martes, 16 de enero de 2018

Mataderos y Breccia

 Por Pabla Ochoa

El barrio, la amistad de juventud, el boxeo, la literatura y el tango son los cimientos estructurales en la arquitectura de Alberto Breccia como artista . Componentes que escupió en su obra, como huellas y marcas de su propia existencia. En su carrera como profesional del dibujo viajó por su vida a golpes de interrogantes para llegar al latido de las cosas de sus orígenes. 



Fue una avalancha de paisajes que lo sitúo inevitablemente en su propia niñez, una descripción perfecta de esa zona desconocida, su formación como ser humano. En cada entrevista que otorgó como profesional se encargó de recuperar la historia de esa otra ciudad que también se llama Buenos Aires: “Muy poco sobrevive actualmente de mi juventud. Todavía hay alguna murga, pero queda muy poco. Los guapos han desaparecido, se han convertido en asesinos sanguinarios. El guapo no era un asesino, sino un hombre que hacía del valor su religión; no se dejaba amenazar, insultar, era un hombre respetuoso, valiente, y probaba su valor ante sí mismo y ante los demás en un combate leal, a rostro descubierto. No era un asesino ni un ladrón, era un hombre con un trabajo; la mayoría de los guapos eran carreteros o troperos. Ahora sólo hay asesinos despiadados, enfermos, homicidas maniacos, la consecuencia de todos estos años de terrorismo de estado”. 1




Guillermo Saccomano, reconoce en Mataderos el lugar donde se encuentran los elementos fundacionales de su "cosmogonía" hasta el día de su muerte el 10 de noviembre de 1993; “Breccia, se enorgullecía de su origen tripero como si hubiera una clave ahí, Y la había, la hay. En la pobreza, en ese origen que respira el hedor del matadero y tiene el sonido de las vacas mugiendo hacía el mazazo, allí hay un efecto, una clave y no es otra que ese consejo que Van Gogh le escribe a su hermano Theo; Encuentra bellos todo lo que puedas”.2


Breccia, mostró sin rodeos sus recuerdos que tuvieron mate, telarañas de techos de chapas, una sonrisa, una voz que perdura por los siglos y que cantaba; mi Buenos Aires querido con un clavel invisible en la solapa. Mataderos es un barrio que llevó siempre en la sangre. Patricia Breccia, remarca como fundamentales esos años de niñez y juventud en la vida de su padre; “Si bien  mi viejo tuvo que trabajar desde muy chico, creo que sus mejores momentos los pasó en el mataderos de su infancia. Nunca olvido a sus amigos, ni se fue del barrio”.


 Juan Sasturain, rescata ese regreso desde su obra a su rioba que siempre fue para él “un mundo que esta vivo” y no un simple recuerdo de niñez: “Alberto Breccia supo evocar el clima y los personajes de ese mundo de su infancia y juventud al ambientar algunas de sus mejores historias en Mataderos. El barrio no podría haber tenido mejor cronista y testigo; nada menos que un artista, un laburante del dibujo absoluto”3.

En esa tierra del esfuerzo y la extrema pobreza, el artista moldeó a la libertad como postura de vida. Nunca perdió el rumbo libertario y esa convicción nacida es sus primeros años de existencia  lo llevó a quebrar las cadenas de la enajenación que impone el capitalismo salvaje y de atreverse a retratar las heridas del ser humano y las de su propio ser.



1 Imparato, Latino, "Sombras y Luces", París, Francia,  30 de enero de 1992.

2 Saccomano, Guillermo, “Desde las tripas”, suplemento Radar, Pagina 12, Buenos Aires, 5 de enero de 2014.


3 Sasturain, Juan, “Breccia; Mataderos de memoria”, Página 12, Buenos Aires, 21 de octubre de 2013


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