Por Pavla Ochoa
Sueña con
dibujar historietas. Se muere de ansiedad. De repente, un pibe del barrio le
dice, la fija:
-Hay una
clienta que viene al comercio de mi papá y el marido es dibujante de
historietas y hace un personaje de historietas ¿Te interesa que le hable?
- Si, dale…
¿sabes que personaje es?
-Misterix.
Horacio, con sus 16 años, se
queda inmóvil, Lee esa revista y deduce por instinto, que el dibujante, es ; Eugenio Zoppi. No
puede creer, que su sueño este cerca de cumplirse. A la semana, llega la
respuesta: tiene que ir a verlo.
Al llegar,
a la casa, lo primero que hace es contarle que es del barrio y que es lector de
historieta. Eugenio, ve la emoción en la mirada y le pregunta sin rodeos:
-¿Le gusta
dibujar?
-Sí, mucho.
Traje algunas cosas para que las pueda ver…
- Me gusta…
Para empezar, le voy a dar tres tiras de Misterix para que le haga el lápiz ¿le
parece, bien?
No dudo, ni
un segundo. Se fue a su casa y las dibujo. Cuando se las llevó, Zoppi, redobló
la apuesta:
-Ah, está
bien. ¿Te animás a pasarlas a tinta?
- Claro,
maestro…me animo.
Puso el corazón
en cada trazo de pincel. El trabajo le gustó al dibujante y así, de la nada, el
joven Horacio, se mete al mundo de cuadritos que tanto le gusta leer cada
semana.
A los días
, Eugenio lo llama por teléfono y le dice: “tengo mi ayudante que se va ¿le
interesa venir a trabajar acá?”. Y arranca a trabajar, dibujando y pasando unos
fondos a tinta para la revista de la Editorial Abril.
Todo va a
mucha velocidad. Se siente Fangio, de sentir el viento en la jeta, de cómo se
mueven los días en su inicio en el oficio de dibujar. Pero, aún falta la
frutilla al postre.
A los tres meses, Zoppi, le presenta a su
concuñado; Alberto Breccia. Son familia y vivé a seis cuadras de su casa, entre Ramos Mejía y Haedo.
Horacio no lo puede creer. Tiene en frente a dos tipos, que le hacen volar la
imaginación con lo que dibujan y encima son vecinos del barrio. En esas tardes, en la que el dibujante de Vito
Nervio, va de visita, es el propio Eugenio que al enterarse que se queda sin
ayudante, le ofrece a Horacio, como una solución : “ es un muchacho que está conmigo,
es del barrio ¿te interesa que lo compartamos?”.
-Bueno...macanudo- respondió sin tanta vuelta, Pipiolo.
Y así, el pibe que soñaba ser un dibujante
profesional, comienza a trabajar con dos maestros del oficio; Eugenio Zoppi y
Alberto Breccia.
No importa, el esfuerzo que le genera tanto
trabajo, es feliz con lo que hace. A la
mañana arranca con Eugenio y al mediodía, sigue con Alberto hasta las dos de la
tarde. Es feliz, sueña con hacer una historieta y firmarla con su nombre;
Horacio Lalia. Por como se viene dando todo, es posible que muy pronto eso
suceda. Mientras, dibuja, disfruta y aprende de dos obreros del lápiz.
Fuente: https://laduendes.blogspot.com/2010/07/entrevista-horacio-lalia-primera-parte.html
Foto de Alberto Breccia y Eugenio Zoopi, junto a colegas en la redacción de la revista Aventuras, del Facebook de Patricia Breccia