martes, 15 de abril de 2025

Lito Fernandez: Cuando nació " Martín"; el primer nieto de Breccia

 Por Pavla Ochoa


Podría decirse que aquella tarde de julio en Haedo, era una tarde más. Pero para Lito es distinta, está llevando en su Citroën B12, a su maestro, a ese hombre que quiere como a un padre. El silencio aturde más que el sonido que se desprende del motor.

Sabe que esa tarde es distinta, porque Alberto, acaba de ser abuelo por primera vez. Martín, el hijo de Enrique, nació y se imagina que la familia debe estar muy emocionada. Busca, intenta encontrar en el rostro de Pipiolo, alguna emoción, algún sentimiento que le haga conectar con su mirada, así iniciar una conversa. No sucede. Y el silencio se hace más insoportable.

De la nada, el joven dibujante, se anima a iniciar el ping pong de palabras:

-Alberto, debe estar contento que nació su primer nieto…

-Vos te pensas que yo voy a estar con una pañoleta jugando al ajedrez en una plaza. Está bien. Nació y nació. Bien hecho…

Lito, lo miró. Entendió que el viejo, no es de darle mucha solemnidad a esas cosas, sino vivirlas y punto. No sabía dónde esconderse. Metió el violín en la bolsa, agarró fuerte el volante y siguió manejando sin decir más nada hasta llegar a destino: Alberto Vignes 532.




 

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=g1tO9bMfR_I&t=4127s


miércoles, 2 de abril de 2025

El pibe Martín Breccia y lo que fue ese 2 de abril de 1982 ;"Nada volvió a ser lo que fue "."

 Por Pavla Ochoa

El pibe Martín, no entiende nada. En medio de las compras en el barrio con su vieja, llega la noticia. Están en la calle con algunos de sus vecinos, Jorge el verdulero, Don Sasa el kioskero, el  Tano Fornaro del almacén y la panadera Dora, la emoción los lleva a darse abrazos . Hay algo en el aire, algo que crece a mucha velocidad en el barrio. 

A la noche , los vecinos de la cuadra de la casa, se comenzaron a reunir en la casa de los Breccia, para ver el noticiero de ATC. Hasta Pipiolo, se fue del otro lado, cruzando la barrera de la clínica Tachella, para no perderse esa comunión barrial y familiar . En los últimos cuatro días, se repite una y otra vez , ese encuentro.

Martin, percibe que algo está cambiando, cuando empiezan a ser moneda corriente, las peleas con Churrique  por qué ya no puede escuchar  a Kiss, menos Queen.

Con sus 11 años, siente que la guerra se empieza a sentir en los huesos, cuando se entera del  hundimiento del Belgrano.
Sin aviso alguno, cuatro días después de ese 2 de abril, Enrique le avisa a la familia que se enlistó junto a cuatro compañeros ,como voluntario y se fue ahí mismo  a la Escuela de Comunicaciones de Campo de Mayo.

 Ahora todo es distinto. Ve que su papá pasó de dibujar en el lavadero del fondo a ser un  soldado preparado para la guerra en una Unidad de Comando de 60 hombres. De un día para el otro esa felicidad de primavera otoñal del oeste se había esfumado.

 La guerra terminó antes y su viejo volvió del Puente del Inca en Mendoza  a dibujar a su casa. Lleno de frustración porque su deseo era servir a la patria con las armas en la mano.

Martin, sabe que en esos meses de guerra, algo pasó que hizo que nada  vuelva a ser lo que fue .








Fuente; Anécdota  familiar narrada por el propio Martín Breccia en su posteo de Facebook del 02 de abril del 2020.

Entrevista a Enrique Breccia;https://noticias.lumpentv.com.ar/nota.php?id=5059





domingo, 16 de marzo de 2025

El ayudante de Eugenio Zoppi y Alberto Breccia: Horacio Lalia


 Por Pavla Ochoa


Sueña con dibujar historietas. Se muere de ansiedad. De repente, un pibe del barrio le dice, la fija:

-Hay una clienta que viene al comercio de mi papá y el marido es dibujante de historietas y hace un personaje de historietas ¿Te interesa que le hable?

- Si, dale… ¿sabes que personaje es?

-Misterix.

Horacio,  con sus 16 años, se queda inmóvil, Lee esa revista y deduce por instinto, que el dibujante, es ; Eugenio Zoppi. No puede creer, que su sueño este cerca de cumplirse. A la semana, llega la respuesta: tiene que ir a verlo.

 




Al llegar, a la casa, lo primero que hace es contarle que es del barrio y que es lector de historieta. Eugenio, ve la emoción en la mirada y le pregunta sin rodeos:

-¿Le gusta dibujar?

-Sí, mucho. Traje algunas cosas para que las pueda ver…

- Me gusta… Para empezar, le voy a dar tres tiras de Misterix para que le haga el lápiz ¿le parece, bien?

No dudo, ni un segundo. Se fue a su casa y las dibujo. Cuando se las llevó, Zoppi, redobló la apuesta:

-Ah, está bien. ¿Te animás a pasarlas a tinta?

- Claro, maestro…me animo.

Puso el corazón en cada trazo de pincel. El trabajo le gustó al dibujante y así, de la nada, el joven Horacio, se mete al mundo de cuadritos que tanto le gusta leer cada semana.

A los días , Eugenio lo llama por teléfono y le dice: “tengo mi ayudante que se va ¿le interesa venir a trabajar acá?”. Y arranca a trabajar, dibujando y pasando unos fondos a tinta para la revista de la Editorial Abril.

Todo va a mucha velocidad. Se siente Fangio, de sentir el viento en la jeta, de cómo se mueven los días en su inicio en el oficio de dibujar. Pero, aún falta la frutilla al postre.




 A los tres meses, Zoppi, le presenta a su concuñado; Alberto Breccia. Son familia y vivé a seis cuadras de su casa, entre Ramos Mejía y Haedo. Horacio no lo puede creer. Tiene en frente a dos tipos, que le hacen volar la imaginación con lo que dibujan y encima son vecinos del barrio.  En esas tardes, en la que el dibujante de Vito Nervio, va de visita, es el propio Eugenio que al enterarse que se queda sin ayudante, le ofrece a Horacio, como una solución : “ es un muchacho que está conmigo, es del barrio ¿te interesa que lo compartamos?”.

-Bueno...macanudo- respondió sin tanta vuelta, Pipiolo.

 Y así, el pibe que soñaba ser un dibujante profesional, comienza a trabajar con dos maestros del oficio; Eugenio Zoppi y Alberto Breccia.

 No importa, el esfuerzo que le genera tanto trabajo, es feliz con lo que hace.  A la mañana arranca con Eugenio y al mediodía, sigue con Alberto hasta las dos de la tarde. Es feliz, sueña con hacer una historieta y firmarla con su nombre; Horacio Lalia. Por como se viene dando todo, es posible que muy pronto eso suceda. Mientras, dibuja, disfruta y aprende de dos obreros del lápiz.



Fuente: https://laduendes.blogspot.com/2010/07/entrevista-horacio-lalia-primera-parte.html

Foto de Alberto Breccia y Eugenio Zoopi, junto a colegas en la redacción de la revista Aventuras, del Facebook de Patricia Breccia


sábado, 15 de marzo de 2025

El Gentleman Jim de Alberto Breccia

 Por Pavla Ochoa


Se está acomodando.  Quedó aturdido de todo lo que fue vivir ese tiempo en Brasil. La familia se mudó a una nueva casa en Mataderos. Tiene que parar la olla y no tiene un mango partido al medio.

 De la nada misma, lo llama Héctor Torino para que colabore para su nueva revista; Bicho Feo. No tiene guita tampoco para pagarle el trabajo. Pero, ahí, rápido de reflejo, el autor de “Conventillo”, le dice: “Mira, te hago socio”. Pipiolo, acepta. Pero sabe que se está metiendo en un brete.

Él, está con exclusividad con Lainez y si lo descubren haciendo historietas para otros, se va a pudrir todo.  Piensa como saltar esa dificultad.  Casi le explota la sabiola, pero encuentra la solución:  firmar con un seudónimo. No sabe de dónde le viene la información, pero de un tirón sale el nombre del autor de esta aventura; Ernesto Vaggi.

Ahora hay que dibujar. Agarra varias hojas en blanco y comienza a pensar al personaje” Gentleman Jim “. Va a ser un vengador urbano. Un tipo vestido de frac, con galera, con un monóculo, de jopo rubio. Todo un caballero inglés.  La rueda esta en movimiento.  Para inventar el lugar donde se va a mover su personaje, agarra de una de sus cajas llenas de libros y folletines, algunos de Sax Rohmer y comienza a bocetar almacenes de puertos londinenses, rodeados de chinos y fumadores de opio, esos que conoce de memoria por la lectura popular que consume desde pibe.

La mano fluye libremente. Le gusta esta historieta.  La termina y la entrega, a los días sale publicada. Tiene nervios de ser descubierto, pero ya está bailando.



Pasan las semanas y no ve ni un peso. Va a casarse con Neli y tiene que resolver la situación económica.  Entonces, va y encara de frente a su flamante socio;”Torino dame unos mangos, necesito unos mangos”. Héctor, contra la espada y la pared, le da 70 mangos y con ese dinero se casa.

La revista que se pide silbando, anda mal. No vende. Y la cosa se pone más pesada cuando Lainez se da cuenta de su infidelidad. Lo echan y ” Bicho Feo”, cierra casi al mismo tiempo de su despido oficial.




Tiene que encontrarle la vuelta, pelearle al hambre y tener un techo propio para vivir con su familia.  No sabe cómo va hacer, pero algo seguro.  No es tiempo para quedarse quieto. 


miércoles, 12 de marzo de 2025

Los Breccia en Brasil

Por Pavla Ochoa


 

Su viejo, ya está en Brasil desde hace un año. Se fundió con el negocio en Mataderos y su convencimiento que allá su oficio de tripero va a funcionar, lo llevó a migrar. Pipiolo, se quedó con Amalia y juntos le dan pelea a la mishiadura. Pero, las noticias que llegaron en la última carta de su padre desde São Paulo, le hacen tomar una decisión; irse todos.  Venden todo y zarpan en un barco carguero a Rio de Janeiro. 




Pipiolo, trata de no distraerse en el objetivo del viaje, pese el olor nauseabundo de la carga, la borda resbalosa y los marinos beodos. Extraña a Neli, quería que lo acompañara, pero no se pudo.

Al llegar todo lo sorprende, todo es nuevo para sus 22 años. Alquilan en una pensión de negros. No es lo que esperaban, pero ahí están.  Se hace amigo de un matrimonio que trabajan en un circo, el hijo de ellos, se queda mirándolo dibujar los trabajos por encargo que le llegan de Buenos Aires y envía por correo. La guita no alcanza. Así que, aunque no le gusta, vuelve a trabajar de tripero.

Todo anda bien, hasta que la Segunda Guerra Mundial, se hace sentir. Los ataques a buques mercantes brasileños, por submarinos del Eje, que provocan la muerte de más de mil personas, hacen involucrar a Brasil en el bando de los aliados, saliendo de su decisión de ser neutrales en el conflicto bélico.

Los Breccia, vuelven a tomar una decisión, volver a Buenos Aires. Pero, hay un problema, Amalia es de nacionalidad italiana y no la dejan salir del país por una ley que prohíbe moverse a quienes tienen nacionalidad enemiga. Pipiolo y su papá Alberto, tienen que resolver la vuelta de todos. Van a ver a un viejo peón que conocían y que ahora es jefe de una banda de contrabandistas. Con mucha seguridad, les propone una solución: “Vean, ustedes viajen a Corrientes, que yo a la señora la paso en bote con mis muchachos”.

Cruzan a Corrientes y esperan. Por ocho días, esperan en el lugar que les indicaron. Están nerviosos, tienen miedo. Hasta que una tarde noche, ven venir el bote con Amalia.

Vuelven al barrio de carniceros, cuna de la muerte, infierno de cordero.  El corazón se les endurece después del viaje a Brasil. Nada es fácil en la vuelta. Alberto, sabe que habrá que dar vuelta la página rápido y no dejar que los sueños se fuguen por el agujero en la media.

 

 

 

martes, 11 de marzo de 2025

La lección de Quinterno

 Por Pavla Ochoa

Tiene que ir a trabajar y no tiene un cobre.  Ni a quien pedirle un cobre. Agotó todos los recursos.  No puede viajar para ir a llevar las páginas de historietas y algunas ilustraciones. Va al comedor, agarra sin pensar mucho, una radio vieja y la vende para poder ir a cumplir la entrega. Sus sueños, se van desgastando como las suelas de sus zapatos, de tanto andar.

Le va sintiendo mal olor a la cosa, hasta que un buen día, lo llaman de la editorial “Dante Quinterno”.  Lo quieren dentro, pero no para hacer historieta humorística. Lo quieren para que haga una seria para la nueva revista semanal que quieren sacar; “Patoruzito”.

Es el propio Quinterno, quien le da un argumento de una aventura de Jean de La Martinica para que lo dibuje. Se va a la casa, caminando. Y al llegar hace lo mejor que puede. Sufre cada cuadrito, pero en cada trazo, hay honestidad.


Al entregarle las primeras dos páginas, el creador de Patoruzu, las mira con atención. Va a su escritorio y agarra una hoja en blanco y un lápiz. Y le comienza a analizar su trabajo. Le habla de planos, de secuencia, de cómo se construye una página. Lo hace con mucho respeto. En casi dos horas de conversa, le da una lección de cómo es la historieta. Es la primera y única vez, que un señor dibujante le da una gran lección. 



Todo lo que le dice, le sirve para cambiar totalmente su manera de ver la hoja en blanco a la hora de ponerse a dibujar.  Su cabeza se abrió a otra esfera conceptual. Eso se lo debe a Quinterno. Pero, en su corazón tiene el sabor de la derrota.  No tiene nada, solo un nuevo fracaso en su búsqueda de vivir del dibujo.


Todo es cuesta abajo. Viene de romper el vínculo con Laínez por todo lo que significó su historieta para Torino, en la que la firmó como Ernesto Vaggi, para que la editorial no se diera cuenta de estaba rompiendo el acuerdo de exclusividad por su trabajo. No lo logró, se dieron cuenta y se pudrió todo.

Está en el aire, no tiene trabajo.Se hace una pregunta muy para él ¿Es que un hombre que dibuja no puede vivir en el mundo? ¿Necesariamente debe torcer su vocación y alquilar sus músculos?

Está harto. Algo tiene que cambiar de una vez.  Se sienta frente a la hoja en blanco y dibuja, una y otra vez.

 

 

 

 

lunes, 10 de marzo de 2025

Alberto Santamaría: amigo y guionista de Mu-Fá

 

Por Pavla Ochoa

 

De pibes fueron felices. Tiempo de juntar fuerzas pa repecharle a los días. Y ahora están ahí. El frio de la calle apuñala las almas. La noche eterna, los absorbe en su inacabable bostezo de vida. Nadie los advierte en la ciudad febril y apresurada. Son hijos de la Republica del Musculo. Tierra de obreros y sacrificio pa pelearle a la mishiadura. Ahí están, con nostalgia reciente, riendo de ese reciente pasado:

 

-Bata ¿te acordas todo lo que hacíamos de pibes?

 

-Claro, como no me voy acordar…vivíamos pobremente, pero hacíamos nuestros baleros, nuestros zancos….

 

-Jugábamos a las bolitas….

 

-Nos divertíamos mucho ¿Te acordas cuando vino el circo Campos?

 

-Si…revolucionó al barrio, como cuando peleaba Justo Suarez.

 

-Claro, me acuerdo…teníamos 12 años y el barrio era un infierno. Se escuchaban gritos, alboroto, todo era una alegría tremenda.

 

-Él venia a casa a boxear con mi hermano Humberto, hacían guantes….

 

-Después lo hemos visto en el barrio, cuando venía a una casa de uno de los muchachos, pero ya estaba desinflado. Fue muy triste su muerte, Murió por tuberculosis, porque en Estados Unidos, lo hacían subir y bajar de peso y pelear en cuatro categorías…

 

-Fue muy triste…muy triste…

 

-¿Te acordas cuando íbamos al Boxing Club El Coraje, que estaba en la calle Murguiondo, esquina Bragado?

 

-Éramos una cantidad de jóvenes que íbamos hacer guantes todas las tardes… Vos ni te movias, parecido a lo que hacías en los Dandys….

 

-Y cómo me iba a mover si tenía ese bicho pesado  encima que tenía que hacer mover sus brazos…

 

-No te quejes que lo había hecho yo…

 

-Que lindo eran los corsos en el barrio. Eran una locura, una euforia tremenda…

 

-Che, paremos que parece que somos tipos de 70 años hablando así…Yo, venía a proponerte algo.

 

-¿Qué? Desembucha…

 

-¿Te acordas de ese personaje que hice para “Berretin”?

 

-¿La del detective chino?

 

-Esa. Tengo ganas de hacerla de nuevo para una de las revistas de la editorial. ¿Te animas a escribir algo?

 

- ¿Yo?

 

-Sí, vos…

 

-Claro, solo que te vas a tener que llenar de paciencia. La voy a escribir en tiempos libres que tenga en la changa de albañil…

 

-Mientras no me escribas el manifiesto de Carlitos…jajaja…

 

 


 

 

  

Con la mirada sellan el acuerdo. Esa misma mirada que tuvieron cuando descubrieron en una ventana del barrio a Gardel con su “Volver”. Pipiolo, está feliz, de que su amigo, se sume a la aventura de contar historias. Él como Rafael, fueron muy importantes en su deseo de ser dibujante.  Con Albertito Santamaría, iban a los almacenes y mientras chamuyaban con los dueños o compraban cualquier pavada, se llevaban pilas de papel de estraza, esa que tenían para envolver. Se lo metían en la ropa y con ese papel dibujaba. La nostalgia le humedece el corazón. El cielo les arroja sobre la vereda un puñado de estrellas. Se quedan pitando un cigarrillo, con el humo que los rodea, acróbata que camina en las alturas de los sueños. Sus sueños que ya no están tan lejos. Arde el fuego en ellos. La noche se llena de signos luminosos, de recuerdos por venir.

 

 

 

 Fuente: Audios de la charla entre Alberto Santamaría, Alberto Breccia y Carlos Mamud, en Mataderos en 1991