martes, 4 de marzo de 2025

Y de repente llegó: Milton Caniff

 Por Pavla Ochoa

Copia todo lo que llega a sus manos.  Hacer dibujo humorístico, le gusta, le da tranquilidad. Para quien no sabe dibujar es un lugar de seguridad, ahí una deformidad o un error de trazo se puede ver como característica de estilo. Pero, dibujo serio, es otro universo más complejo de habitar. Y él tiene que parar la olla, tiene que sumergirse a lo desconocido. Transpira cada trazo, rompe infinitas hojas. Llora y vuelve a llorar.

Copia todo lo que llega a sus manos.  Esta asombrado, no puede creer lo que tiene enfrente. Su viejo, trajo a la casa, el diario de Montevideo; “El País” y ahí sin aviso alguno, lee por vez primera las tiras de Terry y los Piratas. Está descubriendo otra forma de hacer historieta, está descubriendo a Milton Caniff.



Ese tipo rompió el molde de lo que se venía haciendo hasta el momento. El manejo del blanco y negro, esa forma realista de dibujar los personajes, lo enloquece. Le gusta que meta caricatura en la historieta seria. Es como quebrar esa forma de hacer aventuras en cuadritos, con carilindos, muñequitos que no tienen vida y darle humanidad, eso que dibuja Caniff son tipos que existen, que Alberto los ve por las calles. Eso le gusta.

También, le presta atención lo que Milton se llevó del cine; encuadres, secuencias y perspectivas que hasta el momento no vio que se usara así.




Lo copia. Se da porrazos delante de la hoja de papel.  Aprende a contar en blanco y negro, a encuadrar, a usar el pincel y combinar luces y sombras.




Siente que Caniff le está dando una lección de historieta a distancia. Y el curso por correspondencia le llega por el periódico uruguayo. Así, como llegan las cosas, sin aviso alguno, como un rayo en la oscuridad.

 

 

 

 

lunes, 3 de marzo de 2025

Entrevista con Jorge Claudio Morhain

 Por Pavla Ochoa

Jorge Claudio Morhain, es profesor en la Enseñanza Primaria, Bibliotecario Profesional, Museólogo, Máster en Cultura Argentina, escritor y guionista profesional de historieta. Se inició como obrero de la historieta, cuando después de estudiar por correspondencia en la Escuela Panamericana de Arte, realizará en 1960, argumentos para las revistas Casco de Acero y Tucson. También, realizó la adaptación teatral de El Eternauta; “ El Viajero de la Eternidad” y el guión de “El Eternauta La Resistencia”, adaptación a historieta de El Eternauta Novelado.

La cita con este hombre que tiene 25 años de oficio en la historieta, tuvo dos horizontes claros; “Alberto Breccia y Héctor Germán Oesterheld”. Con mucha disponibilidad, Morhain, respondió las preguntas enviadas por mail y nos contó sobre la única vez que charló con Alberto Breccia en la Primera Bienal Internacional y Cuarta Bienal Argentina de Humor e historieta, que se desarrolló en la ciudad de Córdoba en 1979. Además, nos habló sobre la influencia de Oesterherld, en su carrera como guionista de historietas.

 


¿Cómo fue la experiencia de conocerlo a Breccia en la Bienal de Córdoba?

 Lo conocí en el tren en el que viajábamos varios a la Bienal. No fue una gran charla. Recuerdo la parte “más interesante”. Le conté que traducía buena parte (acaso todas) las historieta importadas que publicaba Columba, y que adaptaba tanto el lenguaje como la extensión, por ejemplo, para que se acomodasen a los requerimientos de la Editorial. Todo a pedido de la empresa. De hecho, esa mi habilidad como adaptador me abrió muchas puertas. Entré a Columba por esa habilidad, que ya había ejercido en otras empresas. Bueno, Alberto se enojó mucho. Dijo que yo violaba el derecho de los autores, que tergiversaba sus intenciones, etc. Yo tenía unos 30 años. Y hacía mi trabajo a pedido de mi empleador. Así que esa fue la parte fundamental de mi charla. Aclaro, en cuanto a las adaptaciones, que muchos originales no eran obras de arte intocables. En la serie de Johnny Hazard, tiras diarias, se olvidaron varias veces de algún personaje, se confundieron las secuencias, quedaron cosas sin resolver… Bueno, ahí entraba yo. Cuando la Editorial, que ya publicaba Príncipe Valiente, compró un paquete con los inicios de la serie, me pidieron que los adaptase por episodios introduciendo alguna escena acomodada a dibujos existentes, para dar la apariencia de “recuerdos”, y no declarar que eran sucesos “pasados”.




                               Encuentro del Humor y la Historieta en Lobos en 1979. 



  
 ¿Usted estudió por correo el Curso de los 12 Famosos Artistas? ¿Cómo fue esa experiencia donde pudo tener de primera mano las herramientas narrativas para hacer historieta?

Comencé a escribir a los 15 ó 16 años, en Máximo Paz, a 50 Km de Buenos Aires, entonces pleno campo, sin teléfono ni televisión y radio a baterías. Quería “escribir como Oesterheld”, pero no había dónde aprender. Mi hermano ya estudiaba en la Panamericana, y mi viejo me pagó el curso también a mí, y ahí mi Maestro explicaba la forma de un guion. Apenas la tuve, salí a ofrecer trabajos, a los 17. A los 18 publiqué mi primera historieta.




-Comenzó a publicar en sus guiones en Cascos de Acero ¿Cómo eran trabajar en esos años en que publicaba y había infinitas historietas y obras maestras como ;”Mort Cinder?

Bueno, era una aventura permanente, amistades, charlas, encuentros presenciales, largas esperas para cobrar un mango, muchas editoriales “de segunda”. Nuestro objetivo, el de todo el gremio, era entrar en Columba. Entré a Gente joven con el pibe Andrés Cascioli, el pibe Roberto Giormenti, el pibe Miguel Luis Matejka, el pibe Oskar Blotta (hijo del autor del Gnomo Pimentón) Todos pibes.



-Alberto Breccia en el documental Breccia x4, mencionó sobre Héctor Oesterheld:

“Él rompe con fórmulas muy tradicionales, muy fáciles, que servían solo para distraer. Héctor incorpora a la historieta, otra problemática, la humaniza, profundiza en otros terrenos. De alguna manera está haciendo lo que la novela negra hizo con el género policial. Incursiona en terrenos que la novela tradicional deductiva no tocaba y se convierte en una crítica social. Héctor hace lo mismo con la historieta y obliga a un grupo de dibujantes muy capacitados técnicamente, a seguirlo. Como plantea una problemática distinta, obliga al dibujante a replantearse todo el tratamiento gráfico.  De esa manera se incorpora a la historieta, otras herramientas. No las tradicionales; de la pluma y el pincel, sino que se incorpora la monocopia, los géneros, los trapos, las hojas de afeitar, es decir se incorpora una serie de herramientas que son utilizadas para poder ilustrar lo que Héctor propone y de esa manera transmitir con más fuerza grafica el mensaje”.

 

-Entendiendo esto que menciona Breccia y que usted es guionista ¿Qué aporte crees que brindó Oesterheld a la historieta con sus argumentos?

Bueno, a los 11 años leí la revista Más Allá, que apareció en 1953, y me “voló la cabeza” (me cito a mí mismo) Eso me abrió la puerta a 1) la ciencia; 2) las utopías, mitos y fantasías; 3) a la literatura. Muchos años después, en la Feria del Libro de Buenos Aires, escuché por casualidad la última charla de Boris Spivacow, creador de EUDEBA, y ex director de Editorial Abril en la época de Más Allá. AL terminar casi, pedí la palabra y le pregunté “si había conocido a Héctor Oesterheld”. Dijo don Boris: ¡Ósterel! ¡Ese muchacho! ¡Hacía prácticamente solo Más Allá…!” De modo que HGO estuvo en mis lecturas de Más Allá, y en mis lecturas de Gatito y en mis lecturas de Bolsillitos. Aquí, en Máximo Paz, la única forma de conseguir un libro o algo parecido (Rastros, MrReeder, Leoplán) era el kiosco de revistas. Leía mucho librito de cowboys, Zane Grey y muchos otros, inclusos futuros colegas que usaban seudónimos (como Zappietro). Cuando aparecieron los libros de Sargento Kirk y Bull Rockett leí literatura popular DISTINTA. Yo venía de fábrica con habilidades literarias, y me propuse entonces “voy a escribir como este hombre…” Un día, Héctor me llamó “colega”.

 



-En base a lo que venimos hablando ¿Crees que la dupla Oesterheld-Breccia, fue una retroalimentación que hizo que sacaran en los trabajos en conjunto, lo mejor de ellos?

No sólo Breccia, TODOS se retroalimentaron. Para todos los dibujantes era UN PLACER contar esas historias. Y, claro, la influencia y el deseo de mantener ese feeling se trasladó a las otras editoriales.




 

-En una vieja entrevista, usted menciona que El Eternauta  de GENTE tiene el problema de que se hizo sobre algo ya hecho como es la versión original que dibujó Solano.  Destacando que Oesterheld la hizo mucho más política y que en esa historieta, había demasiadas cosas que no se decían porque se referían a la otra versión, y demasiadas cosas que no se dibujaban porque -concientemente o no- el dibujante suponía que el lector las conocía.

¿Cuándo la vuelve a leer sigue pensando lo mismo que en aquella ocasión?

Sí, sin ninguna duda. Tampoco ayudaba el cambio de un estilo “llano” (a nivel del suelo, me cito) y el innovador y artístico de Alberto. Bueno, y la editorial, claro. Yo trabajé allí, al mismo tiempo que HGO, y conozco el paño.

 -¿Nunca se dio la posibilidad de escribir un argumento y que lo dibuje Alberto Breccia? Si se daba la oportunidad ¿Qué piensa que hubiera surgido de su narrativa?

No, yo no era un “guionista estrella” al que le adjudicaran los mejores dibujantes. De casualidad, me tocó uno de los primeros trabajos de Horacio Altuna (y luego nuestro personaje Kabul), el primer trabajo de Sergio Ibáñez (rápidamente apartado con rumbo a la “estrella” Robin Wood, los primeros trabajos de Mandrafina (en otra editorial). Tampoco contribuían mis “especializaciones”: gauchesca, adaptaciones.



-Venimos hablando de Breccia y Oesterheld y de algún modo hablamos de una parte de la historieta argentina .Usted que desde la década del 60 es parte de la misma ¿Cómo está la historieta actual?

La historieta actual es OTRA. Hace poco, en la Biblioteca Ansible, hicieron un homenaje a los que llamé “artistas del siglo XX”. El golpe de finde siglo acabó de un tajo (motosierra Avant-garde) con la Historieta Nacional, en la que éramos HITO en el planeta. Por diez años no se habló del tema. Diez años que introdujeron nuevos métodos de lectura, de información, de propagación, de políticas variadas, con más tiempos malos que buenos. Antonio Presa (jefe de arte de Columba) decía -en el siglo pasado- que en cada pueblo de la Argentina había una banda de rock y un historietista. En consecuencia: ahora hay MUCHOS MÁS historietistas que en el siglo XX. Que hacen lo que pueden. Publican en la mil variadas formas que existen, o no publican. Los Maestros y los emergentes de esos nuevos trabajan para Europa, donde el estilo argentino sigue existiendo, o hacen cosas marginales para libros. La historieta popular, de la calle, se acabó. Ojo, no quiere decir que está muerta. Tal vez andaba de parranda…

 


domingo, 2 de marzo de 2025

Al compas del corazón

 Por Pavla Ochoa


“Hay un montón de huérfanos en una playa que acaban de naufragar, empiezan a juntar palitos para hacer fueguito y calentarse las manos. Se viene la noche y tienen la ropa mojada. Eso es tango”; Así definió esa expresión popular el dibujante Carlos Nine. Estas palabras ayudan a sostener la idea de que Breccia fue tango puro. Un estilo de vida que exige estar sin máscaras, el ser humano puro, todo eso fue Pipiolo. “El tango es mi música, la que me representa: es una música que cuenta historias que conozco bien. Amo la música, todo tipo de música, pero la única que me conmueve y logra conmoverme hasta las lágrimas es el tango. No hay otra”, recordaría en esa entrevista con Latino Imparato, en 1992, en París.

 

En la maraña urbana los años 20 y 30, fue un juguete rabioso en búsqueda de la superación existencial. De pibe escuchó discos de tango en fonógrafos que a veces le prestaban a su hermano Miguel. La melodía de esa expresión ciudadana onduló en ritmo como una evocación en su inconsciente. Sus amigos fueron colegas en el sabor arrabalero para transitar el mundo orillero de las configuraciones complejas. En una noche fría, pero de altas temperaturas de esos hombres que querían dejar los pantalones cortos, Pipiolo no pudo dejar de sonreír al observar a su amigo Rafael pintarse con pintura las plantas del pie para que, a simple vista, parezcan medias y, con esa picardía, burlar las normativas que imponían los bailes pitucos, que no querían que sus clientes se cruzaran con la chusma, con la barbarie.

 Nada detenía a esos pequeños hombres que se sentían embrujados por el tango.

Una noche fría, de esas que conforman un cielo azul oscuro con un aire de cristal que corta como un diamante el ser, el joven, aún no definido dibujante, caminaba junto a Alberto Santamaria,  camarada de aventuras por las calles de Mataderos cuando un sonido cambió el destino. Era la voz de Carlos Gardel que irrumpía desde la radio de una casa con “Volver”:

 “Yo adivino el parpadeo de las luces que a los lejos van marcando mi retorno”. Ese fraseo hizo latir esos dos corazones que, sin pensar, se sentaron en la puerta de ese hogar para escuchar en un silencio absoluto esa letra apuntalada de nostalgia. Ambos se emocionaron hasta las lágrimas. Desde ese momento, amó a Carlos Gardel.

 



 

Llegó a conocer desde lejos a su ídolo. El lugar del encuentro fue el Cine Alberdi, que era popular por la asistencia de personalidades artísticas como Magaldi, Corsini, Libertad Lamarque, Tita Merello, Rosita Quiroga y Hugo del Carril, entre otros. Alberto, desde lejos, pudo observar a quien nunca había contemplado ni siquiera en fotografías, pero que había desarmado y armado su imagen en su mente como alguien flaco, rubio y con bigotes. El Zorzal estuvo a metros de distancia, pero no pudo hablar con el cantante. Tiempo después, Mataderos recibía nuevamente la visita de Gardel, que se presentó en un local ubicado frente a la Asociación Tradicionalista El Resero. Desde una enredadera, escondido, Pipiolo escuchó al artista del momento. Fue una noche que no olvidaría jamás. Como una broma del destino, él joven comenzó a trabajar en un matadero destripando animales el mismo día que falleció el Zorzal en la tragedia de Medellín, el 24 de junio de 1935: “No me puedo olvidar nunca de eso. Quedé con la mano hinchada así... Además, ¿cómo me voy a olvidar del día en que murió Gardel y el día en que empecé a laburar? Son dos fechas que juntas no podés olvidarlas. Me acuerdo de los diarieros voceando Crítica: ¡La muerte de Gardel! Tenía quince, dieciséis años”.

 

Alberto se halló en una especie de maldición de vivir en el presente perpetuo: “Yo tenía que rasquetear tripas. Tripas llenas de mierda. Venían derecho del mataderos, en barriles. Se les ponía una tapa de quebracho y eso iba a parar a otro medio barril. Entonces con un cilindro de quebracho que tenía insertada una cuchilla de serrucho, apenas asomada la cuchilla, afilada como las hojitas de afeitar, se pasaba despacito vaciando la tripa. Como las vacas tienen quistes, las tripas tienen tumores y al cortarse una largaba la mierda. Me llenaba la cara de mierda”.

 

Sin estudios superiores, sólo con el nivel primario aprobado, perfeccionaba insistentemente la pulsión inicial en el mundo del dibujo. Al término de cada jornada laboral, regresaba a su casa y practicaba duramente para progresar su trazo. El instinto de sobrevivencia lo llevó a explotar todas las posibilidades de expresión a través del dibujo, que se convirtió en un horizonte para quien vivía manchado de sangre y perseguido por las moscas: “Era la forma de liberarme de un trabajo muy penoso, mal pago, que me obligaba a trabajar seis horas diarias. Con una cierta habilidad para el dibujo, comencé a hacer historietas y pude liberarme de ese destino”.

 

 

sábado, 1 de marzo de 2025

Las tapas de Tit Bits de Breccia y Luis Macaya

 Por Pavla Ochoa


Tiene que laburar. No importa si no tiene mucha técnica o saberes de la Escuela de Bellas Artes. Tiene que laburar y sacar adelante el encargo; “hacer las tapas de Tit Bits”.

Los años 30 fueron muy duros para él, mucha mishiadura y muchas puertas que se cerraron. En esos días golpeó la puerta de Pedro de Rojas que estaba en Diario Critica, no le dió trabajo, pero  lo alentó a seguir intentando en este oficio de dibujar. Alberto sabe que aún dibuja con un clavo, pero le hizo caso y lo sigue intentando. Lo empuja el amor de su amigo de la infancia; Rafael, que no para de alentarlo y que le insiste que no deje de dibujar.  Y ahí está, en Laínez, a esfuerzo de hacerse solito.

Le gusta la tarea de hacer las tapas de esa revista, dedicada a folletines y variedades, que leía de pibe. Siente una gran responsabilidad de reemplazar las tapas que antes eran ilustraciones inglesas. Él, se formó a los ponchazos, leyendo esos folletines. Tiene un fuerte vínculo con la lectura popular. Sus amigos del rioba son los que le hicieron avanzar en la lectura y meterse con autores importantes. En esos folletines está puesto su corazón y su imaginario.

Ahora, tiene que laburar. Lo sabe. Aunque venga del dibujo humorístico, ahora tiene que hacer dibujo serio. Sufre cada trazo. Pero tiene que hacer un buen trabajo para seguir en la editorial y  no volver al matadero a rasquetear tripas hasta morir. No duda.  Tiene que practicar mucho y seguir copiando, si quiere ser dibujante profesional.

Va a la vieja caja de madera donde guarda sus folletines y libros más preciados y busca algunos de la "Colección Misterio" de Editorial Tor, el de las cubiertas ilustradas por Luis Macaya. Y ahí entiende. Ese estilo expresionista y bien sombrío del ilustrador, es el que tiene que dibujar en las tapas.




No tiene miedo a ser descubierto. Comprende sus limitaciones gráficas, pero lo que ayuda no sentir culpa es saberse; “un trabajador y no un artista”. Tiene que ganarse el mango y mejorar cada día en lo que hace. Esa enseñanza la aprendió en la Republica del Musculo; “Mataderos”. Y de ahí, no se va a mover.  




Copia a Macaya, cada trazo, cada rasgo.  El dibujante de origen catalán, formado en París con los expresionistas y futuristas, tiene un estilo de líneas duras y expresivas, de colores planos y contrastantes que marca un antes y un después en lo que al arte de portadas se refiere.  Luis Macaya, es esa agüita fresca que necesita Pipiolo para hacer esas ilustraciones. 





Transpira cada dibujo. Imagina, la cara del ilustrador de Tor al ver esas tapas y descubrirlo. Pero no duda; firma con orgullo esas portadas.




Todo es fruto de ese esfuerzo por mejorar su dibujo. De escuchar a su compañero, Borisoff que le enseñó a usar el pincel y descubrir la tempera blanca; “esa tecnología moderna”.  De copiar y copiar todo dibujo que le llega a sus manos. Es una esponja que no para de absolver conocimientos e ideas que lo ayuden a evolucionar su gráfica.

Y de ese esfuerzo, salen esas tapas extraordinarias que son una nueva dimensión en el diseño y el dibujo. Se siente orgulloso.  Transpirar cada trazo, vale la pena.

 

 

 

Fuentes:

 

- -Charla de lx autorx con Eduardo Orenstein-09-02-2025

- Facebook de Eduardo Eduardo Orenstein, posteo del 21 de junio de 2021: “BRECCIA ERA UN GENIO”

 

 https://www.perfil.com/noticias/textum/pistas-para-una-coleccion-de-misterios.phtml

https://www.infobae.com/cultura/2019/04/15/cien-anos-de-alberto-breccia-monstruo-de-la-historieta/

https://www.youtube.com/watch?v=g1tO9bMfR_I&t=4074s