sábado, 6 de enero de 2018

La libertad de Gentleman Jim


Por Pabla Ochoa

En 1944 Alberto Breccia, publicó en  Bicho Feo, la  “revista que se pide silbando” según rezaba el slogan  de la editorial Torino, al personaje de aventuras “Gentleman Jim”.


 Ese año  Breccia regresaba al país después de su estadía en Brasil y  en un solo movimiento  se convertiría en socio de Héctor  Torino; “Nunca me pagaron, entonces Torino un día me dijo; “Mira, te hago socio”. Me hizo socio, claro, pero yo no ganaba un mango tampoco. Me tenía que casar y le dije;”Torino dame unos mangos, necesito unos mangos”. Me dio 60,70 pesos para casarme; y me case”.

En esa misma época Breccia trabajaba bajo contrato de exclusividad en la editorial Lainez, para que no lo descubrieran, firmó  la historieta Gentleman Jim, con el seudónimo Vaggi.

Las influencias graficas que utilizó  seguían siendo las mismas que se percibían en el Vengador Alado. Solo que ahora comienza a estar presente no solo Foster o Raymond, sino también Milton Cannif con su “Terry y los piratas”, que seducía a Breccia y que muy tibiamente incorporó algunos de esos  recursos en la historieta de este personaje  vengador con aire de caballero inglés,  vestido de frac y galera.


Las aventuras ocurrían en escenario recurrentes de la literatura de Sax Rohmer, es decir, en almacenes de puertos lodinenses, rodeados de chinos y fumadores de opio, lugares comunes en esos tiempos de literatura de  folletin. 

Gentleman Jim, fue el personaje que lo hizo disfrutar mucho al dibujante: “No lo hacía por mangos porque no había. Lo hacía porque me gustaba”.


Lamentablemente, Breccia, realizó al aventurero del 15 de mayo al 25 de diciembre de 1944: “Lo hice muy poco, porque la revista anduvo mal. Pero lo embromado fue que en Laínez se dieron cuenta de que yo les era infiel. Y me sacaron una historieta, hundiéndome en la miseria. Para colmo, acaba de casarme. Entonces todos los días comprábamos con mi mujer un litro de leche y un alfajor, y esa era nuestra dieta. Medio litro de leche y medio alfajor cada uno”.

Pese a la pobreza que comenzaba a ser moneda corriente, la libertad fue el motor de esta obra. Es ahí donde Breccia, el proletario del lápiz,  comienza a atreverse a transitar lugares desconocidos a la hora de enfrentarse a una hoja en blanco y entrar a la aventura de vivir y dibujar.


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