Por Pavla Ochoa
Alberto Breccia nació en Uruguay en 1919, vivió su infancia
en Buenos Aires donde murió el 10 de noviembre de 1993, paradójicamente el día
del dibujante.
Breccia fue un artista que se atrevió a navegar en el mar
profundo de la experimentación. Con vientos fuertes y profundas tormentas,
siempre tuvo un horizonte claro y conciso que se convirtió en la brújula que
guió su transitar en el trabajo gráfico. Buscador indomable del relato, no se
detuvo en una sola fórmula enunciativa que sea políticamente correcta para la
industria, sino que descubrió distintas formas retóricas en su obra, desafiando
a editores, colegas y a su propio lector.
Siempre se consideró un trabajador y no un artista
privilegiado de la aristocracia cultural. Las primeras historietas que ilustró
y escribió fueron denominadas por el mismo Breccia como “trabajos para
pucherear”.
El cambio en su estilo se efectúa cuando Héctor Germán
Oesterheld le ofrece hacer Sherlock Time, ambos generan un lenguaje renovador
para la historieta. El artista plástico, Carlos Nine, puntualizó ese cambio
gráfico del dibujante; “Yo fui muy impactado por "Sherlock Time. Fue una
lectura de la adolescencia y esas experiencias son imborrables. No podía creer
que fuera el mismo dibujante que hacía "Vito Nervio" meses atrás,
pensé que se había vuelto loco”.
OBRA MAESTRA
En 1962, ambos realizan Mort Cinder y con el tiempo se
convierte en una obra importante a nivel mundial. En ese argumento el dibujante
experimentó con el martillo al pincel, la gillette a la pluma y con la
utilización de recursos técnicos innovadores que le permitieron construir una
distancia respecto de la élite artística.
Irma Dariozzi de Breccia, compañera de la vida del
dibujante, describió un elemento fundamental entre la relación del lector y esa
gráfica precursora para la época: “Mort Cinder no vendía, la gente no
comprendía a esa historieta que era distinta a las del estilo clásico de
aventuras. Había muchas cosas ahí, motivo que la convertía en una revista que
no interesaba, se ondulaban en los kioscos por el viento y el frío quedando
bastantes arruinadas porque no las compraban. Tengo dos ejemplares, uno que
compré y otro que me lo regalo Alberto, ahora son piezas de colección de alto
valor económico, es parte de las rarezas que tiene la vida”.
HISTORIETA Y POLÍTICA
La biografía del revolucionario Ernesto “Che” Guevara que
ilustró junto a su hijo Enrique en 1968, recibió como contrapartida de la
expresión del sector de la oligarquía, una editorial por parte del diario La
Nación que defenestró la obra. Además, el gobierno de facto de Onganía, quemó
los originales y secuestró las revistas. Breccia, enterró en el jardín de su
casa de Haedo un ejemplar, siendo actualmente el que posibilita su reimpresión
en el mundo.
En distintas entrevistas, Enrique Breccia comentó la
diferencia ideológica con su padre en relación a la figura del Che: “Mi primer
contacto con el mundo del cómic fue una propuesta que nos hizo a mi padre y a
mí Héctor Oesterheld sobre la vida del Che Guevara, con guiones por separado,
de forma deliberada, porque la visión que teníamos del mismo personaje mi padre
y yo era completamente diferente. Mi padre era un admirador ferviente del Che
Guevara y yo, por mi militancia política de aquél entonces, tenía una
diferente. De todas maneras, me atraía el personaje. Así que cada uno dibujó el
cómic en su casa e hicimos un pacto de no vernos durante el mes y medio que
duró el proceso creativo”.
En mayo de 1969, la revista GENTE de Editorial Atlántida
publicó una nueva versión de El Eternauta que lo tuvo como dibujante de ese
argumento de ciencia ficción publicado originalmente en 1957. La
experimentación gráfica fue criticada por los lectores y desde una editorial
específica GENTE pidió disculpas por ese cómic llena de connotaciones
políticas.
Su hija Patricia Breccia, explicó la postura política por
parte de su padre: “Él se consideraba un hombre de izquierda, pero no de las
izquierdas conocidas, tenía una manera justa, sabia y sensible de considerar la
vida y la vida de los demás. No toleraba los totalitarismos de unos ni de
otros. Era un tipo amplio, democrático, siempre de lado del que menos tenía,
con una enorme empatía por todos y hacia todos”.
En la misma sintonía de pensamiento, Nine se refirió al
respecto: ”Breccia se comprometió ideológicamente, aunque no políticamente.
Esta diferencia es sustancial. Creía en determinadas ideas. Por ejemplo
considerar a los dibujantes como trabajadores, no como aristócratas. Sentía que
los partidos políticos con los que tuvo que convivir en su época no lo
representaban. Es lo mismo que siente mucha gente hoy”.
Breccia fue una avalancha de paisajes y zonas desconocidas
que demandan aún hoy la atención permanente. La diversidad artística de sus
obras debe ser leída como una pieza única y no como piezas sueltas. Su trazo
fue un amplio abanico de expresión de sus ideas que permanece vigente en estos
tiempos modernos.
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