unidos, lo hacían subir y bajar de peso y pelear en cuatro categorías…

 

-Fue muy triste…muy triste…

 

-¿Te acordas cuando íbamos al Boxing Club El Coraje, que estaba en la calle Murguiondo, esquina Bragado?

 

-Éramos una cantidad de jóvenes que íbamos hacer guantes todas las tardes… Vos ni te movias, parecido a lo que hacías en los Dandys….

 

-Y cómo me iba a mover si tenía ese bicho pesado  encima que tenía que hacer mover sus brazos…

 

-No te quejes que lo había hecho yo…

 

-Que lindo eran los corsos en el barrio. Eran una locura, una euforia tremenda…

 

-Che, paremos que parece que somos tipos de 70 años hablando así…Yo, venía a proponerte algo.

 

-¿Qué? Desembucha…

 

-¿Te acordas de ese personaje que hice para “Berretin”?

 

-¿La del detective chino?

 

-Esa. Tengo ganas de hacerla de nuevo para una de las revistas de la editorial. ¿Te animas a escribir algo?

 

- ¿Yo?

 

-Sí, vos…

 

-Claro, solo que te vas a tener que llenar de paciencia. La voy a escribir en tiempos libres que tenga en la changa de albañil…

 

-Mientras no me escribas el manifiesto de Carlitos…jajaja…

 

 


 

 

  

Con la mirada sellan el acuerdo. Esa misma mirada que tuvieron cuando descubrieron en una ventana del barrio a Gardel con su “Volver”. Pipiolo, está feliz, de que su amigo, se sume a la aventura de contar historias. Él como Rafael, fueron muy importantes en su deseo de ser dibujante.  Con Albertito Santamaría, iban a los almacenes y mientras chamuyaban con los dueños o compraban cualquier pavada, se llevaban pilas de papel de estraza, esa que tenían para envolver. Se lo metían en la ropa y con ese papel dibujaba. La nostalgia le humedece el corazón. El cielo les arroja sobre la vereda un puñado de estrellas. Se quedan pitando un cigarrillo, con el humo que los rodea, acróbata que camina en las alturas de los sueños. Sus sueños que ya no están tan lejos. Arde el fuego en ellos. La noche se llena de signos luminosos, de recuerdos por venir.

 

 

 

 Fuente: Audios de la charla entre Alberto Santamaría, Alberto Breccia y Carlos Mamud, en Mataderos en 1991

domingo, 9 de marzo de 2025

La década infame : En carne propia

 Por Pavla Ochoa


La rabia y la bronca acumulada crecían descomunalmente en Buenos Aires. En la mañana del 6 de septiembre de 1930, esos sentimientos encontrados se apropian de Amalia Gemelli, que es presa del febril clima social de los alrededores. Igualmente, toma la taza de mate cocido, se limpia el delantal y queda inmóvil viendo el sol por la ventana. El sonido de los aviones del ejército sobrevuela la ciudad, alentados por un grupo de personas excitadas en las veredas. Mira entre las sábanas a su hijo de once años. Lo imagina como un hombre que se enfrenta a las adversidades. Lagrimea de la emoción, pero igualmente interrumpe el sueño del pequeño: “Hoy no vas a ir a la escuela, porque hay un golpe de estado”.

Con los ojos a medio abrir, Alberto no entiende bien, pero deduce que algo ha cambiado a su alrededor. En su corta vida lo más importante hasta ese momento había sido atravesar la odisea de hallar la figurita “difícil” y llenar el álbum de Nestlé. En esos días los fabricantes de golosinas habían comenzado a implementar estrategias de marketing para estimular la venta e iniciaron diferentes concursos con opción a premios destinados a aquellos que presentaran una colección de figuritas, las cuales se encontraban en la envoltura interior de los productos. Él decidió no reclamar la bicicleta para poder quedarse con la colección completa, su más preciado tesoro. Abraza fuertemente a su madre y desayuna lo más rápido que puede. Su corazón parece estallar. Sale a las calles adoquinadas y ata al manubrio de una bicicleta que le prestan los vecinos unas témperas, vasos y pedalea hasta San Miguel para hacer paisajes en cajas de cartón de envoltorio de alimentos. De regreso a su hogar, entre paredones de ladrillos, calles de barro y profundas nubes en el cielo que dan la sensación de estar al alcance de las manos de tan bajas, escucha los gritos de un joven canillita que difunde la edición extra del diario “Crítica” insistentemente: ¡Revolución! Revolución! Esta mañana el Ejercito Nacional, al mando del General Uriburu, se levantó contra el gobierno inconstitucional del señor Yrigoyen”.





El niño Breccia sabe en ese instante que una etapa oscura ha empezado en el país y se jura estar atento a la realidad social.

La tormenta se inició. La mayoría de los habitantes del rioba son radicales, anarquistas, pero sin ningún rasgo de politización extrema. Sufren las consecuencias de una economía concentrada en un reducido grupo familiar de las altas esferas sociales porteñas. Casi todos los días se ubica entre la gente amontonada que espera llenar el plato con “puchero misterioso”, una especie de bolillero de lotería en la cocina del hambre, donde el premio era un trozo de carne y el líquido caldoso sólo un amargo consuelo.

 Pipiolo, libera la rosa blindada en su mente y siente que hay que expandir el ruido de la libertad. La voz de su madre le retumba en los oídos. Una y otras vez. Acentúa la idea de que el pueblo nunca debe dejar de protestar ,porque si no el cielo será gris y perderá su naturaleza y dejará los sueños de los hombres deshechos, sin que una flor surja de sus manos, sin esperanzas, sin mañanas. Crece de a golpes y a los golpes. Con la muchachada habla de política, pero los temas recurrentes giran más por el deporte y la música. Él disfruta de la dispersión colectiva, pero internamente busca desatar la lengua, arriesgar verdades. Algunos jóvenes se convierten en los compinches de generar verbos proletarios y, sin aviso, nace en el barro la profunda búsqueda de un mundo mejor. En la oscuridad del país del fraude electoral y la pobreza extrema, el compromiso con una ideología de fuertes rasgos socialistas se empieza a hacer visible en Alberto.

Él es parte de esa juventud que impone sus propias reglas y que enfrenta el infierno social que agarrota pensamientos y sensaciones, esos años serán el inicio de una militancia profunda en tiempos de dictaduras y pequeñas democracias.

 

 


sábado, 8 de marzo de 2025

Alberto Breccia: El proletario del lápiz

 Por Pavla Ochoa

 

Amalia Gemelli, tomó la taza de mate cosido, se limpió el delantal y quedó inmóvil viendo el sol por la ventana mientras el sonido de los aviones del ejército sobrevolaba  la ciudad, alentados por un grupo de personas excitadas en las veredas. Miró entre las sabanas a su hijo de once años y sin titubear interrumpió el sueño: “Hoy no vas a ir a la escuela, porque hay un golpe de estado”. Alberto no entendió bien pero pudo deducir que algo había cambiado a su alrededor. En su corta vida lo más importante hasta ese momento había sido atravesar la odisea de hallar la figurita “difícil” y  llenar el álbum de Nestlé. Luego decidió no reclamar el premio; la pelota número 5 de cuero, para  poder quedarse con la colección completa, su más preciado tesoro.

 

Esa tarde salió a las calles adoquinadas y ató al manubrio de su bicicleta unas temperas, unos vasos y  pedaleó de Mataderos hasta San Miguel para hacer paisajes en cajas de cartón de envoltorio de alimentos. De regreso a su hogar, entre paredones de ladrillos, calles de barro y profundas nubes en el cielo que daban la sensación de estar al alcance de las manos, de tan bajas, escuchó los gritos de un joven canillita que difundía la edición extra del diario “Crítica” insistentemente: ¡Revolución! Revolución!  Esta mañana el Ejercito Nacional, al mando del General Uriburu, se levantó contra el gobierno inconstitucional del señor Yrigoyen”. El niño Breccia supo que una etapa oscura había empezado en el país y se juró así mismo estar atento a la realidad política  y contarla a los demás con su arma de fuego, el dibujo.



El pájaro sin jaula


-Estás loco, te dije que no

- Dale, firma.

-No, Rafael y ya no insistas.

 

La secuencia se repitió una y mil veces, pese al esfuerzo descomunal de uno de sus mejores amigos de la infancia, volvía  a rechazar la idea de estampar su apellido a  la ficha de afiliación del Partido Comunista, porque creía que ninguna estructura política partidaria representaba sus ideales.

 

Rafael, ese gomia que lo hizo reír a carcajadas cuando se pinto las medias con pintura negra para entrar a los bailes del rioba, vio en su mirada un rayo en la oscuridad cuando le dijo sin filtro alguno; “Quiero ser periodista”, entre la gente amontonada que esperaba como ellos llenar el plato con “puchero misterioso”, una especie de bolillero de lotería en la cocina del hambre donde el premio era un trozo de carne y el líquido caldoso solo un amargo consuelo.

El 24 de junio de 1935, Tito le comentó que había comenzado a trabajar con su padre de tripero, mostrándole sus manos que estaban hinchadas de esfuerzo pero que iba a comenzar a dibujar. Tres años después, le obsequió el primer número de una revista que hizo con su hermano Miguel llamada simplemente “Acento” con fuerte influencia de la revista Claridad.

Rafael, distinguió que los dibujos estaban bajo el nombre de “Veritas” y se detuvo a leer dos artículos literarios que si tenían la firma de Alberto Breccia.

“Éramos jóvenes e idealistas, con inquietudes sociales (…) Eso sí, la revista la regalábamos porque nadie la quería comprar”; recordó años después el dibujante sobre esa experiencia. En ese momento, Rafael comprendió que él no tenía miedo de fracasar como artista  porque no se consideraba como tal, sino que él se veía a si mismo como un trabajador, lo que le daba libertad, esa era su ideología.





 

Metamorfosis de tinta

Las primeras reuniones con sus pares  del dibujo fueron en la casa del “Tano” Pratt,  donde el vino y la milonga eran los elementos esenciales de esas jornadas nocturnas.

 En medio de risas y anécdotas inventadas por los nuevos camaradas de aventuras, Tito distinguió una voz que rezaba un deseo: “Junto a mi hermano Jorge vamos a crear una editorial de historietas y van a venir todos ustedes a dibujar los argumentos”, pero no prestó mucha atención, porque era algo más que decoraba la situación de algarabía.

 Se sentía feliz, todo era logró del esfuerzo de aprender a dibujar, estaba orgulloso de que la gente lo reconociera por su trazo en Vito Nervio y de poder dejar atrás las moscas del frigorífico.

  Días después en el barrio de Palermo, enfureció al escuchar el sermón del anfitrión de esas tertulias: “Vos sos una puta barata, porque estás haciendo mierda pudiendo hacer algo mejor”.Con rabia en la mirada aceptó la propuesta de Héctor Gérman Oesterheld de incorporarse a esa idea que había escuchado murmurar pero que se había concretado en la  Editorial Frontera  El resultado fue “Sherlock Time”, un cambio rotundo en su grafica, al  extremo que sus lectores no podían creer que fuera el mismo dibujante que hacía "Vito Nervio" meses atrás, la única explicación que algunos aceptaban era que se había “vuelto loco”.

 

 Gozó al escuchar al dibujante de Ernie Pike decir:”Me dio tanta rabia ver tu historieta que la tengo acá escondida. Pero es muy buena”.  En ese instante sintió que podía remontar vuelo a sus 40 años de edad.

 Luego de esa explosión enunciativa, volvió a trabajar con Gérman en 1962. El guionista venia de cerrar su editorial por problemas económicos y retornaba a trabajar bajo contrato en la segunda etapa de la mítica revista Misterix, de la Editorial Yago, mientras que Alberto manifestaba  la angustia de padre y de hombre por la enfermedad de su esposa, Nélida García.

Todo estaba contaminado de angustia.

  Estos universos en crisis fueron parte de la retórica de Mort Cinder. Sintió en ese tiempo el dolor en las uñas, en sus hijos, en el mundo de panzas hambrientas. Abandonó su rol de docente en la Escuela Panamericana de Arte  y se sumergió en una oscuridad digna de ser trabajada por sus propios pinceles.

 

Su cuerpo se inclinaba al subsuelo.

 

 Los acreedores lo instigaban a pagar deudas, todo era un viajar por las profundidades de la soledad. El sonido del teléfono quebró lo estático, era Oesterheld que lo apuraba a terminar “Richard Long”, un encargo para la revista Karina. Sin entusiasmo alguno y con un dolor de muela, decidió usar el collage. La crítica elogió su capacidad de resumen del relato, obviando el motivo particular del uso de esa técnica. Después de esa situación, se lo escuchaba declarar algo de lo que realmente estaba convencido: “Éramos felices hasta que aparecieron los especialistas en historieta y ahí cagamos”.Tanto había cambiado su rumbo en comparación a sus primeros trazos  que resolvió quemar en el patio de su casa de Haedo los originales de Vito Nervio, sentía que él ya no era el mismo.

 




Llamas de furia

El otoño se mostraba demasiado frío. El miedo y el silencio tomaban protagonismo en la ciudad donde solo se respiraba aire de nefasta dictadura. Una mañana lluviosa, el colectivo en que viajaba fue detenido por un grupo de soldados en el marco de un operativo. Después de pasar la revisión del milico, al volver a su casa en el pulmón de Haedo, el infierno cívico militar ardía.


Estaba bañado de impotencia, se había enterado del secuestro de los jóvenes de enfrente por parte de los perros del orden. Los conocía de años y había escuchado la decepción en carne propia que les toco vivir en consecuencia de las acciones  ejercidas por Perón en su retorno al país. En muchas ocasiones rió al escuchar al loro de los muchachos cantar la marcha peronista con mucho ímpetu, ahora tenía miedo, pero no era paralizante, sino que lo provocaba a gritar en la afonía social.

 

Calentó la pava de mate y se cebo unos amargos. En la soledad de su taller de trabajo, frente al tablero pensó en voz alta: “Si el pueblo se hubiera revelado, esto no hubiese pasado. Quizás hubiera ocurrido una verdadera carnicería, pero en una lucha a cara descubierta; sin torturas, sin secuestros, sin robo”. Inmediatamente, la imagen de Rodolfo Walsh, Jorge Cafrune y de su amigo Héctor Oesteherld, secuestrados  por romper las mordazas impuestas por el gobierno de facto se le cruzaron por la cabeza y escribió; “Carnicería de estado” en la página de Drácula que estaba dibujando.

 

Especuló que si encontraban los militares esa leyenda manuscrita lo iban a fusilar. Sintió atracción por el riesgo, por el peligro, similar sensación que tuvo cuando Irma Dariozzi, su segunda compañera de vida, enterró en el jardín una escopeta, el libro de  Eduardo Galeano; “Las venas abiertas de América Latina” y una revista “La Vida del Che” que dibujo junto a su hijo Enrique en tiempos dictatoriales de Ongania. Esta vez todo era distinto, el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” era un plan de muerte planificado y él no se iba a quedar quieto mirando hacia otro lugar.

 

El 30 de octubre de 1979, se enteró de la muerte de Oscar Conti (Oski), su amigo entrañable que vivía en Milán y que en  la visita a Argentina para una muestra internacional de humor  terminó operado de urgencia e internado en el Clínicas de Buenos Aires. Esta noticia junto a la de la desaparición del guionista de El Eternauta lo llevaron  a una  tristeza gigante, a un estado de introspección que plasmó en pinturas, una actividad plástica que le apasionaba.

 

A fines de 1981, en medio de una reunión familiar, Alberto comprometió públicamente al novio de su hija, Patricia:

 

-Juan porque no me haces un guión, una cosa aventurera, más o menos vendible, no una cosa hermética, complicada.

 

-Bueno maestro - respondió tibiamente el joven periodista que había intentando hacer algunos argumentos de historietas preguntando a su colega Guillermo Saccomano, pero con un resultado final no tan alentador.

 

Esa noche, Juan volvió a su casa con el desafió impuesto por el eterno proletario del lápiz. Golpeó la Olivetti durante horas, hasta que escupió cicatrices de sobreviviente. Era muy tarde cuando terminó el guión de Perramus.

 

A la mañana siguiente, sé dirigió a la trinchera de Haedo con las primeras ocho páginas. A Breccia le fascinó la idea, tanto le gusto lo escrito que se fue a dibujar bocetos a su cueva laboral. Salpicó con tinta aguada la hoja en blanco y percibió que de ese modo podía sintetizar la perdida del alma de la ciudad de Buenos Aires, donde todo era gris. Trazó con furia las figuras de los golpitas y el resultado fue una imagen simple y contundente, calaveras sin piel.

 

El coctel de literatura, política y metáforas era perfecto, estaba frente a la jaula y el pájaro hacia un repentino revuelo de plumas para que la denuncia explícita del terror se multiplicara en el aire.

 

El lector pudo ver las huellas del dibujante, percibir sus vacilaciones y su trazo y hasta pudo escuchar su respiración.

 

Años después, Tito sonrió con el prologo de su amigo Osvaldo Soriano y sus palabras de elogio a gran escala; “La primera obra cumbre de la historieta argentina está aquí (…) Sería insensato reducir esta epopeya de imágenes a una simple alegoría sobre los males de la represión y los mecanismos del olvido. A lo largo de estos cuadros pintados con ferocidad y ternura, Breccia y Sasturain recorren el universo de los perseguidos y los marginales. Los sonidos recodos de un mundo que cambia para no cambiar lo esencial (…)”.

 

Fueron épocas de ilustraciones urgentes y percepciones de un hombre que tomó coraje y se animo al mundo: “Me dí cuenta que con un arma ridícula, como un pequeño pincel, podía decir cosas muy graves, muy importantes (...) Yo creo en el fondo ser un romántico y no un dibujante negro. Soy alguien que muestra las heridas, siempre deseando que no existieran. Eso es un romanticismo puro, ya que las heridas van a seguir existiendo".


Pinceladas en la piel

Alberto Breccia, fue un desobediente a las reglas del mercado. Jamás olvidó su rol de comunicador sobre las realidades que lo rodearon: Me formé con la gente del suburbio, la gente que vivía al margen de la gran ciudad. Después, con mucho esfuerzo y mucho trabajo comencé a afinarme un poco. Pero en el fondo sigo siendo un hombre de barrio. El resto no es más que una pincelada de barniz “.

 


Todo elemento que lo rodeaba le revelaba un nuevo camino a transitar. Utilizó para trabajar: “los dedos, la palma de la mano, palitos, vidrio, cepillo de dientes”. Lo que estuviera al alcance de sus manos como el martillo al pincel, la gillette a la pluma o manubrios de bicicleta, servia para poder expresar sus ideas del mundo. 

 En su vida se descubrió y se inventó cada vez que se enfrentó a la hoja en blanco para enunciar gráficamente un pensamiento o un sentir:” ¿Por qué debo continuar dibujando siempre del mismo modo? Cuando dibujo, soy yo mismo siempre, sólo cambio los signos con los que exprimo un concepto. Tener un estilo personal, este tipo de sello de garantía es simplemente pararse en el punto en que alcanzamos el éxito."

El rioba, el boxeo, la literatura y el tango fueron los cimientos  de su "cosmogonía" hasta el día de su muerte el 10 de noviembre de 1993;” En mis dibujos y mis pinturas hay siempre una callecita de barrio, siempre. Está siempre el suburbio (…) Mis amigos eran obreros, mis primeras novias eran novias de obreros, es decir. La música que se escuchaba era la que se escuchaba en las ciudades obreras, el tango". 


 La libertad fue la inamovible postura de vida de un hombre que retrato las heridas del ser humano y las de su propio ser.








“El Proletario del lápiz",  es una nota que escribi para la sección Malditos publicado en la revista Sudestada Nº 122, agosto de 2013.

 

Aclaración necesaria para no generar caos en lxs lectorxs ; en la nota gráfica aparece en la firma mi viejo nombre antes de la transformación del ser, en este posteo la modifico con el nombre de mi identidad autopercibida .

 

viernes, 7 de marzo de 2025

Las fotos de Gerardo de la Bienal de Córdoba de 1979

 Por Pavla Ochoa

No lo puede creer. El sol se desliza rasante, casi alegre. Está a metros de ese dibujante que leía de pibe con su Vito Nervio en la Patoruzito.  Aún no olvida que fue uno, como tantos lectores, que creyó que el viejo se había vuelto loco con Sherlock Time en Hora Cero. En esas páginas semanales, Gerardo, respiró y sintió, cada chorreo de tinta. Le explotó la cabeza con la aventura de la Antártida. Pero, todas esas ideas surgidas de la cabeza de Oesterheld esa agüita fresca, empaparon sus sueños, su sangre con un deseo; “ser dibujante”.

Tanto busco ser parte de este oficio, que, con esfuerzo, a los 19 años se pudo pagar el curso en la Escuela Panamericana de Arte de la calle San José 715.  Se anotó quizás esperando ser alumno de Breccia, cosa que no se dio, porque finalmente ese curso fue brindado por Daniel Haupt. Pero, en esos dos años, respiró historieta pura. Ahí se juntó con algunos muchachos que conoció y fueron en busca de su sueño compartido. Alquilaron un taller y arrancaron a perseguir la posibilidad de publicar sus trabajos. Eran años difíciles para la historieta en Argentina. Había cerrado Editorial Frontera y casi todo quedaba reducido a lo que publicaba la Editorial Columba. La sensación era que la historieta estaba agonizando. Nada, lo detuvo. Siguió su sueño de dibujar intercalando con su trabajo administrativo. Entre idas y vueltas, comenzó a publicar una adaptación de la película “Estación Polar Zebra”, para las revistas de Columba. Guarda en su corazón esa madrugada en la Estación de Constitución cuando se compró varios ejemplares de Fantasía, donde estaba su primera historieta. Esa noche, tenía una emoción muy grande, sentía que estaba desparramado por todos lados y que lo que había hecho estaba transcendiendo.  Una emoción como la que siente en este momento.

No lo puede creer. Está en la Cuarta Bienal del Humor y la Historieta en Córdoba, compartiendo con esos maestros. En pleno viaje de excusión a Colonia Caroya, no pudo evitar acercarse a Breccia y pedirle una firma en su cuaderno donde viene juntando dibujos y firmas de quienes leyó de pibe. Pipiolo, no solamente le hace una firma con dedicatoria, sino que le regala un dibujo de su caricatura. Se asombra de verlo dibujar con tanto movimiento en el ómnibus. Está feliz de respirar ese mundo. Al llegar al convento religioso de Villa María, saca su cámara de fotos y comienza atrapar momentos. Lo ve cerca de Moebius, les pide permiso y arranca la sesión fotográfica. Son pájaros que miran desde la jaula. ¿O en realidad es Gerardo quién esta enjaulado?




No tiene mucho tiempo para pensar, se suman Guillermo Mordillo y Juan Zanotto. Parecen pibes, juegan, posan y el viejo se suma a la bolada. Sin saberlo, Gerardo, está siendo el responsable de obtener fotos con un fuerte valor para quienes, como él, aman la historieta. Breccia, se está riendo y además hace monerías con sus colegas. 



Entonces, piensa, que es la oportunidad de tener una imagen con él. ¿Por qué no? Y ahí le pide a su amigo Héctor, que apriete el botón de click. Por su cara rueda una sonrisa inadvertida, infantil, fuera de tono, ajena a destiempo y sin saber que dejara huella. Abraza ese momento. Abraza ese oficio que elige habitar. El sol comienza a crecer y deja de ser una promesa para convertirse en una fiesta.

 

 



jueves, 6 de marzo de 2025

Nace; el Instituto de Directores de Arte (IDA)

 

“Mi señora está gravemente enferma. Entro a Billiken. Dibujo dos o tres años. Realizó para una editorial las características gráficas, tapas e ilustraciones de clásicos juveniles. Más de 15 títulos. Me pagan 3 o 4. Mi señora se interna y yo ilustró en el hospital "La Historia Argentina". El 10 de marzo de 1966 fundo con algunos colegas I.D.A (Instituto de Arte) con sede en la calle Florida al 800. Mí esposa fallece el 18 del mismo mes”.

Fragmento de una carta de Alberto Breccia dirigida a Marcelo Ravoni en 1974.


 

No hay nada para morfar. El cuerpo de la pobreza habita la casa. Está harto de hacer historieta. Lo que hace no le alcanza ni para pagar los remedios de Neli. Está endeudado.  La cosa no da para más. Esta decidido, larga todo y va armar el Instituto de Directores de Arte.

Tiene en su espalda la experiencia de enseñanza en la Escuela Panamericana de Arte. Pero, acá hay una idea clara con lo que se quiere con IDA que es distinta a esa experiencia.  Eso le gusta. La posibilidad de brindarle al estudiante una cultura integral, no solamente gráfica. Es decir, quien se anote a estudiar, tiene que estar abierto a asistir a exposiciones de arte, a conciertos musicales, a conferencias de escritores, a visitas guiadas a bibliotecas para aprender arte en el más amplio sentido de la palabra. No hay limitación de horarios, ni de días. Está entusiasmado, con el trabajo que hacen en las instalaciones para preparar el teatro experimental, la sala de cinemateca argentina y una biblioteca propia. Es justamente el contexto que quieren brindar para la enseñanza.

Más allá de la mishiadura, siempre presente, está feliz de emprender esta experiencia. Mientras, acomodan los detalles de inauguración, con mucha honestidad en su voz y en sus ojos, le dice a sus dos amigos; Ángel Borisoff y Pablo Pereyra, que están compartiendo la creación del lugar de enseñanza:

-Yo lamente siempre no haber tenido un maestro. El camino solitario, es un camino muy penoso, muy difícil, muy lento. Tardé muchos años tratando de descubrir, lo que un profesor puede aclarar en dos clases. La vocación por la enseñanza, tal vez, nazca del deseo de reparar lo que yo no tuve. Darles a los demás lo que a mí me falto.

 Le brilla la mirada. Lo quedan mirando, entendiendo desde donde habla.



Alberto, tiene claro que su criterio de enseñanza va a consistir en lograr que afloren los valores que cada alumno lleva dentro. Y lo va a intentar lograr, repartiendo a todos los estudiantes el mismo argumento para que ellos lo vayan trabajando en casa. Luego, en clase, van a tener que explicar el enfoque que han adoptado, la luz y la sombra, por qué suprimen texto o por qué lo añaden. Tienen todas las libertades del mundo, solo deben fundamentar el porqué de lo que hacen. Y sus compañeros va a poder criticar, hacer preguntas, y él va actuar de moderador, dando alguna orientación de vez en cuando. De esta manera las clases quizás lleguen a ser divertidas y provechosas para todos.

 Ese día, se va tarde del edificio de la calle Florida al 800, esquina Córdoba. No imagina, nada de lo que vendrá en su vida personal.  Sabe que fue una decisión muy profunda, dejar de hacer historieta. Tampoco imagina ni por asomo, que IDA, se va a convertir en breve tiempo, en un referente de la cultura de esos años, junto con el Instituto Di Tella. Esa noche del 9 de marzo de 1966, se va tarde. Muchas cosas van a suceder y él no lo sabe.

Todo se mueve muy rápido. Camina, con la única certeza que escucha como un murmullo en su corazón: “voy hacia lo que no empezó, ahí me estoy esperando”.

 

 

 

miércoles, 5 de marzo de 2025

El último trapicheo

 Por Pavla Ochoa


Haedo-Miércoles 01 de noviembre de 1993 


Se miran fijamente a los ojos como si fueran pistoleros del viejo oeste, en pleno duelo. Sus pies, han caminado desempolvando viejas bibliotecas. Buscando esos folletines y pulps que leyó de joven y que desesperadamente colecciona. Tiene en frente, a ese joven que ama la literatura de Lovercraft. Con él, se encontró en el Parque Rivadavia en el puesto de ese amigo en común, Yoel Novoa.  Ahí están ahora, en la casa de Haedo, negociando. No hay plata de por medio, sino libros y dibujos originales, para el trueque.




 Alberto, saca una caja con dibujos y de reojo mira los libros que Eduardo, coloca arriba de la mesa. Quizás imaginando encontrar algo de Gastón Leroux, ese menjunje inexplicable de folletín policial, terror, que está leyendo por esos días. Le pregunta, mientras el joven  negociante se prepara para el trapicheo;

-¿Trajiste algo de las novelitas de “Misterio”, esas editadas por Tor, que dibujaba Macaya?

-No, Alberto. Lo que tengo son algunas series de novelas de esas que tiene anotadas en su cuaderno rayado…

-¿Cuáles?

-Tengo una colección completa de Pucky…

-Esas son cosas que leía de pibe…todo ese tipo de folletines…por eso ando buscando estas cosas.

-La conseguí en Montevideo.

-Uy , pero son muchos números…

-Por algo hay que empezar …

- No sé si la próstata me va a dejar terminarlas…

-Ehhhh… No, Alberto… como dice eso…

-Más si …Me va a dejar-  Breccia, suelta esa frase con olorcito esperanzador, Eduardo, le cambia de tema:

-En estos días estuve pensando en algo que escuché alguna vez en una entrevista que le hicieron y que creo que podemos hacer juntos. Se me ocurrió que usted haga una película sobre el cuento de Lord Dunsany ; “Cuando suben y bajan las mareas” y yo le banco la producción. Y en simultaneo, yo hago otra película mostrando como usted filma. ¿Le gusta la idea?

- Si, puede ser. - Pero, cortándole la volada, el viejo lo vuelve a tirar a la arena del trapicheo que es lo que los convoca:

-Tenes algo de Seston Blaque?”.

Eduardo, se ríe, al escucharlo pronunciar el nombre del famosísimo detective de ficción; Sexton Blake. La sonrisa se hace infinita al estar frente a frente, con ese hombre que tiene como una de sus novelas favoritas a ;“Bacalao” de Gastón Leroux. Esa donde un mono tras una operación se transforma en humano. También, devora mucho Víctor Hugo, Sax Romher, combinada con una fuerte dosis de Borges.  Le gusta compartir ese berretin con Breccia. Al viejo, le divierte esos folletines, les encanta las tapas de aventuras y acción extrema, las colecciona un poco como figuritas. Ambos son de esa especie que ama lo antiguo, los libros viejos, esos que rescatan de otro tiempo. La razón de un coleccionista por la cual atesora sus objetos es por nostalgia y Alberto siempre que hablan, recuerda sus primeros días con esos folletines y pulps.

Pero algo le llama la atención a Orenstein, a la hora del intercambio. Algo que sucede distinto a sus anteriores encuentros. A la hora de hacerle elegir los dibujos que es por lo que cambia lo que le lleva, esa pulseada infinita de ragateo. Esta vez, nada de eso ocurre. Y eso lo asombra, porque Alberto, es muy reacio a dar de más y él pelea lo suyo, por más que está dispuesto a darle todo lo que pida. Hoy ese ritual de negociantes es diferente:

-Alberto, ¿puede ser este dibujo?

-Sí.

Eduardo, se quedó con una sensación muy extraña por dentro, por esta tajante monosílaba de respuesta de Breccia. No le gusto. Tiene esa sensación similar a la de dos luchadores que están peleando mano a mano y de repente uno se da por vencido. Siente que es una transa de despedida. Tiene un sabor muy amargo en el corazón, pero Pipiolo lo vuelve a sacar de esa emoción desencontrada al verlo acercarse a su biblioteca e intentar husmear un libro; “¡Saca esa garra y vení a tomar unos mates!

 

Entre mates y libros, conversan y ríen. Quizá sabiendo que es el último trapicheo entre dos amigos.

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martes, 4 de marzo de 2025

Y de repente llegó: Milton Caniff

 Por Pavla Ochoa

Copia todo lo que llega a sus manos.  Hacer dibujo humorístico, le gusta, le da tranquilidad. Para quien no sabe dibujar es un lugar de seguridad, ahí una deformidad o un error de trazo se puede ver como característica de estilo. Pero, dibujo serio, es otro universo más complejo de habitar. Y él tiene que parar la olla, tiene que sumergirse a lo desconocido. Transpira cada trazo, rompe infinitas hojas. Llora y vuelve a llorar.

Copia todo lo que llega a sus manos.  Esta asombrado, no puede creer lo que tiene enfrente. Su viejo, trajo a la casa, el diario de Montevideo; “El País” y ahí sin aviso alguno, lee por vez primera las tiras de Terry y los Piratas. Está descubriendo otra forma de hacer historieta, está descubriendo a Milton Caniff.



Ese tipo rompió el molde de lo que se venía haciendo hasta el momento. El manejo del blanco y negro, esa forma realista de dibujar los personajes, lo enloquece. Le gusta que meta caricatura en la historieta seria. Es como quebrar esa forma de hacer aventuras en cuadritos, con carilindos, muñequitos que no tienen vida y darle humanidad, eso que dibuja Caniff son tipos que existen, que Alberto los ve por las calles. Eso le gusta.

También, le presta atención lo que Milton se llevó del cine; encuadres, secuencias y perspectivas que hasta el momento no vio que se usara así.




Lo copia. Se da porrazos delante de la hoja de papel.  Aprende a contar en blanco y negro, a encuadrar, a usar el pincel y combinar luces y sombras.




Siente que Caniff le está dando una lección de historieta a distancia. Y el curso por correspondencia le llega por el periódico uruguayo. Así, como llegan las cosas, sin aviso alguno, como un rayo en la oscuridad.

 

 

 

 

lunes, 3 de marzo de 2025

Entrevista con Jorge Claudio Morhain

 Por Pavla Ochoa

Jorge Claudio Morhain, es profesor en la Enseñanza Primaria, Bibliotecario Profesional, Museólogo, Máster en Cultura Argentina, escritor y guionista profesional de historieta. Se inició como obrero de la historieta, cuando después de estudiar por correspondencia en la Escuela Panamericana de Arte, realizará en 1960, argumentos para las revistas Casco de Acero y Tucson. También, realizó la adaptación teatral de El Eternauta; “ El Viajero de la Eternidad” y el guión de “El Eternauta La Resistencia”, adaptación a historieta de El Eternauta Novelado.

La cita con este hombre que tiene 25 años de oficio en la historieta, tuvo dos horizontes claros; “Alberto Breccia y Héctor Germán Oesterheld”. Con mucha disponibilidad, Morhain, respondió las preguntas enviadas por mail y nos contó sobre la única vez que charló con Alberto Breccia en la Primera Bienal Internacional y Cuarta Bienal Argentina de Humor e historieta, que se desarrolló en la ciudad de Córdoba en 1979. Además, nos habló sobre la influencia de Oesterherld, en su carrera como guionista de historietas.

 


¿Cómo fue la experiencia de conocerlo a Breccia en la Bienal de Córdoba?

 Lo conocí en el tren en el que viajábamos varios a la Bienal. No fue una gran charla. Recuerdo la parte “más interesante”. Le conté que traducía buena parte (acaso todas) las historieta importadas que publicaba Columba, y que adaptaba tanto el lenguaje como la extensión, por ejemplo, para que se acomodasen a los requerimientos de la Editorial. Todo a pedido de la empresa. De hecho, esa mi habilidad como adaptador me abrió muchas puertas. Entré a Columba por esa habilidad, que ya había ejercido en otras empresas. Bueno, Alberto se enojó mucho. Dijo que yo violaba el derecho de los autores, que tergiversaba sus intenciones, etc. Yo tenía unos 30 años. Y hacía mi trabajo a pedido de mi empleador. Así que esa fue la parte fundamental de mi charla. Aclaro, en cuanto a las adaptaciones, que muchos originales no eran obras de arte intocables. En la serie de Johnny Hazard, tiras diarias, se olvidaron varias veces de algún personaje, se confundieron las secuencias, quedaron cosas sin resolver… Bueno, ahí entraba yo. Cuando la Editorial, que ya publicaba Príncipe Valiente, compró un paquete con los inicios de la serie, me pidieron que los adaptase por episodios introduciendo alguna escena acomodada a dibujos existentes, para dar la apariencia de “recuerdos”, y no declarar que eran sucesos “pasados”.




                               Encuentro del Humor y la Historieta en Lobos en 1978. 



  
 ¿Usted estudió por correo el Curso de los 12 Famosos Artistas? ¿Cómo fue esa experiencia donde pudo tener de primera mano las herramientas narrativas para hacer historieta?

Comencé a escribir a los 15 ó 16 años, en Máximo Paz, a 50 Km de Buenos Aires, entonces pleno campo, sin teléfono ni televisión y radio a baterías. Quería “escribir como Oesterheld”, pero no había dónde aprender. Mi hermano ya estudiaba en la Panamericana, y mi viejo me pagó el curso también a mí, y ahí mi Maestro explicaba la forma de un guion. Apenas la tuve, salí a ofrecer trabajos, a los 17. A los 18 publiqué mi primera historieta.




-Comenzó a publicar en sus guiones en Cascos de Acero ¿Cómo eran trabajar en esos años en que publicaba y había infinitas historietas y obras maestras como ;”Mort Cinder?

Bueno, era una aventura permanente, amistades, charlas, encuentros presenciales, largas esperas para cobrar un mango, muchas editoriales “de segunda”. Nuestro objetivo, el de todo el gremio, era entrar en Columba. Entré a Gente joven con el pibe Andrés Cascioli, el pibe Roberto Giormenti, el pibe Miguel Luis Matejka, el pibe Oskar Blotta (hijo del autor del Gnomo Pimentón) Todos pibes.



-Alberto Breccia en el documental Breccia x4, mencionó sobre Héctor Oesterheld:

“Él rompe con fórmulas muy tradicionales, muy fáciles, que servían solo para distraer. Héctor incorpora a la historieta, otra problemática, la humaniza, profundiza en otros terrenos. De alguna manera está haciendo lo que la novela negra hizo con el género policial. Incursiona en terrenos que la novela tradicional deductiva no tocaba y se convierte en una crítica social. Héctor hace lo mismo con la historieta y obliga a un grupo de dibujantes muy capacitados técnicamente, a seguirlo. Como plantea una problemática distinta, obliga al dibujante a replantearse todo el tratamiento gráfico.  De esa manera se incorpora a la historieta, otras herramientas. No las tradicionales; de la pluma y el pincel, sino que se incorpora la monocopia, los géneros, los trapos, las hojas de afeitar, es decir se incorpora una serie de herramientas que son utilizadas para poder ilustrar lo que Héctor propone y de esa manera transmitir con más fuerza grafica el mensaje”.

 

-Entendiendo esto que menciona Breccia y que usted es guionista ¿Qué aporte crees que brindó Oesterheld a la historieta con sus argumentos?

Bueno, a los 11 años leí la revista Más Allá, que apareció en 1953, y me “voló la cabeza” (me cito a mí mismo) Eso me abrió la puerta a 1) la ciencia; 2) las utopías, mitos y fantasías; 3) a la literatura. Muchos años después, en la Feria del Libro de Buenos Aires, escuché por casualidad la última charla de Boris Spivacow, creador de EUDEBA, y ex director de Editorial Abril en la época de Más Allá. AL terminar casi, pedí la palabra y le pregunté “si había conocido a Héctor Oesterheld”. Dijo don Boris: ¡Ósterel! ¡Ese muchacho! ¡Hacía prácticamente solo Más Allá…!” De modo que HGO estuvo en mis lecturas de Más Allá, y en mis lecturas de Gatito y en mis lecturas de Bolsillitos. Aquí, en Máximo Paz, la única forma de conseguir un libro o algo parecido (Rastros, MrReeder, Leoplán) era el kiosco de revistas. Leía mucho librito de cowboys, Zane Grey y muchos otros, inclusos futuros colegas que usaban seudónimos (como Zappietro). Cuando aparecieron los libros de Sargento Kirk y Bull Rockett leí literatura popular DISTINTA. Yo venía de fábrica con habilidades literarias, y me propuse entonces “voy a escribir como este hombre…” Un día, Héctor me llamó “colega”.

 



-En base a lo que venimos hablando ¿Crees que la dupla Oesterheld-Breccia, fue una retroalimentación que hizo que sacaran en los trabajos en conjunto, lo mejor de ellos?

No sólo Breccia, TODOS se retroalimentaron. Para todos los dibujantes era UN PLACER contar esas historias. Y, claro, la influencia y el deseo de mantener ese feeling se trasladó a las otras editoriales.




 

-En una vieja entrevista, usted menciona que El Eternauta  de GENTE tiene el problema de que se hizo sobre algo ya hecho como es la versión original que dibujó Solano.  Destacando que Oesterheld la hizo mucho más política y que en esa historieta, había demasiadas cosas que no se decían porque se referían a la otra versión, y demasiadas cosas que no se dibujaban porque -concientemente o no- el dibujante suponía que el lector las conocía.

¿Cuándo la vuelve a leer sigue pensando lo mismo que en aquella ocasión?

Sí, sin ninguna duda. Tampoco ayudaba el cambio de un estilo “llano” (a nivel del suelo, me cito) y el innovador y artístico de Alberto. Bueno, y la editorial, claro. Yo trabajé allí, al mismo tiempo que HGO, y conozco el paño.

 -¿Nunca se dio la posibilidad de escribir un argumento y que lo dibuje Alberto Breccia? Si se daba la oportunidad ¿Qué piensa que hubiera surgido de su narrativa?

No, yo no era un “guionista estrella” al que le adjudicaran los mejores dibujantes. De casualidad, me tocó uno de los primeros trabajos de Horacio Altuna (y luego nuestro personaje Kabul), el primer trabajo de Sergio Ibáñez (rápidamente apartado con rumbo a la “estrella” Robin Wood, los primeros trabajos de Mandrafina (en otra editorial). Tampoco contribuían mis “especializaciones”: gauchesca, adaptaciones.



-Venimos hablando de Breccia y Oesterheld y de algún modo hablamos de una parte de la historieta argentina .Usted que desde la década del 60 es parte de la misma ¿Cómo está la historieta actual?

La historieta actual es OTRA. Hace poco, en la Biblioteca Ansible, hicieron un homenaje a los que llamé “artistas del siglo XX”. El golpe de finde siglo acabó de un tajo (motosierra Avant-garde) con la Historieta Nacional, en la que éramos HITO en el planeta. Por diez años no se habló del tema. Diez años que introdujeron nuevos métodos de lectura, de información, de propagación, de políticas variadas, con más tiempos malos que buenos. Antonio Presa (jefe de arte de Columba) decía -en el siglo pasado- que en cada pueblo de la Argentina había una banda de rock y un historietista. En consecuencia: ahora hay MUCHOS MÁS historietistas que en el siglo XX. Que hacen lo que pueden. Publican en la mil variadas formas que existen, o no publican. Los Maestros y los emergentes de esos nuevos trabajan para Europa, donde el estilo argentino sigue existiendo, o hacen cosas marginales para libros. La historieta popular, de la calle, se acabó. Ojo, no quiere decir que está muerta. Tal vez andaba de parranda…